El 1-O impide al pueblo catalán decidir libremente su futuro. Vivimos una feroz ofensiva de propaganda que no duda en subvertir y deformar las cosas hasta transformarlas en su contrario.
Para imponer la celebración del 1-O, los Mas y Puigdemont esgrimen la democracia, las urnas, el “derecho al voto” o el “derecho a decidir”.
La realidad es exactamente la contraria. El referéndum fijado para el 1-O es lo más opuesto al ejercicio del derecho de autodeterminación, y representa una intolerable imposición enfrentada a los más elementales principios democráticos.
En su contenido y en su forma, el 1-O busca impedir que la sociedad catalana pueda decidir libremente su futuro, y solo persigue el objetivo de imponer una independencia que la mayoría rechaza.
Unificación Comunista de España hemos defendido desde nuestra misma fundación hace cincuenta años el derecho de autodeterminación. Por principios democráticos y como la mejor herramienta para fortalecer la libre y solidaria unidad del pueblo de las nacionalidades y regiones de España.
Desde esta misma posición denunciamos radicalmente la estafa antidemocrática que supone el 1-O.
Quién lo dice, cuándo lo dice y para qué lo dice
En manos de Puigdemont el derecho a decidir se transforma en su contrario, en una imposición antidemocrática contra la voluntad de la mayoría de la sociedad catalana.
Los comunistas luchamos contra cualquier tipo de opresión y defendemos todas las reivindicaciones democráticas. Combatimos la opresión nacional, como una de las formas con la que las clases dominantes imponen su dominio sobre los pueblos.
En España la oligarquía renunció a encabezar una auténtica revolución burguesa que emprendiera transformaciones democráticas y resolviera el problema de la articulación nacional. Por el contrario, la oligarquía impuso una unidad reaccionaria, cuya máxima expresión fue el franquismo, impidiendo la plena expresión de las nacionalidades y regiones.
Los comunistas de UCE defendimos ya en nuestro primer congreso, en marzo de 1978, el derecho de autodeterminación de todas las nacionalidades. Por razones democráticas, y porque consideramos que es la mejor forma de soldar la unidad, libre y voluntariamente decidida, de todo el pueblo de las nacionalidades y regiones de España.
Pero el derecho de autodeterminación no es un principio abstracto. Depende de quién y para qué lo proponga.
EEUU enarboló el derecho de Texas a autodeterminarse para robársela a México, o el de Panamá para segregarla de Colombia y apoderarse del canal. Hitler lo utilizó en 1938, teóricamente para «proteger» a la minoría alemana de Checoslovaquia «oprimida por la mayoría checa», pero en la práctica se apoderó de los Sudetes y después de todo el país, esclavizando a los checoslovacos. Más tarde, en la región de Katanga situada en el Congo, en 1960 los imperialismos belga y norteamericano promovieron, también enarbolando el derecho de autodeterminación, la secesión de esta rica región minera tras el triunfo del dirigente revolucionario Patrice Lumumba.
Cuando las grandes potencian dicen defenderlo el derecho de autodeterminación se vacía de su contenido democrático, se convierte en su contrario y ya nada tiene que ver con la libertad de los pueblos para decidir su futuro.
Quienes sigan el 1-O a Puigdemont y Mas como abanderados del “derecho a decidir” o del derecho del pueblo catalán a autodeterminarse están cometiendo algo más que un grave error.
En las manos de Puigdemont el “derecho a decidir” es solo la hoja de parra con que intentan tapar sus vergüenzas. Trafican con él a conveniencia, declarándolo proscrito durante décadas y adoptándolo como falsa bandera cuando les ha interesado.Quien defienda el derecho a decidir de verdad del pueblo catalán, quien sea honradamente independendista, debe enfrentarse a esta agresión contra la democracia.
Bajo su dirección el pueblo catalán no va a poder decidir nunca libremente su futuro. Eso solo será posible, creando las condiciones para que Cataluña pueda ser “lliure i plena” dentro de una España soberana, fortaleciendo la unidad con el conjunto del pueblo español en defensa de nuestros intereses comunes.
Hacer frente a los enemigos comunes
La cuestión de las nacionalidades debe plantearse desde los intereses comunes de las clases populares en el conjunto de España, y su lucha contra los enemigos también comunes.
Para el 1 de octubre los Puigdemont y Mas han anunciado un referéndum cuyo único objetivo es imponer una independencia unilateral en Cataluña.
Sorprendentemente, algunas fuerzas catalanas que se autodenominan de izquierdas o incluso anticapitalistas están respaldando a los sectores más reaccionarios que controlan la Generalitat, en su intento por dividir al pueblo catalán entre sí y a éste del resto del pueblo español.
Y en el resto de la izquierda, en toda España, aunque enfrentada a los planes de Puigdemont, existe demasiada confusión, que impide muchas veces tomar una posición clara en defensa de la unidad y contra la fragmentación.
Es necesario recuperar las mejores tradiciones de la izquierda más revolucionaria, que siempre ha tomado posición por la unidad, hoy injustamente olvidadas o incluso enterradas.
En 1938, en medio de la guerra contra el fascismo y los invasores nazis y mussolinianos, el Partido Comunista de España edita un folleto en el que sintetiza su posición ante la cuestión nacional. Lo escribió Vicente Uribe, miembro del Comité Central del PCE, y ministro en los gobiernos republicanos presididos por Largo Caballero y Negrín.
En él se afirma con rotundidad que los comunistas “al mismo tiempo que los más consecuentes internacionalistas somos los más fieles luchadores y defensores de la República española…; los más decididos enemigos de toda tendencia separatista; los más convencidos partidarios de la Unidad Nacional, del Frente Popular, de la Unidad popular”.
Esta radical defensa de la unidad de este dirigente comunista es absolutamente desconocida para muchos luchadores, e incluso sería hoy calificada de “reaccionaria” por muchos sectores de la izquierda. Es el resultado de una planificada operación para borrar nuestra memoria de lucha.
Frente a todas las tergiversaciones posteriores -que han identificado unidad con reacción y disgregación con progresismo- es en el momento donde la izquierda española es más consecuentemente revolucionaria cuando con más conciencia y firmeza ha defendido la unidad.
Ser internacionalista es ser patriota
Muchos progresistas consideran que la izquierda es internacionalista, y que por tanto hay que rechazar todos los nacionalismos, el catalán y el español.
Frente a estas concepciones, Lenin declaro que “no tengo miedo a la palabra patriotismo si se refiere a la lucha contra el imperialismo”.
En la época del imperialismo, los principales explotadores y opresores son las grandes potencias. Luchar contra su dominio requiere conquistar la independencia nacional en cada Estado, también en España. Por eso el leninismo establece que no se puede ser internacionalista sin ser patriota, sin luchar contra el dominio del imperialismo.
En 1938, Vicente Uribe establece que la guerra es “por la independencia de España”. Señala que el “Estado Mayor” del fascismo está en Berlín y en Roma, y no en Madrid. Y que los generales fascistas “no son sino agentes ejecutores de los planes político-militares del imperialismo fascista italo-alemán”.
Esta es la lucha común de todo el pueblo español, y a ella debe someterse también la cuestión nacional. Enarbolando “la lucha general de todos los pueblos españoles para restaurar y consolidar la independencia e integridad de la Patria”, frente al dominio del imperialismo.
Así lo entendieron la inmensa mayoría de los nacionalistas, que como Companys fortaleció la unidad con el resto del pueblo español para combatir el fascismo.
Los sectores que entonces atacaron la unidad, con proyectos independentistas, fueron precisamente los más reaccionarios, los que pretendían entregar Cataluña a la potencia que los amparara. Como Josep Dencàs, que primero se ofreció a la Italia mussoliniana y luego a la Alemania nazi para que apoyaran la creación de un Estado catalán. O Carles Pi i Sunyer, que fue a ofrecer los servicios de la Generalitat en el exilio a Churchill a cambio de que los aliados, tras la victoria, reconocieran a Cataluña como una nación independiente dentro de la Europa federal.
Es necesaria la unidad popular y nacional para derrotar al imperialismo, y las nacionalidades solo podrán ser realmente libres conquistando, junto al resto del pueblo español, una España independiente.