Los famosos trakings electorales que manejan algunos asesores del Partido Popular no avanzan noticias positivas de cara a las autonómicas. Cunde el desasosiego entre la cúpula, en tanto que los dirigentes intermedios se deslizan entre la alarma y el desánimo. Los mensajes internos que circulan por la organización evidencian esta sensación. Por dos veces ha repetido Mariano Rajoy a sus lugartenientes que no hay que preocuparse, que no sólo se ganarán las generales, sino también las autonómicas y las locales. Pero la fe empieza a debilitarse conforme se aproximan las fechas de la llamada a las urnas.
«Se pierde hasta Murcia», es la última mala nueva que llega a las terminales de la formación. Parecía inexpugnable, después de dos décadas de gobiernos ‘populares’ con mayoría absoluta. Pero la marcha hacia Europa de Ramón Luis Valcárcel ha roto todos los equilibrios. Su sucesor, que se llama Pedro Sánchez, para más inri (es decir, como el líder del PSOE, aunque con un Antonio de por medio), no despierta entusiasmos. Era consejero de Educación y mano derecha del anterior presidente, pero la economía regional no acompaña y los murcianos empiezan a mirar hacia otro lado.
Sondeos muy imprecisos
«La situación es muy volátil», dicen los expertos, que se han abonado a este vocablo de analista de Bolsa. Y los sondeos bailan de una entrega a otra. Apenas resultan fiables ni como indicadores de tendencias. El PP mantendría ahora mismo su mayoría absoluta tan sólo en tres comunidades: las dos Castillas y la Rioja. Murcia completaba hace unas semanas el cuarteto de la tranquilidad, pero se ha caído tras anunciarse el relevo. Canarias y Asturias estrenan también candidato, sin grandes esperanzas. Y en Navarra incluso puede producirse una situación muy complicada con la victoria de las fuerzas nacionalistas que defienden la anexión al País Vasco.
Estos datos circulan por las bases de la formación en forma atropellada y producen el efecto de una lluvia de metralla. Incluso Cospedal va a tener problemas para salvar la mayoría absoluta en su territorio. Aragón y Baleares también arrojan datos esperanzadores, pero pendientes de pactos postelectorales. La caída del PSOE no alienta esperanzas; al contrario, porque Podemos y Ciudadanos, las fuerzas nuevas y emergentes, lo distorsionan todo. Y el voto oculto o indeciso es excesivamente elevado como para extraer conclusiones.
El pulso de las damas
Los ecos de la batalla de Madrid no han colaborado precisamente a calmar los ánimos. Ha sido un pulso descarnado y cruel, con la persecución y muerte política de Ignacio González, un excelente gestor, y el implacable pulso de damas, Cospedal y Aguirre, por el control del aparato y, dentro de unos días, de las listas.
Ante semejante panorama, se impone el desconcierto. Y las miradas, lógicamente, se dirigen hacia Moncloa, a la espera de alguna señal de Rajoy. No es hombre de incurrir en la exhibición de muestras de liderazgo, como es sabido. Su fuerte es la apelación a la sensatez, la tranquilidad y la calma. Algo que, en estos momentos convulsos, funciona con enorme dificultad. Al partido le falta tensión, como dicen del Madrid de Ancelotti. Lejos de palpitar la moral de victoria, se respira la sensación de que, a estas alturas, tan sólo es posible salvar los muebles. Dolores Cospedal tiene bastantes frentes abiertos y no siempre logra sus objetivos. En Sevilla y Madrid le doblaron el pulso. Esta semana deslizó la posibilidad de dejar la Secretaría General. A las 24 horas, puso las cosas en su sitio: nunca ha pensado en refugiarse en sus cuarteles de Toledo. Pero este es un año en el que casi todo es posible. El congreso del PP no se celebrará hasta 2016 y pueden ocurrir tantas cosas…
La cita electoral andaluza puede señalar el punto de inflexión de los acontecimientos. Una derrota digna de Moreno Bonilla («llámale Juanma») ayudaría a sostener los ánimos. De lo contrario, los ánimos rodarían hacia el subsuelo.
Hay pavor al resultado de las municipales. Miles de cargos del partido pueden perder su puesto y su sueldo. Un ejército de desalojados de la moqueta que no le echará la culpa ni a Iglesias ni a Rivera. El único responsable será Rajoy, dicen los veteranos de la causa. El PP arriesga decenas de ayuntamientos en toda España, donde puede perder sus confortables mayorías. La inquietud actual puede traducirse, según los resultados, en profundo cabreo. Un panorama de pesadilla para afrontar unas generales a fin de año que se adivinan ya plagadas de sorpresas. Incluidas la continuidad de Rajoy como cabeza de cartel. El runrún vuelve a sonar. Todo depende del 25 de mayo.