SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Curso de ajedrez: crisis, Catalunya y Podemos

Las expectativas reales de la economía en un entorno europeo difícil; Catalunya y un objeto político no identificado llamados Podemos perforando las encuestas. Estas son las tres coordenadas básica –comunicadas entre sí– de un curso que ni siquiera puede decirse que empieza, porque en realidad comenzó el 2 de junio con la abdicación del rey Juan Carlos. Se ha llevado a cabo una fuerte devaluación interna, con sufrimiento social, exclusión de los jóvenes y merma general de las expectativas, que no se ha visto correspondida por la ejemplaridad pública.

Desde hace más de tres años, las noticias sobre la corrupción tienen sección fija en todos los telediarios. Llega la hora de la factura política y no se sabe a ciencia cierta cómo funcionarán los amortiguadores. No ha habido grandes huelgas generales, pero muchísima gente aguarda con la papeleta del Partido de la Ira entre los dientes. En Catalunya, inflamada, movilizada y festiva, la idea de rehacerlo todo se ha vuelto tan intensa, que puede acabar girando sobre sí misma.

En Alemania están preocupados. Francia, en depresión; Italia, en recesión; Gran Bretaña, en referéndum, España, en turbulencia y Polonia, bien comunicada con Estados Unidos, encabezando el frente contra Rusia.

El temor a una nueva recesión europea, expresado el viernes en Bruselas por el ministro de Economía Luis De Guindos, mientras la deuda pública española alcanza el 100% del PIB. Las consecuencias económicas de las sanciones a Rusia. La factura de la OTAN revisada al alza y el coste de la expedición para parar los pies a los del califato de Bagdad.

La posibilidad de que la dolorosa devaluación interna no se traduzca en una mejora social suficiente en los próximos meses. Las elecciones municipales y autonómicas están ahí –en mayo– y nadie las puede sacar del calendario. Esas elecciones vienen envenenadas y en las bases del Partido Popular, hoy gran administrador del poder local en España, hay muchos nervios.

En una reciente reunión de la cúpula del PP en Sigüenza, en la que sociólogo Pedro Arriola expuso las perspectivas del curso –según él, el problema principal lo va a tener el PSOE–, Rajoy tuvo que hacer una llamada al orden: España es hoy garantía de estabilidad en Europa, la economía mejorará, el PP puede recuperar votos de la abstención y se tomarán medidas adicionales para evitar el castigo electoral.

Primera medida: España no figura en la coalición occidental para intervenir en Iraq y Siria; adiós José María Aznar, adiós Ana Botella. Segunda medida: más que probable retirada de la ley del aborto –lo adelantaba ayer la periodista Lucía Méndez en El Mundo–; adiós Alberto Ruiz Gallardón, adiós cardenal Antonio María Rouco Varela. (La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría viaja mañana a Roma para entrevistarse con el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin). Tercera y mayúscula medida: máxima firmeza ante el “desafío soberanista” de Catalunya; pulverizado Jordi Pujol, el 9 de noviembre será el Día de la Firmeza del Partido Alfa de las derechas españolas, por muy gigantesca que haya sido la manifestación del Onze de Setembre. Los planes de contingencia ya están redactados y no descartan, como medida extrema, la suspensión parcial de la autonomía (toma de control de los Mossos d’Esquadra) y la apertura de acciones penales contra el presidente de la Generalitat. Cuarta medida, por no decir que la primera: reforma de la ley electoral municipal para reforzar al partido más votado. No se puede cambiar el sistema electoral autonómico, porque está dentro de los estatutos y se requieren mayorías reforzadas.

La reforma electoral local puede ser la verdadera clave política del curso. Están en juego más de treinta capitales de provincia. El Partido Alfa debe decidir qué piezas sacrifica y qué relación establece con el PSOE: si le protege combatiéndole, o deja que le devore Podemos. El ala derecha quiere una fuerte polarización PP-Podemos. Esa sería la bandera de Esperanza Aguirre en Madrid: la derecha castiza contra el colectivismo bolivariano.

El problema es el método. No es lo mismo un premio de mayoría a partir del 40%, que una segunda vuelta abierta a más de dos partidos. No hay unanimidad en el PP –algunos barones recelan de la segunda vuelta– y se buscan aliados. CiU se ofreció hace quince días (más la U que la C), pero entre la Diada y el 9 de noviembre ese pacto es casi imposible. Atención al dato: el cambio de régimen electoral local es también muy importante para el combate de judo que esta semana inician CDC y ERC y que podría desembocar en elecciones catalanas anticipadas en enero o febrero del 2015, antes de las municipales. El alcalde de Barcelona, Xavier Trias, ya se ha pronunciado a favor de la segunda vuelta.

Todo es muy complicado –al menos siete tableros de ajedrez simultáneos– y a la vez relativamente simple. En 2011, después del derrumbe definitivo de la experiencia Zapatero, el PP optó por hacerse cargo en solitario, sin pactos, sin alianzas, sin amistades, de la gestión de la crisis, con el propósito de forjar un largo ciclo liberal, férreamente pilotado por la élite funcionarial del Estado; dejar paralítico al PSOE y ajustar las tuercas a Catalunya. Ahora, todo es turbulencia

Deja una respuesta