Biden va perfilando su política exterior

Del «American First» al «America is Back»

«America is Back» («Estados Unidos ha vuelto»), es el próximo eslogan en la Casa Blanca. «Estamos listos para liderar el mundo”, remarca Joe Biden. Más allá de la propaganda -nadie serio puede decir que durante la era Trump la superpotencia se haya desentendido en modo alguno de su hegemonía mundial- ¿qué significa esta formulación? ¿Qué política exterior comienza a perfilarse con Biden?

«Estados Unidos ha vuelto. Listo para liderar el mundo, no para retirarse de él. Listo para confrontar a nuestros adversarios, no para rechazar a nuestros aliados y listo para defender nuestros valores», recalcó Biden al presentar a sus primeros elegidos del equipo presidencial. Un staff que nos da muchas pistas sobre los senderos inmediatos que Biden se propone andar. 

Los primeros nombramientos de Biden parecen cortados con un patrón común. Todos son miembros de élite del establishment político demócrata, considerados «moderados», defensores del mercado y la libre empresa, y bien vistos no solo por el mundo de los negocios -Wall Street ha celebrado los nombramientos con cierres al alza- sino incluso por la mayoría del partido republicano. Todos poseen una formación exquisita, con títulos de las más elitistas universidades de EEUU, la conocida como Ivy League (Harvard, Yale, Princeton, Columbia…). Todos son cuadros de Estado con dilatada experiencia e incuestionable trayectoria en su especialidad. Todos han trabajado en la administración Obama y son defensores de sus políticas.

Pero sobre todo, todos ellos tienen vínculos estrechos -algunos sanguíneos- con Wall Street o con importantes nódulos de la burguesía monopolista norteamericana (como el sector armamentístico o las tecnológicas de Silicon Valley).

Evidentemente, que Biden haya escogido este panel de cuadros -vinculados, como él mismo, a la era Obama- indica su intención de enterrar algunos aspectos de la política exterior de Trump, como el trato degradante (incluso vejatorio) a importantes aliados como los europeos. Y en ese sentido, tratar de “reeditar”, en alguna medida, la línea Obama.

Pero ha sido el propio Biden el que ha querido desinflar las expectativas sobre esta «reedición». «Este no es un tercer mandato de Obama», enfatizó Biden. «Afrontamos un mundo totalmente diferente al que encaramos en la administración Obama». «La gestión del presidente Trump ha cambiado el paisaje», aseguró, pero lo cierto es que el resto del mundo -los actores emergentes o la lucha de los países y pueblos del mundo- también han cambiado considerablemente el marco de contradicciones en el que EEUU debe pilotar su ocaso imperial.

Blinken, el multilateralista… de las bombas

La elección más importante para un presidente de los EEUU -incluso más que la del vicepresidente- es la de Secretario de Estado. El responsable de la política exterior de la superpotencia debe formar un tándem bien engrasado con el titular del Despacho Oval. Las fricciones del primer secretario de Estado de Trump, Rex Tillerson, con Donald Trump, acabaron con el magnate del petróleo defenestrado antes de cumplir un año en el cargo. Sin embargo, Trump y Mike Pompeo se han compenetrado perfectamente.

El elegido para el puesto es Antony Blinken, un cuadro con una robusta experiencia. Fue viceconsejero de Seguridad Nacional y después subsecretario de Estado con John Kerry, durante la presidencia de Obama. Estuvo también en el Departamento de Estado de Bill Clinton. Su sintonía con Biden es total, lleva 20 años trabajando con él.

Los nexos de Blinken con la clase dominante norteamericana son incluso carnales. Procede de una familia bien colocada en las altas esferas de la política (es hijastro de un superviviente de Auschwitz que se convirtió en consejero del presidente Kennedy) y de las finanzas (son banqueros de inversión en Wall Street). Vivió en París durante su infancia y luego, ya en EEUU, se licenció en Harvard y en Columbia.

Blinken es un defensor del «multilateralismo»… tal y como esa palabra se entiende desde los intereses de la clase dominante norteamericana: buscar un liderazgo de EEUU para que los aliados y vasallos defiendan los intereses de Washington. 

Quizá la mejor forma de representar esto sea el concepto «liderar desde atrás» aplicado por EEUU en la agresión de la OTAN contra Libia. Fueron los cazabombarderos de la Alianza Atlántica -franceses y británicos sobre todo- los que redujeron Trípoli a cenizas. La administración Obama -con Blinken como subsecretario de Estado- no tenía que mancharse las manos. Sólo tenía que dar las órdenes.

Con esta forma tan «globalista» de ejercer la hegemonía, Biden y Antony Blinken participaron en el diseño y ejecución de los múltiples conflictos de la era Obama. En los conflictos de Libia, Siria, Irak y Egipto. En las primaveras de colores de Ucrania o Túnez. En los golpes de Estado de Honduras o Paraguay, o en la desestabilización de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina o Brasil. Un «multilateralismo» de bombas e intervención.

Blinken ha dicho arrepentirse de que EEUU apoyara inicialmente la guerra de Arabia Saudí contra Yemen, pero también dice que lamenta que EEUU no haya intervenido de forma mucho más contundente -con tropas en el terreno- en Siria para derribar a Bachar Al Assad. Y es un firme defensor del papel de Israel como garante de los intereses norteamericanos en Oriente Medio.

Esta es la «paloma» que formará tándem con Biden para pilotar la política internacional.

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