Los candidatos dejarán de chupar cámara en el Palacio de la Zarzuela delante del tapiz de Alejandro Magno repartiendo sus riquezas entre los amigos.
Los candidatos dejarán de chupar cámara en el Palacio de la Zarzuela delante del tapiz de Alejandro Magno repartiendo sus riquezas entre los amigos. El Rey no convocará nuevas rondas de consultas y esperará a que los partidos lleguen a acuerdos. Pero los partidos se llevan a matar, a excepción de PSOE y Ciudadanos. Juan Carlos Monedero ve ese encantamiento como el reestreno del pacto de Primo de Rivera con el PSOE para aguantar unos años la Monarquía. Preparan, según el escritor, un pacto contra natura de centroderecha que pasa por la decapitación de Mariano Rajoy.
Mientras se prepara la conjura, algunos se han asustado con el envilecimiento y la frivolidad del nuevo Congreso, que se ha convertido, según ellos, en una discoteca. ¿Acaso preferían que Pablo Iglesias entrara en el Parlamento como Cromwell arrojando el peluco al suelo y diciendo: «Os haré pedazos como a este reloj»? El líder de Podemos besó y se dejó tocar el bullarengue por un colega; pero en cuanto a su actitud política, no ha sido radical ni incendiaria, hasta el punto de que Pedro Sánchez declaró ayer a Susanna Griso: «De todo lo que ha dicho Pablo Iglesias, la única verdad es que ha votado con el PP». Tampoco el partido de los airados toma parte activa en el complot contra Mariano Rajoy que, según Monedero y según fuentes cercanas al Gobierno, maquinan los del Ibex y los políticos que no han ganado las elecciones.
En Ferraz cuentan la pinza al revés. Temen que la abstención de Podemos en vísperas del Primero de Mayo -de la que yo hablaba el lunes- pueda ocurrir perfectamente. Han leído las encuestas de ayer: un varapalo para Podemos; piensan que es sólo el comienzo, que al PP le pasa igual porque sus votantes quieren que se vaya Rajoy. Y Rajoy no se va. Según los portavoces del PSOE y Ciudadanos, Mariano es un tapón y Pablo, su respiración asistida. Creen los socialistas que tanto Rajoy como Iglesias han entrado en la fase de solipsismo o de líder desconectado de la realidad. Apelan a los principios, pero es simple pérdida del principio de realidad, como le ocurrió a Mas o a Rosa Díez.
El complot contra el marianismo va desde Ciudadanos a IU. Con la calavera en la mano, Mariano podría recitar el poema barroco: «Soy un fue, y un será, y un es cansado». La fortuna ha mordido sus tiempos y no hay calamidad que no le ronde. Pero Mariano, que presiente los puñales, insiste en que si le llama alguien del Ibex, lo contará, y en que si su partido lo apoya, seguirá hasta el final. No se ha planteado en ningún momento dar un paso atrás o dejar la Presidencia del Gobierno. Repite para quien quiera escucharle que si hay elecciones será el candidato del PP.
Albert Rivera no es tan amoroso con el presidente como Pablo Iglesias y ha lanzado la consigna de rebelión. Cayo Lara, que es de Argamasilla de Alba, donde los labradores cantan romances, me dice que el PP recuperaría votos si se fuera Mariano Rajoy: «Ha dejado que se lo comiera la corrupción, que ya supera a la de Filesa».