Salud

¿Curar?, ¡no!, vender.

El Gobierno pretende regular los permisos genéricos – utilización temporal – para los medicamentos. El año pasado hubo 60.000 solicitudes para recibir tratamiento con un fármaco que todaví­a no está aprobado en España; un 35% que afectó a fármacos para un uso que no figura en las especificaciones y un 15% a medicamentos en fase avanzada de ensayos. El Ejecutivo pretende agilizar los trámites burocráticos que someten a la espera a miles de enfermos. Una pequeña mejora que todaví­a a de prosperar, pero que inevitablemente obliga a poner encima de la mesa la necesidad de una ley que regule la ética de la experimentación, producción y comercialización de fármacos.

Las oderosas empresas farmacéuticas han visto enormemente afectada su imagen en los últimos años. Desde el 2001 al presente año el porcentaje de ciudadanos que perciben como positiva la labor de investigación y producción de medicamentos por parte de los grandes grupos ha pasado del 90% al 44%. Y no faltan razones. A principios del año pasado, un equipo de científicos denunciaba que casi un tercio de los estudios realizados sobre medicamentos antidepresivos nunca llegan a aparecer en publicaciones médicas, y casi todos ellos parecen demostrar que el medicamento probado no funciona. Recientemente publicamos en estas mismas líneas los recientes resultados que dan al traste con la íntima relación, que hasta ahora avalaban multitud de estudios, entre la genética y los antidepresivos. Según estos investigadores, liderados por el científico Erick Turner de la Universidad de Oregón, en los estudios que sí se publican, los resultados desfavorables han sido remodelados para que el tratamiento parezca más efectivo de lo que realmente es: "La publicación selectiva puede llevar a los médicos a tomar decisiones erróneas en las prescripciones, que podrían no ser lo mejor para sus pacientes, y por lo tanto, para la salud pública", lo que el equipo ha denominado "efecto cajón de archivo" basándose en 74 estudios incluidos en el registro de la Administración estadounidense de Alimentación y Medicamentos – FDA, en sus siglas en inglés – entre los que se encuentran algunos como el del Zoloft de la multinacional Pfizer. Arancha Desojo es farmacéutica y experta en cooperación sanitaria: "Un buen número de médicos y algunas compañías farmacéuticas se han empeñado en hacernos creer que la actualidad es una de las épocas con más enfermedades, muchas de ellas nuevas, de la historia de la Humanidad. Han convertido en estados patológicos procesos que no lo son con el fin de poder someter a tratamiento a pacientes con síntomas reales que conforman falsas dolencias" “Los inventores de enfermedades” se ha convertido en un número uno de ventas en Alemania. El libro es obra de el científico y periodista Jörg Blech, y plantea alguna de las claves del problema: "Los grupos farmacéuticos contratan a cientos de empresas especializadas en realizar ensayos, las cuales por su parte, colaboran con miles de médicos. Estos son finalmente los que reclutan a las personas en las salas de espera y reciben primas a cambio. Es la industria farmacéutica quien tiene en estos momentos un papel clave en la medicalización". Primero la multinacional genera un nuevo producto, después se concretan las características de la dolencia a la que ese medicamento va dirigida, y a continuación se organizan congresos donde invitan a médicos para informarles de los últimos estudios -realizados por ellos mismos- y hablarles de esa nueva enfermedad. Al mismo tiempo se ponen marcha enormes y costosas campañas publicitarias, y empiezan a aparecer artículos en la prensa en los que se habla de la nueva enfermedad. Como dice Arancha Desojo, se trata de "hacerle creer” – a los pacientes – “que la suya es una enfermedad de importancia cuando, la mayoría de las veces, es una cuestión de carácter, de disconformidad con sus circunstancias vitales o de conducta impropia. Esta confusión aumenta la disconformidad con la propia vida y aumenta falsamente el número de enfermos" Así también se dirigen las investigadores en función de la cantidad de síntomas que pueden paliarse, no de curar la enfermedad. Más medicamentos, más clientes, más ventas por cada cliente. Según un estudio realizado en el 2005 por la Organización Europea de Enfermedades Raras, en el que participaron 6.000 pacientes de 17 países, las personas que padecen "enfermedades raras" tienen que esperar hasta 30 años para conseguir un diagnóstico correcto. Después, no hay medicamentos para el tratamiento. Ante esta situación en la que miles de personas se ven enredadas en una especia de collage farmacológico y calvario burocrático, en definitiva, porque la producción de medicamentos no tiene como objetivo curar… algo más que la agilización administrativa de los trámites habríamos de exigir.

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