División en el centro del imperio

La división y el enfrentamiento recorren de arriba a abajo la sociedad norteamericana. No puede reducirse a un incendio provocado por las desabridas formas del pirómano Trump. Es la expresión de las contradicciones cada vez más agudas a las que se enfrenta la hegemonía norteamericana.

La división y el enfrentamiento recorren de arriba a abajo la sociedad norteamericana. No puede reducirse a un incendio provocado por las desabridas formas del pirómano Trump. Es la expresión de las contradicciones cada vez más agudas a las que se enfrenta la hegemonía norteamericana.

La prueba de que la era Trump anuncia un profundo reordenamiento global es que el primer lugar donde se han producido las sacudidas ha sido en el centro del imperio.

En un gesto insólito en la política norteamericana, Trump ha acusado al antiguo inquilino de la Casa Blanca de ordenar la intervención de sus conversaciones telefónicas durante la pasada campaña electoral. Comparando el comportamiento de Obama con el de Nixon en el Watergate o el del senador McCarthy en la caza de brujas.

El director del FBI, James Comey, que jugó un papel clave en la elección de Trump al divulgar información comprometedora de Hillary Clinton pocos días antes de las elecciones, ha exigido una rectificación pública al gobierno.

Los enfrentamientos en las élites norteamericanas superan los efectos de un debate político enconado. Y están afectando a aparatos claves del Estado, desde la presidencia a los servicios de inteligencia.

Sería ingenuo pensar que los grandes monopolios tecnológicos se enfrentan a las deportaciones impulsadas por Trump para apoyar a los inmigrantes, o que los grandes medios de comunicación, directamente vinculados a los centros de poder, arremeten contra la actual Casa Blanca en defensa de las libertades amenazadas.

Lo que se está dirimiendo es una aguda disputa en el seno de la clase dominante norteamericana sobre cómo encauzar la aceleración de un declive imperial que ni Bush ni Obama, con líneas radicalmente distintas, pudieron detener.

No es casual que las relaciones con la Rusia de Putin de la actual administración Trump sea el flanco donde se concentran los ataques más virulentos. Ya le ha costado el puesto a Michael Flynn, consejero de Seguridad Nacional -un puesto clave en el diseño de la estrategia global de la hegemonía norteamericana, que antes ocuparon Kissinger o Brzezniski-. Y está enfrentando al fiscal general, Jeff Sessions, ante el peligro de una inhabilitación.

Al proponer un acercamiento a Moscú para reforzar un frente mundial que pueda aislar a China, Trump pone boca abajo uno de los pilares de la política internacional norteamericana durante los últimos años.

Esta es la auténtica razón que explica la agitación que vive EEUU: está en juego la línea que va a seguir el imperio.

La sociedad civil norteamericana se moviliza contra los ataques de las políticas reaccionarias de Trump. Desde la renovada represión contra la clase obrera inmigrante hasta la liquidación del Obamacare, que puede afectar a 20 millones de norteamericanos que habían accedido a un seguro médico gracias a las ayudas.

Pero el “todos contra todos” en que parece estar convirtiéndose la política norteamericana empieza en las élites del imperio. En plena guerra fría, para responder a la ofensiva soviética, Reagan -al que Trump alude reiteradamente- impuso un giro reaccionario, pero contaba con el cerrado apoyo de toda la burguesía monopolista y el Estado norteamericano. Hoy la situación en Washington es exactamente la contraria. Y la alternativa que ofrece Trump para gestionar el imperio tiene sus primeros enemigos en un importante sector de las élites norteamericanas.

El grado de división y enfrentamiento en las élites norteamericanas puede debilitar la fortaleza de la hegemonía norteamericana, acelerando un declive que parece imparable. Pero al mismo tiempo, va a agudizar las convulsiones que, con epicentro en Washington, se trasladaran a todo el tablero mundial, con consecuencias imprevisibles.

Estos días Washington ha anunciado que comenzará desplegar en territorio surcoreano el escudo antimisiles THAAD, supuestamente destinado a protegerse contra la amenaza de los misiles norcoreanos, pero que va dirigido directamente contra China. Pekín ha reaccionado virulentamente contra esta nueva maniobra norteamericana, advirtiendo que puede provocar la ruptura de los equilibrios sobre los que descansa la estabilidad de la que hoy es ya el área clave del planeta.

Contra el ascenso de China se dirige hoy la mira de la “cañonera” norteamericana, que ya concentra en Asia-Pacífico el 60% de su poder militar.

Pero parece no ser suficiente. Trump ha anunciado un gigantesco aumento del presupuesto militar, del 9% anual, valorado en 54.000 millones de dólares. Con el objetivo de “volver a ganar guerras”, sacudiéndose el “estigma de Vietnam”, agudizado por las derrotas en Afganistán e Irak.

EEUU dispone de un extraordinario poder militar. Pero cada ofensiva lanzada para fortalecer su hegemonía se ha saldado con un nuevo retroceso. La victoria en la guerra fría dejó exhausta a la superpotencia norteamericana, y permitió el inicio del ascenso de países como China. El golpe encima del tablero mundial dado por Bush acabó en un sonoro fracaso. Hoy, con Trump, no va a ser diferente.

4 comentarios sobre “División en el centro del imperio”

  • sargento arensivia el de la cia dice:

    «Ya le ha costado el puesto a Michael Flynn, consejero de Seguridad Nacional -un puesto clave en el diseño de la estrategia global de la hegemonía norteamericana, que antes ocuparon Kissinger o Brzezniski-. Y está enfrentando al fiscal general, Jeff Sessions, ante el peligro de una inhabilitación.»……»represión contra la clase obrera inmigrante hasta la liquidación del Obamacare, que puede afectar a 20 millones de norteamericanos que habían accedido a un seguro médico gracias a las ayudas.»………Si,a Trump le está costando caro el ir contra China,están completamente divididos y con un Pueblo hasta los mismísimos de su política de Halcón

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