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Desarrollados vs. emergentes: la batalla de los bancos centrales

Las gigantescas inyecciones de estímulo provistas por los principales bancos centrales del mundo están provocando un efecto dominó en los mercados globales, lo que ha llevado a que una serie de gobiernos, desde Brasil hasta Turquía, adopten medidas para impedir que una entrada masiva y súbita de capitales dispare el valor de sus monedas y merme sus exportaciones.

El Banco de Japón se convirtió el miércoles en el último banco central en relajar su política monetaria, después de que los dos mayores bancos centrales del mundo prometieran emprender programas ilimitados para apuntalar sus economías.

El Banco Central Europeo (BCE) informó a inicios de mes que está dispuesto a comprar deuda de los países de la zona euro que necesitan ayuda para controlar sus altos costos de endeudamiento. Por su parte, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), anunció la semana pasada un nuevo programa para inyectar al menos US$40.000 millones mensuales en los mercados financieros hasta que la economía se recupere. Muchos inversionistas esperan que el Banco de Inglaterra también divulgue medidas para estimular el crecimiento.

Los mercados se han mostrado optimistas, si bien cautos, en medio de la ráfaga de noticias que emanan de los bancos centrales. Los inversionistas señalan que las acciones y otras inversiones más arriesgadas ya habían registrado importantes repuntes en los últimos meses debido, en parte, a la expectativa de una flexibilización de las políticas monetarias. Como resultado, la respuesta a los anuncios ha sido moderada. En EE.UU., el índice de acciones Standard & Poor’s 500 ha avanzado 1,7% desde el miércoles pasado, el día previo al anuncio de la Fed.

No obstante, puesto que los bancos centrales han prometido mantener las políticas de estímulo durante un período prolongado, los inversionistas esperan que los coletazos de las medidas se sientan durante meses e incluso años.

Los inversionistas están acudiendo a países y activos que ofrecen tasas de interés más altas que las de Japón, EE.UU. y partes de Europa. Eso, a su vez, está llevando a los bancos centrales de los países afectados a emprender contramedidas para mantener bajas sus tasas de interés o disminuir el atractivo de sus divisas.

Una moneda más débil abarata las exportaciones de un país, pero encarece las importaciones. Tal dinámica genera un incentivo para que los gobiernos devalúen sus divisas para que el sector exportador siga compitiendo en los mercados globales.

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