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De Guindos y el hachazo salarial

El ministro de Economía, Luis de Guindos, dijo ayer en Bruselas que “España ha ganado competitividad a través de la devaluación interna”. Cierto. Se refiere a la caída de los costes laborales como inductora del saneamiento económico y la confianza de los mercados. Se agradece la sinceridad. Aunque no lo reconozca expresamente, es una constatación en toda regla de que las incipientes señales de remontada tienen su fundamento en las cifras de paro y la devaluación salarial.

En un seminario organizado por la OCDE, Guindos sostuvo que devaluar el salario es mucho más sostenible que devaluar la moneda –como se hacía antaño para ganar competitividad– porque no tiene “efectos secundarios”. Ahí es donde se retrata el antiguo directivo de Lehman Brothers, Pricewaterhouse, Endesa, etc., pues es evidente que no está pensando en los efectos sociales del paro y la precariedad, tales como el aumento de la pobreza o el alarmante deterioro de los servicios públicos a causa de los recortes presupuestarios.

Todos los estudios son concluyentes. El más reciente, firmado por el llamado Observatorio de la Reforma Laboral, nos dice que el hachazo salarial ha sido de un 10% de media desde la entrada en vigor de la obra predilecta del Gobierno Rajoy (febrero 2012). Y que está creciendo escandalosamente la retribución “mileurista” o “submileurista” de los nuevos puestos de trabajo. Responde a la lógica del sistema que un alto índice de paro arrastre los salarios a la baja en nombre de la competitividad. Pero ojo con el malestar social, que es un efecto secundario cada vez más visible, aunque De Guindos no lo detecte.

El ministro debería revisar el Informe sobre la Situación Social y Laboral en la UE, publicado a principios de año por la Comisión Europea. Dice que encontrar un empleo en España ya no es una garantía para salir de la pobreza y fija en un 12% la franja de españoles en esa situación (con trabajo pero pobres), porcentaje sólo superado por Grecia y Rumanía. La elevada proporción de familias con todos sus miembros en paro (1.832.300, según la última EPA), el alto nivel de paro de larga dirección (88.000 más en los dos últimos años) y la reducción de las prestaciones sociales tienen la culpa de que se haya disparado la pobreza en nuestro país.

Al comienzo de un año que anuncia salarios a la baja e impuestos y precios al alza, se entiende que no cale el discurso del Gobierno sobre una segunda mitad de la Legislatura marcada por la recuperación económica y “los primeros frutos de decisiones ingratas e impopulares”. Ninguna encuesta conocida refleja ese estado de opinión repicado ayer en la tele por la número dos del PP, Dolores de Cospedal. Al contrario. No cede el pesimismo sobre la situación económica. En cambio hay una avalancha de datos que reflejan una creciente satisfacción por la marcha de la economía en los consejos de administración. Ahí la devaluación salarial se ve como la gran precursora de la competitividad y el saneamiento de la economía. Pero en las familias se ve de otro modo. La prima de riesgo y la balanza de pagos no les dan de comer.

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