9J: los resultados de los ultras

¿De verdad crecen los votos de la extrema derecha en España?

La ultraderecha es un peligro para las libertades y la democracia, y un elemento tóxico y de polarización en el bronco escenario político. A la extrema derecha de Vox se le suma la -aún más trumpista- lista de Alvise Pérez. Pero ¿han avanzado los ultras en España este 9J? La calculadora dice que no

En unas elecciones europeas donde la extrema derecha ha avanzado de manera notable en varios países de la UE… España ha contenido bien la oleada ultra.

La ultraderecha mantiene en España una presencia política importante e inquietante, su tóxico discurso y su divisiva y polarizante acción política son un peligro para las libertades y la democracia.

Pero no es cierto que avancen. Al menos, no en España.

Desde hace unos años, una ultraderecha que era marginal se ha adueñado de un trozo del escenario político en España.

No son un «fruto de la tierra», por más que sus votantes siempre hayan estado allí, más o menos aglutinados en el espacio de la derecha, y que siempre hayan existido grupúsculos fascistas, neonazis o ultracatólicos herederos del franquismo.

Gracias a un millón de euros procedentes del «exilio iraní» -en realidad una plataforma de intervención de los centros de poder hegemonistas- y al patrocinio de personajes como Steve Bannon, mano derecha de Trump, la ultraderecha de Vox irrumpió en España en 2014 a lomos de la ejecución del proyecto de saqueo contra el 90%.

Desde entonces ha sido alentada, potenciada y financiada por los centros de poder exteriores -como la Conferencia Política de Acción Conservadora ligada al Partido Republicano y a la ‘alt right’ norteamericana, o como un Hazte Oír ligado al dinero del Kremlin- y sectores de la oligarquía financiera española que apuestan por un cambio de gobierno y por aplicar un programa de «recortes sin complejos».

Gracias a estos poderosos padrinos, la ultraderecha ha escalado a tercera fuerza parlamentaria, y gobierna con el PP en varias e importantes CCAA (Comunitat Valenciana, Aragón, Castilla y León, Baleares…). Pero su influencia siempre toca un techo, la de una mayoría social progresista que rechaza su ponzoña ideológica, y su reaccionario discurso.

Han conquistado una importante -y más que preocupante- presencia política, pero cada cita con las urnas pone de manifiesto sus límites, y las elecciones europeas no han sido una excepción.

Vox ha obtenido 1.678.218 votos y 6 eurodiputados, 280.000 votos y 3 escaños más que en las europeas de 2019… pero casi la mitad de los 3 millones de votos que los de Abascal lograron en las elecciones generales de 2023.

A su diestra les ha salido una escisión, aún más -si eso es posible- ultraderechista, fascista y trumpista. La estrambótica agrupación electoral Se Acabó La Fiesta (SALF) del agitador ultra Alvise Pérez ha sacado 800.763 votos, restándoselos -evidentemente- a Vox.

Sólo 7 de cada 100 españoles ha votado este 9 de junio a la ultraderecha. Una proporción preocupante, pero de ninguna manera avasalladora.

¿Entonces avanza la ultraderecha? La calculadora dice que no.

Si sumamos los votos ultras de Vox y SALF, tenemos la cifra de 2.478.981 votos. Son muchos, demasiados. Pero siguen siendo 566.000 votos menos que los 3.044.996 apoyos recibidos por el partido de Abascal hace apenas un año, en las generales del 23J.

Incluso sumando a estas dos formaciones de extrema derecha, constituyen un 14,12% de los votos… y un 6,9% del censo.

Sólo 7 de cada 100 españoles ha votado este 9 de junio a la ultraderecha. Una proporción preocupante, pero de ninguna manera avasalladora. España es, junto a Portugal, el país de la Europa occidental que mejor resiste la ola ultra que recorre el continente.

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‘Se acabó la fiesta’ irrumpe en el Europarlamento con 3 escaños

¿Quién demonios es Alvise?

El agitador ultraderechista Luis Pérez Fernández (Sevilla, 1990) acumula en sus diferentes redes sociales 1,8 millones de seguidores, donde esparce bulos y fake news como quien hace rosquillas, lanza propaganda conspiranoica y negacionista, y defiende ideas fascistas y demagógicas de clara inspiración trumpista. Su medida estrella el 9J es… “construir una macrocárcel para meter a Pedro Sánchez y a todos los políticos”.

Se presenta a sí mismo como un «outsider de la política» y como un antisistema, pero ha trabajado para el extinto UPyD y fue jefe de gabinete de del grupo de Ciudadanos en el Parlament de la Comunitat Valenciana, con Toni Cantó como portavoz.

Acumula condenas y causas judiciales por noticias falsas y difamación contra diferentes personajes políticos y mediáticos -Manuela Carmena, Óscar Puente, José Luis Ábalos, Salvador Illa o la periodista Ana Pastor- que ahora chocarán contra su aforamiento parlamentario.

Como es norma, detrás de cualquier agitador de la ultraderecha encontramos siempre una tenebrosa fuente de financiación (y no son sus seguidores).

Alvise Pérez ha impulsado campañas financiadas y amparadas por Hazte Oír, la filial española de Citizen Go -cuyos lazos financieros con oligarcas rusos están bien documentados- y conectados a la organización ultracatólica secreta el Yunque.

Durante la pandemia, este agitador ultra capitalizó gran parte de las conspiranoias de los grupos negacionistas y antivacunas, y más recientemente, en las protestas del «Noviembre Nacional» contra la sede del PSOE en Ferraz, Alvise ha sido uno de los principales instigadores mediante sus grupos de Telegram, junto a conocidos neonazis como Daniel Esteve de Desokupa, o junto a medios de intoxicación como Estado de Alarma de Javier Negre.

Si hay un exponente de eso que se ha dado en llamar la «máquina de fango», ese es Alvise -alias «Alpiste», o «Condenas»- Pérez.

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Alarma de desencanto

David Bezoar

Si la abstención tuviera un partido, habría ganado de calle las elecciones europeas del 9 de junio, tanto en España como en Europa. Nuestro país no es la nación de la UE donde más se ha desplomado la participación -que por otra parte siempre suele bajar en los comicios al Europarlamento-, pero un 50,78% de abstención es un dato más que alarmante, un aviso a navegantes.

Indica un polvorín de descontento, de malestar, de desafección ante un panorama político donde no sólo no se pone en el centro del debate los problemas reales de la gente de a pie -el empobrecimiento ante el saqueo de bancos y monopolios, el atraco de la vivienda o del precio de los alimentos, la pérdida de poder adquisitivo de salarios y pensiones, la precariedad laboral, etc…- sino que las posibles alternativas son opacadas por un ensordecedor ruido, por una perpetua bronca y una creciente polarización.

Este desencanto, esta desmovilización y esta desafección -que tienen en la abstención un síntoma- son terreno abonado para la demagogia de la extrema derecha, sus «soluciones tóxicas» y sus blancos fáciles (la inmigración, los políticos, la «agenda 2030») que encauzan el hartazgo de buena parte de la población hacia las alternativas de los sectores más reaccionarios de las clases dominantes.

Este desencanto, esta desmovilización y esta desafección -que tienen en la abstención un síntoma- son terreno abonado para la demagogia de la extrema derecha.

El único remedio a este sustrato explosivo es una alternativa en la izquierda, capaz de unir y dar conciencia al 90%, al conjunto de las clases populares, contra los verdaderos responsables de los recortes y el empobrecimiento. Que no son «la derecha y la ultraderecha» -por más que sean sus más odiosos esbirros- sino las oligarquías financieras, dueñas de bancos y grandes empresas, y los centros de poder de las grandes potencias encabezadas por la norteamericana.

Solo desde levantar una alternativa por la Redistribución de la Riqueza, que sea capaz de defender de verdad los intereses del 90% contra sus auténticos enemigos podremos ser capaces de transformar el desencanto en movilización, la desafección en ilusión y participación política, y el hartazgo en energía revolucionaria y transformadora, alzando a millones de personas en pos de la conquista de otro futuro para el país y la gente.

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