De Guindos y la degradación de España

El ministro de Economía de España, Luis de Guindos, ve reducidas sus opciones de acceder a la dirección del Banco Central Europeo (BCE) tras el varapalo de la Eurocámara, que eligió al irlandés Philip Lane como su candidato.

Aunque la decisión final la tomará el Eurogrupo -el cónclave de los ministros de Economía de la UE- sus opciones se han devaluado. De confirmarse su descarte, sería la segunda vez que De Guindos perdería la opción a hacerse con un puesto de dirección en la UE -ya fracasó en su intento de hacerse con la dirección del Eurogrupo en 2015- y perpetuaría la irrelevancia política de España en la UE. Nuestro país, la cuarta economía de la zona euro, no tiene a ningún representante en puestos relevantes de la UE desde hace 5 años.

Mucho se ha hablado de la falta de apoyo de algunos eurodiputados españoles -en concreto los de PSOE, ICV, Podemos e incluso Ciudadanos- que se decantaron por el candidato irlandés. Los medios de comunicación más afines al PP han bramado contra la «deslealtad a España» de estos grupos parlamentarios.

Lo que no está nada claro es que la candidatura de Luis de Guindos sea precisamente «leal» a los intereses de nuestro país. Si hay algo por lo que se caracteriza el BCE en los últimos años es por haber sido colonizado por hombres fieles… a Washington. Si a lo largo de los últimos años EEUU ha sido capaz de hacer pagar a sus socios europeos las peores consecuencias de la crisis de Lehman Brothers, ha sido en gran parte gracias a que el BCE lleva dirigido desde 2011 por Mario Draghi, director hasta 1990 del Banco Mundial y vicepresidente para Europa hasta 2006 del norteamericano Goldman Sachs, cuarto banco de inversión del mundo, uno de los núcleos de poder de la oligarquía financiera yanqui y uno de los máximos responsables de la crisis originada por la estafa de las hipotecas subprime.

Pero si en España las recetas del FMI y de la troika -es decir, las imposiciones de Washington y Berlín- se han aplicado a rajatabla, ha sido gracias a que al frente del ministerio de Economía desde 2011 está Luis de Guindos, que fue director para España y Portugal de la mismísima filial de Lehman Brothers hasta 2008. Se trata de un ejemplo prototípico del tipo de cuadros, formados y cooptados por la superpotencia e instalados en puestos claves de los aparatos estatales -o como en el caso del BCE, supraestatales- que se aseguran que el devenir económico de los países vasallos de EEUU no se sale de los márgenes de los intereses del otro lado del Atlántico.

Un primer vistazo al currículum del contrincante de De Guindos lanza fundadas sospechas de que el irlandés Philip Lane sea exactamente el mismo tipo de hombre. Doctorado en Economía en la Universidad de Harvard -factoría de cuadros por excelencia de la superpotencia norteamericana-; cátedra de Economía y Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia; investigador invitado en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York (sancta sanctorum de la oligarquía financiera yanqui)… Un dilatado expediente al servicio de los centros de poder de Washington.

Esté quién esté al frente de un aparato de poder de la importancia y relevancia del BCE, debe de contar con el visto bueno de Berlín… y de Washington. Esta es una norma, no escrita, desde hace años.

Pero hay un segundo plano de lectura en torno a todo este asunto.

La persistente apuesta del Gobierno de Rajoy por volver a tener a «representantes de España» en puestos claves de la UE recibe, año tras año, portazos en las narices. Más allá de la «idoneidad» de hombres como De Guindos para que en esos puestos se contemplen los intereses de España, esto se corresponde a una voluntad imperialista por degradar a nuestro país en el tablero europeo (e internacional), para seguir imponiéndole todo tipo de políticas draconianas, de recortes y de secuestro de la soberanía nacional. Degradar a España es una extremadamente útil herramienta para que organismos como la troika -FMI, BCE, Comisín Europea, Eurogrupo- puedan imponernos nuevas y más lesivas reformas laborales, puedan llevar adelante ataques contra el sistema público de pensiones, y puedan cronificar y hacer permamentes los recortes sociales contra los españoles.

En esta batalla no solo está en juego el futuro político de «tapados» como Luis de Guindos, sino el de España y su soberanía nacional contra los dictados de Washington y Berlín.

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