Desde el 24 de febrero, Ucrania y sus 44 millones de habitantes vienen sufriendo una brutal agresión, una invasión imperialista cuyos únicos responsables son Putin y los oligarcas de la burguesía monopolista rusa que le sostienen, herederos todos ellos de los más negros aparatos de la socialfascista superpotencia soviética.
Desde hace siete meses la invasión rusa ha provocado decenas de miles de muertos, al menos nueve millones de refugiados y desplazados internos, innumerables crímenes de guerra y violaciones (a las que hay que sumar los que ahora se están conociendo en la localidad liberada de Izium, cerca de Járkov), decenas de ciudades y pueblos bombardeados y reducidos a escombros, y una incontable cantidad de dolor y desolación.
A lo largo de estos meses, desde estas páginas hemos mantenido siempre una misma posición. Denunciamos a la potencia invasora, el imperialismo ruso, y apoyamos sin reservas al país y al pueblo invadido, a Ucrania. Porque ante una invasión imperialista no se puede ser neutral. O se está con los invasores o se está con los invadidos.
Defendemos una salida diplomática, pero el deseo de paz, que todos compartimos, no puede ir en contra del justo e inalienable derecho de la nación y el pueblo agredido a defenderse con las armas en la mano de la potencia invasora, y a recuperar el territorio que les ha sido arrebatado por la fuerza. Por eso hemos dicho, y volvemos a decir “Fuera tropas imperialistas rusas. Solidaridad con Ucrania”.
La exitosa contraofensiva que Ucrania ha llevado a cabo es una noticia esperanzadora para todos los que apoyamos la justa causa de liberación de un país agredido por una invasión imperialista.
Quienes, hablando en nombre de la izquierda, apoyan, justifican o “comprenden” la agresión contra Ucrania, borrando que hay una potencia invasora y un país invadido, se han colocado en el campo del invasor y en el de una ultraderecha europea que hoy trata de borrar sus conexiones con Putin. Los que se alinean con la propaganda del Kremlin han tratado de lanzar la tóxica justificación de que al lanzar su «operación militar especial», Rusia estaba «defendiéndose de la expansión de la OTAN hacia el este», o «desnazificando Ucrania».
Es mentira. La realidad es que -como ya demostró en 1994 y en 1999 en Chechenia, y en 2008 en Georgia) el imperialismo ruso pretende imponer a sangre y fuego el dominio sobre los países y pueblos de las antiguas repúblicas soviéticas. Y Ucrania es la clave de bóveda del agresivo proyecto del imperialismo ruso. Putin y los oligarcas que le sostienen no defienden a Rusia de nadie. Como herederos del socialimperialismo más negro, el invadir países, el aplicar la destrucción total colocando como blanco a la población civil, o el encarcelar o envenenar a los opositores forma parte de su ‘código genético’ de clase.
Pero aprovechando la justa lucha del pueblo ucraniano y el lógico rechazo de los pueblos europeos al imperialismo ruso, la superpotencia norteamericana se presenta como “salvaguarda de la paz”.
EEUU es la mayor fuente de guerra y agresión del planeta. La paz en Europa no va a garantizarse con más OTAN, ni con más encuadramiento del viejo continente en la geopolítica del Pentágono.
Nada más lejos de la verdad. EEUU es la mayor fuente de guerra y agresión del planeta, y aunque en el caso de Ucrania -por sus propios intereses geopolíticos- no esté en el bando de los invasores, Washington sí está detrás de la ocupación israelí en Palestina, de los ataques de Arabia Saudí en Yemen, de la agresión de Marruecos contra el pueblo saharaui o de las maniobras golpistas y desestabilizadoras en América Latina, por mencionar unos pocos. Y por supuesto que la intervención norteamericana en el Euromaidan contribuyó a desestabilizar Ucrania en 2014
La paz en Europa no va a garantizarse con más OTAN, ni con más encuadramiento del viejo continente en la geopolítica del Pentágono. Lo que Europa necesita es ganar autonomía y voz propia, prestando toda la ayuda posible al pueblo ucraniano -en todos los planos: económico, diplomático y militar- al tiempo que encuentra la manera de zafarse de una política de bloques en la que su destino inevitable es perder libertad, soberanía y prosperidad ante la superpotencia norteamericana.
A la vez que se mantiene firme en exigir «Fuera tropas rusas de Ucrania» y en no ceder ante los chantajes de Putin, Europa debe tener una voz propia para impulsar una solución al conflicto y jugar un papel de intermediación, manteniendo abiertas todas las vías de diálogo y diplomáticas que lleven al fin de la invasión imperialista rusa y la paz en la región.