SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

De cómo España va camino de convertirse en la Ryanair de Europa

Los gestores internacionales que frecuentan estos días los rededores de la plaza de la Independencia, epicentro de la fiebre del hot money que se ha apoderado del país, lo hacen parapetados bajo paraguas de todas las formas y colores, y no porque caigan chuzos de punta, que en Madrid está pegando un sol del carajo, sino para protegerse de la lluvia de brotes verdes que de repente, un día sí y el otro también, ha comenzado a regar nuestras cabezas. Quien dice brotes verdes, dice propaganda electoral.

En ese ambiente de euforia desmedida se citaron el pasado miércoles, en los jardines de la Moncloa, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el omnímodo Consejo Empresarial de la Competitividad con César Alierta a la cabeza. Los jefazos del Ibex han mudado su rictus desabrido de anteriores ocasiones por otro más locuaz, por eso de que, nadie sabe cómo, han pasado de los demonios del rescate a jugar la Champions europea en lo que uno chasca los dedos. Un giro tan copernicano que sólo puede deberse, malician los empresarios ajenos al cónclave, a la astenia primaveral.

Quizá por su carácter marcadamente sajón, los gestores internacionales se muestran menos expresivos que los patrios. Huyen de la complacencia. Tampoco se fían de las estadísticas, sabedores de que cualquier dato, incluso los mejores, lleva consigo su letra pequeña y sus cláusulas abusivas. Una vez pliegan sus paraguas y se sacuden de encima la homilía de los brotes verdes, los foráneos comienzan a hablar sin tapujos: “España, como el resto de Europa, sufre de crisis de liderazgo. Falta talento y cuando lo hay, huye del país. Los datos económicos irán poco a poco mejorando. No nos cabe la menor duda de ello, pero nos preocupa el medio y largo plazo. Nos preocupa el brain drain, la fuga de cerebros, la devaluación de un país que ha transmutado en low cost”.

España, verdad, va camino de convertirse en la Ryanair de Europa. Luego de destruir más de 3,5 millones de puestos de trabajo y meter la tijera a los asalariados, el país comienza a lucir en la solapa las etiquetas de “precios rebajados” y “liquidación total”, y a desprender un tufo a especulación que ha despertado los instintos más bajos del denominado ‘dinero caliente’. Todos se pegan por venir a España igual que se pegan por un billete de avión de la aerolínea irlandesa a doce euros. Si antes la confección de retales o el montaje de vehículos se había desplazado a Asia, África o la antigua Europa del Este, ahora en los powerpoint también figura el nombre de España. ¿Razón de semejante movimiento táctico? El kilo de mano de obra barata.

Como ya se encargan de aleccionarnos por tierra, mar y prensa, el mundo del dinero ha puesto su foco en España. En ese sentido, hay motivos para ver el vaso medio lleno…

El mercado laboral español saca músculo: el paro desestacionalizado cae en 50.000 personas en abril, el mayor descenso en la historia de este mes, y se crean 134.000 puestos de trabajo. EEUU creó 288.000 empleos, siendo la economía española una décima parte de la norteamericana.

La industria recupera su ‘chispa’: la demanda de electricidad de los grandes consumidores creció un 8,4% en marzo frente a la caída del 2% en ese mismo mes de 2013. La cifra, inédita durante la crisis, anticipa una recuperación del consumo.

Vuelven los atascos: las ventas de coches repuntaron en abril un 29%. En el primer cuatrimestre, el tráfico creció un 2,7%, el mayor porcentaje desde el mismo periodo de 2007. El consumo de carburante también sube.

El sector servicios toma velocidad de crucero: el PMI o Índice de Gestores de Compras se eleva hasta 56,5, máximo de siete años. Este dato avanzado, que anticipa por dónde va a ir la actividad económica en los próximos meses, se sitúa por encima de los de Italia, Alemania y Francia, que oscilan entre 50 y 55.

Fin de la morosidad pública: el plan de pago a proveedores, una de las mejores medidas anticrisis pergeñada por el Ejecutivo junto a la tarifa plana de contratación, ha inyectado dinero en vena a las empresas para el normal desarrollo de su actividad. Un balón de oxígeno para pymes y autónomos.

Estos cinco puntos, que bien podrían haber servido para rellenar los treinta segundos del spot de las europeas con el que el PP nos bombardea a la hora de la sobremesa, nos muestran una imagen utopista del país, una imagen que al ciudadano de a pie, auténtico paganini de la crisis, le cuesta compartir. “La calle hay que pisarla”, decía el presidente de ATA, Lorenzo Amor, en una visita reciente a El Confidencial.

No resulta imprescindible pisar el empedrado. No hace falta irse ‘tan lejos’. Basta con echar un ojo a Twitter o WhatsApp para percatarse de la desafección de la sociedad civil. Esta atmósfera un tanto atrabiliaria justifica que haya razones, y muchas, para ver también el vaso medio vacío.

5.933.300, el dato de la infamia: por mucho cambio de tendencia que se vislumbre, cualquier país desarrollado debería avergonzarse de contar con casi seis millones de parados, según la Encuesta de Población Activa (EPA). Teniendo en cuenta este elefantiásico stock de desempleo, harían falta décadas para reducirlo, ya sea vía contrataciones o emigración, lo que hace peligrar la viabilidad del sistema de pensiones.

Los parados se quedan sin prestaciones: según van pasando los meses y no encuentran trabajo, van desapareciendo las ayudas públicas. Es la ‘lacra’ de los desempleados de larga duración. El 41% de los parados ya no cobra ninguna prestación económica.

Los españoles tendrán que hacerse otro agujero en el cinto: habrá que continuar con la política de contención de gastos hasta 2015. Después de los recortes y de la congelación de salarios, la Comisión Europea vaticina más pérdidas de poder adquisitivo. Los sueldos se mantendrán planos este año y caerán un 0,5% el próximo.

No insistan, la banca sigue sin conceder créditos: con independencia de las estadísticas, las entidades financieras continúan sin prestar dinero a las pequeñas y medianas empresas, así como a los autónomos. Reconocen sotto voce que no se fían de ellos. A pesar de los esfuerzos del Ejecutivo, el país continúa fuertemente bancarizado.

El gasto político no disminuye: como decía en este mismo diario el analista Daniel Lacalle, España ha aumentado el gasto público un 48% entre 2004 y 2009 y sólo lo ha reducido ligeramente un 5% desde 2010. La clase política continúa preservando una estructura de Estado que ha resultado obsoleta con el paso del tiempo.

España está sumergiéndose en una peligrosa autocomplacencia y se olvida del pecado original. Peligrosa porque todas las comparaciones anuales se hacen respecto del primer trimestre de 2013, que marcó el suelo de la segunda recesión, y por lo tanto hay un claro sesgo al alza. Peligrosa porque el PIB de España todavía es muy inferior al que había en 2007. Peligrosa porque, de no continuar con las reformas, con más medidas que traten de solventar los problemas expuestos arriba, en diez, quince años, España incurrirá en los mismos errores del pasado y alguien vendrá entonces de nuevo con el cuento de la lechera. Pasó con Aznar, que, lejos de coger el toro autonómico por los cuernos, los inundó de competencias, y puede pasar con Rajoy. No en vano, en este final de legislatura, el presidente de Gobierno y su edecán Arriola no están pensando en la España de 2025, sino en las complicadas elecciones generales de 2015 que ya se aproximan.

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