El nuevo bañador «Jacked» está causando estragos en la credibilidad deportiva de la competición. Federica Pellegrini y Britta Steffen han sido las últimas en batir records enfundadas en lo último en tecnología acuática. El invento viene sembrando confusión en el mundo de la natación desde principios de febrero. Sin embargo ninguna crónica aborda el problema de fondo que recorre al deporte en general.
En los últimos 18 meses se han llegado ha batir 130 records distintos en las iscinas de competición de todo el mundo. Y en prácticamente todos los casos los responsables son los bañadores equipados con nueva tecnología. Al mismo tiempo la polémica se ha agravado cuando la Federación Internacional de Natación – FINA – ha pasado a homologar unos records y otros no, unos modelos de bañador y otros no. El francés Bernard se convirtió en el primer hombre capaz de bajar los 47 segundos en la especialidad al nadar los 100 libres en un tiempo de 46,94 segundos con el modelo X-Glide de la marca italiana Arena en los campeonatos nacionales de Francia. Sin embargo, la marca ha quedado invalidada. Otros fabricantes han conseguido la homologación tras realizar algunos cambios. Lo que ya empieza a llamarse “tecnodoping” en deportes como la natación, el tenis o atletismo, en la Fórmula Uno se conoce como “guerra de los presupuestos”. Los bañadores compuestos de poliuretano, neopreno o papel de aluminio, son como “tablas de surf” para los nadadores, cuestan cerca de los 400 euros y deben ser reemplazados con frecuencia pues van perdiendo sus cualidades. ¿La pega?, se dice que corrige defectos técnicos del deportista de manera artificial. Otros ejemplos anteriores se han dado con el cordaje en el tenis, el material de las pistas, las bolas, las suelas en el calzado de los corredores y saltadores de atletismo, Sin embargo en el deporte del motor la tecnología, que no deja de provocar enfrentamientos, no se esconde en un debate en torno al “tecnodoping”, sino en las posibilidades de acceso a ella de los diferentes equipos y el protagonismo de los pilotos. Desde luego las dificultades de cualquier nadador, o deportista, para acceder a los últimos avances es motivo de preocupación: la elitización del deporte. Pero el fondo del tema está en comprender como el deporte se convierte en el campo de pruebas de las marcas y grandes corporaciones, que no solo buscan los ingresos publicitarios y de derechos de emisión, sino principalmente el desarrollo de los productos que luego serán lanzados al mercado “civil” o reconvertidos para diferentes usos que tengan salida comercial. La competición deportiva se transforma en el motor del desarrollo de la competencia capitalista. No se trata de “injusticia” o “fraude”, sino de poner el deporte en función de otros interese más allá de los que estrictamente deberían mandar.