El Observatorio

David Foster Wallace y la delgada lí­nea roja

El pasado 12 de septiembre se hací­a pública la noticia de que David Foster Wallace se habí­a suicidado, ahorcándose en su casa de Claremont, California. La trágica -aunque no para todos inesperada- noticia provocó una auténtica conmoción, tanto entre los centenares de miles de devotos lectores en todo el mundo de quien estaba considerado como uno de los escritores más radicales y lúcidos del actual panorama literario norteamericano, como entre muchos crí­ticos y escritores -de su generación y de las posteriores-, entre los que tení­a una enorme reputación literaria. De esa conmoción, de ese aprecio y de esa reputación nació, casi de forma espontánea, la idea del espléndido «dossier» publicado por Quimera, que no tiene nada de académico ni de erudito, pero que está lleno de «fogonazos» que iluminan el rostro ya borrado de DFW. Hemos recogido aquí­ algunos fragmentos de esos fogonazos.

Juan Trejo (“DFW y la delgada línea roja”) … ¿or qué este brote espontáneo de afecto? E incluso ampliemos la pregunta un poco: ¿puede decirse que DFW ha dejado algo duradero más allá de un puñado de filiaciones? Y cuando hablo de filiaciones me remito, precisamente, al hecho de que la ola afectiva que llegó hasta nuestra revista nació de los integrantes de una determinada franja generacional de la literatura española. Sé que el término no agrada a nadie, y que por lo general es más bien inútil, cuando no directamente ofensivo, pero creo que en el caso DFW, curiosamente, sirve para trazar la delgada línea roja que indica el corte generacional en España. Los textos de DFW parecen desplegar una frecuencia de onda, tanto por la panorámica de la intimidad que traza como por los materiales que utiliza para ello, que la generación anterior (tanto de escritores como de críticos) no captan en su totalidad; o mejor dicho, captan de forma distorsionada, alterada más por el prejuicio, quiero creer, que por la incapacidad lectora, analítica o de disfrute. (…) Así lo demuestra el desinterés de la generación anterior, la del Johnnie Walker y el Winston, o el desatino de la crítica, que cuando no se ha limitado a negarle la posibilidad de una oportunidad justa, lo ha aceptado sin más, prescindiendo de razonamiento alguno, como parte integrante de una de esas vacuas etiquetas que tanto nos gustan a todos: nueva literatura norteamericana, next generation… (…) … Y es que una de las principales virtudes de DFW ha sido el ejercer de aglutinador para toda una generación, ya sea por sus libros o por su actitud ante el hecho en sí de la creación literaria. Juan Francisco Ferré (“El cadáver exquisito de W”) … El cadáver bamboleante de W ocupará con su sombra traumática la trastienda la literatura norteamericana durante décadas. ¿Una broma recurrente y pesada lanzada contra el sistema literario que lo había consagrado? ¿Un desenlace cruento a una vida desesperada? ¿Una interrogación abierta dirigida a toda una cultura, cuyo malestar íntimo encarnaría con tan violento gesto? ¿El fracaso de la farmacopea en un cerebro atrapado en la potencia inaudita de su propio bucle autorreflexivo? Veremos. … W era el gran cartógrafo de la desquiciada conciencia posmoderna en la fase histórica de su hipertrofia tecnocrática y su consiguiente anhelo de anulación. Y vivió en su vida, sin poder evitarlo, las mismas contradicciones de las que acusaba a la cultura a la que pertenecía. … W instala su narrativa, a imitación de DeLillo y otros profetas mediáticos de su generación, en el espacio inmaterial de la señal, la información y la imagen televisivas “como agentes del caos espiritual y no del orden social”. “Cuantas más conexiones más caos y más difícil resulta elegir algún significado en el mar de señales”. … El amazónico mundo literario y la prensa más o menos especializada no restaron, en vida, críticas al estilo exuberante y ensimismado de Wallace (desde medios culturalmente conservadores o progresistas, no importa en estos casos), como si su gran contribución literaria no residiera precisamente en el modo en que dinamita desde dentro las estructuras racionales, comerciales y burocráticas del lenguaje contemporáneo y lo fuerza a reconocer así su colonización efectiva por los valores del capitalismo. Ricardo Menéndez Salmón (“Cinco fragmentos para un mapa del final de los tiempos”) … La incomprensión es el vínculo de la especie y DFW su rapsoda: nadie como él en sus textos, por debajo del aspecto retozón, a menudo desopilante de su prosa, para radiografiar el malestar de una época. Si se canta lo que se ha perdido, en literatura se diagnostica lo que se padece: un hombre frente a una tarea ingente; así me imagino a veces al escritor de Bloomington, el tipo que acabó balanceándose en la supercuerda de su talento: un héroe intelectual en completa soledad. Robert Juan-Cantavella (“David Foster Wallace en directo”) …En su texto “Arriba, Simba”, publicado originariamente en la revista “Rolling Stone”, DFW recoge una interesantísima tradición literaria americana: la cobertura de una campaña electoral por parte de un escritor a través del seguimiento de uno de los candidatos. Entre otros, Hunter S. Thompson, un escritor cuyos puntos en común con DFW veremos que son tan reveladores para el género como sus diferencias, ya lo había hecho en 1972 con Nixon y precisamente para la misma revista. … HST es más arrogante. También más directo, más hostil, más insolente. Los dos parten de la idea de que un político el respeto debe ganárselo, y de un marcador que al principio está a cero. Pero digamos que HST tiene menos paciencia. En parte porque se ve a sí mismo mucho más metido en la cosa política (…). Pero sobre todo porque puede permitírselo, y esa sí que es una diferencia fundamental, que tiene que ver con aquel arco temporal y el Nuevo Periodismo que transcurre mientras tanto. Y es que a su pesar, HST es algo así como un idealista, o por lo menos lo es en mucha mayor medida que DFW. HST ha asistido al descalabro del sueño americano, es cierto, y de hecho escribe sobre el tema largo y tendido, pero aunque sea en términos negativos, el sueño americano forma parte de su imaginario (le dedica “Miedo y asco en Las Vegas”). Lo que en él es rabia, en DFW es cinismo. Agustín Fernández Mallo (“Omega Man”) … Wallace tiene aspecto de campesino de figurita de Lladró, lo imagino escribiendo como quien pasa una máquina cortacésped a América, descubre agujeros, se mete, es un topo que almacena galerías, búnkeres, redes clandestinas de abastecimientos simbólicos (…). …David Foster Wallace, el joven que hizo una novela de 1000 páginas cuando aún era más joven, por fin nos ha saludado. El hombre que hizo la novela más estable de finales del siglo XX se ha vuelto de repente líquido, espectral, inestable. La Generación X ha despejado su incógnita. BIBLIOGRAFÍA DE DAVID FOSTER WALLACE (en español):- Novelas: “La broma infinita” (1996) (Mondadori, 2002) – Relatos breves: “La niña del pelo ralo” (1989) (Mondadori, 2000); “Entrevistas breves con hombres repulsivos” (1999) (Mondadori, 2001); “Extinción” (2004) (Mondadori, 2005). – Ensayos: “Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer” (1997) (Mondadori, 2001); “Hablemos de langostas” (2003) (Mondadori, 2007).

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