Nuevo rescate bancario de 100.000 millones

De la crisis profunda a la salida traumática

¿Puede un paí­s estar al borde de la quiebra y quienes manejan el 80% de todo su dinero nadar en la abundancia de unos beneficios exorbitantes? A juzgar por los resultados presentados por la banca española, sí­. Mientras el paro se acerca al 20%, centenares de miles de PYMES reducen plantilla o quiebran ante la falta de créditos y el gobierno nos endeuda hasta las cejas para tratar de mantener la economí­a con un pulso vital mí­nimo, bancos y cajas españolas declaraban unos beneficios en 2008 de 17.590 millones de euros, más de 3 billones de las antiguas pesetas. ¿Cómo se explica esto?

Básicamente or dos razones. En primer lugar por el apoyo y la cerrada defensa de los intereses bancarios de los que se ha convertido en abanderado el gobierno Zapatero (en este asunto, curiosamente, con la estrecha colaboración del PP). Apoyo que no se reduce, ni mucho menos, a los 340.000 millones de euros –¡casi 60 billones de las antiguas pesetas!– que ha puesto a disposición de los banqueros para pagar deudas y compensar pérdidas. Aunque esta sea la parte más visiblemente escandalosa. Sino que se extiende al conjunto de leyes y medidas tomadas para salvaguardar los intereses de la oligarquía bancaria.Coge el dinero y corre La última de las cuales consiste en permitir a bancos y cajas que no provisionen más del 50% del valor de una hipoteca que lleve dos años en mora, frente a la legislación actual que exigía provisionar como pérdida el 100% del préstamo fallido. En unos momentos en los que, como consecuencia de la crisis financiera mundial, en la mayoría de países desarrollados se están tomando medidas de regulación más estricta del sector bancario, gobierno y Banco de España toman el camino justamente opuesto. En segundo lugar, por la extrema laxitud con la que los reguladores económicos tratan al sistema bancario de nuestro país. Activos que no se contabilizan a precio real de mercado, sino al que bancos y cajas consideran conveniente para cuadrar sus balances, extrañas operaciones por las que préstamos incobrables, viviendas invendibles y suelo sin urbanizar de grandes constructoras e inmobiliarias se transformas en activos bancarios valorados en miles de millones de euros, créditos cuya garantía real (vivienda, suelo, acciones,…) se ha depreciado en un tanto por cien elevado sin que esto se refleje de ningún modo en el capital del prestamista,… Sólo con que el Banco de España tratara a bancos y cajas con la mitad de rigor que la Agencia Tributaria exige en la contabilidad de cualquier pequeño comerciante o autónomo o con la que cobra implacablemente el IRPF a cualquier trabajador, la solvencia del sistema financiero nacional dejaría paso a un nivel de pérdidas y de situaciones de quiebra real inimaginables. Una realidad que se ha podido maquillar y enmascarar durante cierto tiempo, pero que inexorablemente tiende a emerger al mismo ritmo que la crisis dispara el paro, multiplica la morosidad y hunde el consumo. A tapar esos descomunales agujeros negros del sistema financiero nacional se dirige el segundo plan de rescate aprobado las pasadas semanas. 99.000 millones de euros para bancos y cajas que se suman a los 240.000 ya concedidos en noviembre pasado, en pleno estallido de la crisis financiera mundial tras la caída de Lehman Brothers. Más de un tercio del PIB concedido a la oligarquía bancaria que pagaremos todos los españoles a través del endeudamiento público, la rebaja salarial y las subidas de impuestos. El verdadero motor gripado Se ha convertido prácticamente en un axioma indiscutible que el sector de la construcción ha ocupado en estos últimos 10 años el papel de motor o locomotora de la economía española. Lo cual constituye una verdad a medias. Y por lo tanto permite falsear la realidad y ocultar a los verdaderos responsables de la crisis. Es cierto que en términos de inversión bruta de capital fijo y empleo, el sector de la construcción ha tirado del carro de la economía española desde al menos el año 2001. Pero lo que se no se dice es que todo eso hubiera resultado imposible si detrás de él, alentándolo e impulsándolo, no hubieran estado bancos y cajas. La realidad es que si constructoras, inmobiliarias y promotoras han podido construir a un ritmo tan desaforado que ha habido años en que en España se construían más viviendas que en Alemania, Francia e Inglaterra juntas, es porque, por un lado, bancos y cajas han abierto el grifo del crédito sin miramientos al sector del ladrillo. Más de 400.000 millones de euros concedidos al sector de la construcción. Mientras por el otro, esos mismos cajas y bancos alentaban al mismo tiempo la concesión de créditos hipotecarios, muchas veces por un valor superior al de la misma vivienda y con unas garantías de devolución, dada la precariedad y la baja renta salarial del mercado de trabajo en España, más que dudosas. De esta forma, la oligarquía bancaria de nuestro país –capitaneada por el Santander de Botín– se colocaba en los dos extremos del ciclo, obteniendo sustanciosos beneficios en ambos. En el inicio, bancos y cajas prestaban el dinero con que constructoras e inmobiliarias podían “fabricar” su particular mercancía: las viviendas. Sin esos préstamos multimillonarios jamás habríamos conocido una expansión de esa envergadura. Al final del ciclo, esos mismo bancos y cajas se encargaban de recaudar clientes, mediante la concesión de hipotecas, para que pudieran comprar esa mercancía, que además cada año subía extraordinariamente de precio. En uno y en otro extremo del ciclo, los beneficios principales de esa ingente movilización de capital y de recursos han ido a parar, no a las constructoras como erróneamente se piensa, sino al sector bancario. Lo cual explica a su vez que, con tal de mantener esa tasa extraordinaria de ganancia, bancos y cajas recurrieran al endeudamiento exterior como medio de acceder a la financiación necesaria para poder seguir desarrollando a una velocidad desconocida un mercado hipotecario que les proporcionaba una doble, y extraordinaria, tasa de ganancia. Preparando la siguiente burbuja En ese elevadísimo endeudamiento exterior está, justamente, el origen de que los planes de rescate bancarios en España sean, proporcionalmente a nuestro PIB, los más elevados del mundo. Y la razón principal de que la crisis mundial se esté abatiendo con una ferocidad inusitada sobre la economía española y sobre las condiciones de vida y trabajo de la mayoría de la población. Con el nuevo plan de rescate, el gobierno Zapatero no hace más que manifestar, en los hechos, un triple anuncio. En primero lugar, que el tan publicitado “cambio de modelo económico” no es más que un brindis al sol. Puesto que el problema central de la economía española no es, o no es principalmente, la dependencia excesiva de la construcción, sino la capacidad de la oligarquía bancaria de dirigir al conjunto de la economía nacional allá donde lo impongan sus intereses de concentración y expansión. Al poner como centro de su política económica el rescate bancario, Zapatero no hace mas que preparar las condiciones para la siguiente burbuja financiera. En segundo lugar, que la salvación del sistema financiero constituye la prioridad de su gobierno, puesto que a él dedica el 87% de los recursos públicos destinados a combatir la crisis, mientras que el resto de la población debe conformarse con el 13% restante. Y además correr con los gastos. Confirmando que ésta es una política de Estado, pues en ella tanto PSOE como PP, tanto Zapatero como Rajoy caminan de la mano, aunque en el resto de cuestiones se tiren los trastos a la cabeza. En tercer lugar, que la salida a la crisis para nuestro país, no sólo va a ser larga y dolorosa, sino también traumática. Pues como puede verse en el cuadro del saldo vivo de la deuda bancaria, ésta llega en sus colosales dimensiones más allá de 2013. Y que nadie sueñe con que los grandes bancos centrales van a seguir con su generosa política de inyección de liquidez una vez que las grandes potencias desarrolladas (Alemania, Francia, EEUU,…) hayan resuelto en lo principal su crisis financiera y hayan procedido al inevitable proceso de concentración y reajuste bancario. Entonces habrá llegado el momento de saldar las deudas pendientes con los países más débiles o endeudados. Con dinero o “en especies”. Y no hay que olvidar que el último peaje que se vio obligado a pagar nuestro país –la entrada en el Mercado Común– nos costó el desmantelamiento de una buena parte del tejido productivo y la venta de muchas de las principales “joyas de la corona” de nuestra gran industria. Veremos lo que exigen ahora.

Deja una respuesta