Derechos y Libertades

Deuda histórica

El marzo pasado las deudas históricas reclamadas por las comunidades autónomas volvieron a alzarse en tono airado, quejoso y de rapiña: 1.204 millones Andalucí­a, 600 Aragón, 1.064 Baleares, 1.600 Galicia, 1.600 Murcia… 537 La Rioja… Aprovechando la exigencia de 1.500 familias sobre la devolución del dinero que el Régimen se apropió, cobrándose además la vida de su gente, desde estas páginas nos hicimos una sencilla pregunta: ¿Podrí­a cuantificarse el valor de la neutralidad de Inglaterra, Francia y EEUU durante la Guerra Civil?.

Para ello emezamos por dirigirnos un artículo de Edwin Krales, asiduo colaborador de la revista de izquierdas norteamericana “Counterpunch”. En él denunciaba y detallaba la participación norteamericana, especialmente, en la Guerra Civil Española y, posteriormente, en la IIª GM, y como trabajaron por minar las leyes de neutralidad que nunca fue tal. Así crearon una red global de “subsidiarias, afiliados, junta de directores, bancos y control directo sobre la producción extraterritorial de EEUU como conductos para enviar dinero y material de guerra a los fascistas españoles”. General Motors, Ford, Standard Oil, IBM, y otras tenían plantas de manufactura en Alemania, estableciendo directa e indirectamente acuerdos comerciales con las tropas de Franco. También Gabriel Jackson en su libro “La República española y la Guerra Civil” relata el valor de “la neutralidad”: “Los insurgentes estuvieron bien abastecidos de productos petrolíferos desde el principio. En julio de 1933 la Texas Oil Company firmó un contrato a largo plazo para abastecer a la CAMPSA, monopolio del Estado español para la gasolina. El 18 de julio de 1936 unos cinco petroleros estaban en alta mar. El presidente del Consejo de administración de la Texaco, Thorkild Ríeber, decidió inmediatamente enviar dicha gasolina a los puertos controlados por Franco, y la Texas Company continuó suministrando gasolina a crédito hasta el término de la guerra […] […] Juan March y Gil Robles establecieron sus cuarteles generales en Lisboa. El primero era propietario de intereses que controlaban el Claiworth Bank de Londres, a través del cual financió las compras de material de guerra para el ejército insurgente. Gil Robles y Nicolás Franco, hermano mayor del general, coordinaron los esfuerzos de otros ricos banqueros españoles que apoyaban la rebelión. El Gobierno portugués trataba con ellos más que con el embajador republicano (el historiador medievalista Claudio Sánchez Albornoz), como si fueran los representantes efectivos de España” Muy recomendable la biografía del banquero Juan March, de Pere Ferrer, en la que relata la relación directa del oligarca con el gobierno británico y estadounidense. March contribuyó a poner “en plantilla” al Alto Estado Mayor y una gran parte de los cargos principales del ejército. Otra memoria, otra deuda.

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