Ayer abordamos la en esta sección la avalancha de rechazos que la SGAE ha recibido por el cobro del 10% de «derechos de autor» de un concierto benéfico para un muchacho afectado por un síndrome degenerativo. La SGAE defiende que debe recaudar un 10% de los ingresos de taquilla de esos conciertos benéficos -el 10% del presupuesto para los actos solidarios- para pagar a los autores de las canciones, aunque los intérpretes del concierto actúen gratis. De escorpión a sanguijuela.
La SGAE insiste en que “no uede” renunciar a esos ingresos, aunque sea por causas justas, porque al hacerlo se expondría a las demandas de sus asociados:En el recital benéfico del barítono Joan Pons y su hija Joana para a dotar con un hospital a la ciudad de Binde (Ghana) recaudó 2.249 euros; en el festival Entresures de ayuda a los refugiados saharauis exiliados en Tinduf, 3.268 euros; 542 de un concierto benéfico contra el cáncer celebrado en Ordes en el que también actuó Bisbal, con Marta Sánchez y OBK; además del cobro del mismo 10% en diferentes conciertos para la Fundación Víctimas del Terrorismo en los que bandas y directores actuaban gratis, la SGAE se embolsó otros 3.324 euros por un espectáculo en el Palacio de Vistalegre de Madrid, con actuaciones de Miguel Bosé, Andy y Lucas o Revólver, para recaudar fondos para investigar tres enfermedades. Al final sólo la SGAE cobró porque el concierto dio pérdidas.Ante este último caso Bautista, presidente ejecutivo de la SGAE, protesta que “no se diga lo mismo de los técnicos o los electricistas”. Quizás porque ellos no decidieron trabajar gratis y Miguel Bosé, Andy y Lucas, y Revólver sí.La SGAE argumenta que detrás de cada tema pueden haber – y de hecho hay – tres o cuatro personas entre autores, editores… lo que no explica es porque su voluntad es manifiestamente de recaudación. Lo que aquí está en cuestión no es si la SGAE es solidaria o no, los casos de los conciertos benéficos no hacen más que añadir sangre al tema. De lo que se trata es de un cobro de un 10% sobre los beneficios de un espectáculo que están representando – trabajando – otros. Lo que la SGAE considera, en los hechos, es que la línea del desarrollo de la cultura y la producción artística es la de vivir del trabajo de otros; vivir de rentas porque un día se compuso un tema, aunque sea una genialidad o se hayan invertido en él tres semanas de trabajo.No se trata de que autores y editores no cobren derechos por su obra, sino de cómo se gestionan y de cómo se percibe una parte de la riqueza generada por ella posteriormente. Puede sonar ridículo, pero la imagen de un agente de la SGAE asaltando una carnicería porque el canturreo coplero del carnicero atrae a la clientela y le proporciona más beneficios ya no está demasiado lejos.