El 20 de marzo de 2003, apoyándose en los falsos argumentos de la existencia de armas de destrucción masiva y de la relación de Sadam Hussein con al Qaeda, la administración Bush lanzó a sus tropas a la ocupación de Irak. Apenas tres semanas bastaron para acabar con la resistencia de Sadam y derrocar su régimen.
Cuando el 1 de mayo de ese mismo año, George W. Bush declaraba “misión cumplida” a bordo de un portaaviones, señalando que la guerra había terminado, ésta en realidad no había hecho más que comenzar. A lo largo de ocho años y medio, las tropas norteamericanas se van a ver empantanadas en una guerra sin cuartel con tres frentes abiertos. «El pueblo iraquí ha pagado muy caro el fracaso de la última aventura imperial de EEUU» Por un lado, la minoría sunnita que con Sadam había gozado del poder absoluto, y ahora se enfrenta con las armas en la mano a los ocupantes. Por otro, la red terrorista de al Qaeda, que si hasta entonces tenía una nula presencia en el país convierte de repente Irak en su principal teatro de operaciones. En el sur, por su parte, los sectores más radicales y organizados del chiísmo organizan sus propias milicias y establecen poderosos vínculos con Irán, el verdadero enemigo estratégico de Washington en la región.
Como resultado de la confluencia de esta triple resistencia al ocupante, Irak se desangra, literalmente, en una guerra que dejará 600.000 víctimas iraquíes, millones de desplazados y un país arrasado, con un PIB por habitante un 20% inferior al que tenía hace 20 años, en 1990.
El dolor de la guerra todavía permanece en lugares como la ciudad mártir de Faluya –foco de una desesperada resistencia a la ocupación–, donde la utilización de armamento prohibido por la ONU, como las bombas de fósforo blanco y otras armas químicas, continúan causando tales estragos que buena parte de los bebés siguen naciendo con malformaciones.“Si Sadam no cede, vamos a devolver a Irak a fondo de la Edad Media” amenazó el entonces vicepresidente Dick Cheney. Y han cumplido su palabra. Al retirarse, EEUU deja un país que posiblemente ha retrocedido en su desarrollo al menos 50 o 60 años.Sin embargo, lo que comenzó como un ambicioso proyecto de construir –mediante la fuerza militar– un “Gran Oriente Medio” (desde Marruecos hasta Afganistán) con regímenes hechos a imagen y semejanza de los intereses norteamericanos, se convirtió en el curso de unos pocos años en el mayor fracaso militar de EEUU tras la guerra de Vietnam.
Fracaso militar, derrota geopolíticaLa incapacidad de derrotar militarmente a la insurgencia y de construir con las múltiples facciones religiosas y tribales un modelo políticamente estable y dócilmente sometido a Washington, van a determinar que, a la altura de 2007, 4 años después de iniciada la guerra, el Pentágono y la Casa Blanca den por fracasada la aventura y empiecen a trabajar por crear las condiciones para una retirada lo más honrosa posible del país. Apoyándose en una parte de la insurgencia (las milicias sunnitas) para combatir a otra (al Qaeda), y reconociendo la hegemonía política de los chiítas y su inexorable acercamiento a Teherán, los últimos 4 años de ocupación son expresión de la incapacidad de EEUU para ganar la guerra y el reconocimiento de su fracaso. Como consecuencia, el gran rival estratégico de Washington, el régimen islámico de Irán, sale fortalecido en todos los frentes y renueva su poder político y militar en el extremo oriental de la región. En el otro extremo, Turquía aprovecha la guerra de Irak para debilitar los lazos de dependencia que históricamente le unían a Washington y crear y consolidar un proyecto autónomo de liderazgo regional musulmán para competir con Irán por la influencia en Oriente Medio. Y más allá del ámbito estrictamente regional, las potencias emergentes, y en particular China, aprovechaban el empantanamiento de EEUU en Irak para acelerar de forma vertiginosa su crecimiento económico y su ascenso como nuevas potencias regionales o globales. Como acertadamente han definido algunos analistas militares y académicos norteamericanos estos días, “mientras nosotros hemos estado haciendo la guerra, las potencias económicas han estado produciendo trigo, con frecuencia a expensas de Estados Unidos”.La aventurera apuesta de Bush se ha saldado, pues, con un fracaso militar de primer orden y una derrota geopolítica para Washington que ha alterado sustancialmente la colocación de las distintas piezas claves del tablero mundial. Pero no es éste el único terreno donde el impacto de la guerra de Irak ha tenido consecuencias catastróficas para la superpotencia. Deuda y crisisPara sufragar los ingentes gastos de la guerra y ocupación de Irak (que se sumaron a las de la guerra de Afganistán, iniciada 2 años antes), la administración Bush recurrió a un enorme endeudamiento, que venía a sumarse a la ya gigantesca deuda pública norteamericana. «La guerra de Irak ha costado no menos de 4 billones de dólares» Según el premio Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz, la guerra de Irak le ha supuesto a EEUU un coste total de no menos de 4 billones de dólares. Al desatarla, Bush dijo que su coste total sería de 50.000 millones de dólares, coste que esperaban reponer sobradamente con los beneficios de petróleo iraquí. 8 años y medio después, esa cantidad es la que gasta EEUU en sólo tres meses de ocupación. Y los retornos por el petróleo todavía están por llegar a la economía norteamericana, aunque algunas multinacionales yanquis sí se han hecho de oro con la guerra. Con sólo una sexta parte de lo gastado en Irak, EE UU podría asegurar la base de su sistema de pensiones durante más de 50 años. Bajando los impuestos a los ricos y endeudándose hasta el infinito para costear dos guerras simultáneas, la administración Bush creó las condiciones perfectas para el estallido de la crisis en septiembre de 2008. El pueblo iraquí ha pagado muy caro el fracaso de la última aventura imperial norteamericana. Pero el resto de pueblos y países del mundo también seguimos atenazados por sus costes, cuya factura Washington pretende cobrarnos ahora en forma de encarecimiento de los intereses de nuestra deuda y recortes y rebajas sin fin.