Música

De Ravi Shankar a Pepe Habichuela: Alma y Duende

Dice la leyenda que estaba el Dios Shiva en la montaña Mohameru cuando escuchó los sonidos más dulces que jamás se habí­an producido. Shiva envió al sabio Narada a las ermitas del Himalaya para investigar el origen de aquel fenómeno…

Narada llegó a la ermita del sabio Dereda, donde los tonos sonaban con más fuerza. Dereda le exlicó que la culpable de aquello era la misma tierra que pisaba. La ermita estaba rodeada por un bosque de bambú y el sabio había agujereado varias cañas… el viento había echo el resto. Sorprendido ante aquel descubrimiento el sabio Dereda había ligado decenas de cañas a un árbol produciendo el sonido que embrujaba a Shiva. Cuando Narada contó esto a Shiva, la divinidad decidió que ese debía ser el orden de la música dominada hasta entonces por el caos… y el orden se hizo súbita alma y duende. La leyenda es leyena, aunque milenaria. Por eso interesa el caprichoso viento imponiendo un orden musical. La música hindú es considerada la tatara-tatarabuela del “duende” y aunque las raíces históricas del flamenco sea un tema muy discutido, en la historia del pueblo gitano está vivo su germen. De hecho se llamaban a sí mismos “ruma calk” – hombre de las llanuras – y hablaban el caló, lengua que tiene su origen en el maharata, un dialecto hindú.En el 2001, Pepe Habichuela editó Yerbagüena; una mezcla de flamenco y música hindú con musicos de lo propio. Una magnífica pieza discográfica en la que se aúnan secretos. ¿Qué es lo que alimenta ésta fabulosa conexión? Cuando el Alma Universal quiere hablar, aviva la mente, ésta sacude al fuego constante en el cuerpo y ese fuego sacude al viento. Ese viento se eleva por el ombligo, el corazón, la garganta, la cabeza y la boca. El sonido es la NaDa – Na es aliento y Da es fuego – y cada sonido es una acción sagrada – “mutatis mutandi” el Sangita-ratnakara, un texto musicológico del siglo XII -. Con estos retazos integrantes, la música hindú actúa con los múltiples brazos de Shiva para mimetizar cualquier estructura musical manteniendo, al mismo tiempo, su médula ancestral. Con una complicada serie de proposiciones matemáticas, la 8ª hindú de siete notas se subdivide en 22 grados semitonales – sutris -, lo que permite una precisa capacidad de entonación y, por lo tanto, un detalle mayor para desestructurar los componentes de una melodía que todavía no existe. Mientras Bob ha recorrido 1 milla, Ravi ha ido y ha vuelto 2 veces. Dos son los misterios: El primero es la propia existencia de un sistema melódico-rítmico más de 1.000 años antes que su equivalente mahometano. Y el segundo es su capacidad de trance. Según la filosofía hindú sumirse en un flujo sonoro libera de cualquier objeto de cognición. Pero lo que aquí nos interesa se concreta en algo más sencillo, son nombres propios… Desde Ravi Shankar a Trilok Gurtu, o el experimental Talvin Signh, la música hindú ha conectado con todo el planeta, el jazz, el soul, el rock, el pop… hasta la genialidad de Pepe Habichuela en “Yerbagüena”, como el reencuentro con un pariente lejano en el que reconoces los rasgos de tu hermano.

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