Javier Sánchez es miembro de Vía Campesina y representante del sindicato COAG. La Vía Campesina es un movimiento internacional de campesinos y campesinas, pequeños y medianos productores, mujeres rurales, indígenas, gente sin tierra, jóvenes rurales y trabajadores agrícolas, que defienden los valores y los intereses básicos de sus miembros. Son un movimiento autónomo, plural, multicultural, independiente, sin ninguna afiliación política, económica o de otro tipo. Las 148 organizaciones que forman la Vía Campesina vienen de 69 países de Asia, África, Europa y el continente Americano.
Cuál es tú valoración de la Cumbre, cuando los líderes del G-8 no han hecho ni acto de resencia? Esta Cumbre pasará a la historia como una oportunidad perdida porque en medio de una triple crisis, financiera, climática y alimentaria, esa ausencia de los jefes de Estado indica que no tienen ninguna intención de poner las soluciones encima de la mesa para empezar a paliar el hambre en el mundo. Hay tres claves: primero se hablaba de la nueva gobernanza, es decir, un espacio, una estructura desde la que se podía empezar a cambiar las cosas. Estaba la estructura de la ONU, la FAO, el Programa Mundial de Alimentos y el organismo que se encarga de recoger las donaciones. Y por otro lado el intento que hubo en enero en Madrid de crear una comisión de expertos en la que las multinacionales camparan a sus anchas. En el foro paralelo en el que nos hemos reunido Vía Campesina, ONGs y otras organizaciones sociales, dejamos claro que hay que continuar en el marco de la ONU, porque en él cada país tiene un voto y tiene cabida la sociedad civil. Y desde el Comité de Seguridad Alimentaria debatir las políticas necesarias, alimentarias y agrícolas. Esa era la hoja de ruta. Los jefes de Estado del G-8 y el G-20 han dejado claro que prefieren la hoja de ruta de las multinacionales que en medio de la crisis siguen aumentando beneficios. ¿Cuáles son las diferentes actitudes o posiciones de los países asistentes? Hay un contexto generalizado en el que países como Brasil ha dejado claro que no va a dejarse llevar por la estrategia de la UE y de EEUU, que son los que han comandado con el Banco Mundial, el FMI, y desde el 94 la OMC, el modelo neoliberal que ha fracasado. Lo que tampoco pueden hacer estos países es ocultar que el modelo sigue sin cambiar, que hay 200 multinacionales a sus anchas deforestando el Amazonía, con una estrategia empresarial que devasta miles de hectáreas para los agro-combustibles, o hace desaparecer 2.000 explotaciones al día en la UE. ¿Es el apoyo a los pequeños productores la base de otra política? Desde la primera revolución verde se está hablando del modelo de la gran explotación que se pretende hacer creer que es la solución. Hay que volver a las explotaciones agrícolas de pequeña escala, porque en ese modelo está la capacidad para abastecer a la sociedad. No hay un problema de cantidad de alimentos, eso no son más que cantos de sirena de los que nos han traído hasta aquí. Poner los fondos públicos en estas pequeñas explotaciones con reformas agrarias adecuadas, con acceso a las tierras, acceso al agua, a las semillas y a los créditos, demostrará como pasó en los 60 con países que se autoabastecían y destinaban el 70% a la exportación, se demostrará que la soberanía alimentaria, el derecho de cada pueblo a decidir sobre su política alimentaria es el único camino alternativo. Entonces, ¿realmente no hay un problema con la cantidad de alimentos? No hay problema ninguno con la producción. En Mali, por ejemplo, en vez de tener políticas que les permitan acceder a las tierras y disponer del agua de sus ríos para el cultivo de arroz, le regala a una empresa de Libia 10 mil hectáreas de las más fértiles para la producción de arroz. Ahí hay una diferencia de políticas. Solo este año 47 millones de hectáreas en el mundo están siendo compradas en el gran mercado por grandes multinacionales del sector automovilístico como por estados que las adquieren en Indonesia, en Mali, en Madagascar, Mozambique… es justo lo contrario de lo que necesitamos. ¿No es por eso la soberanía nacional y la independencia una reivindicación fundamental? Es complementario. Por una parte necesitamos organismos internacionales como la FAO que pueda establecer una mejor gobernanza que garantice la participación de la sociedad civil y de movimientos como Vía Campesina que agrupamos a más de 200 millones de personas, y por otra la independencia para aplicar políticas públicas. Hay ejemplos claros como el de Bolivia, donde se está empezando a trabajar con políticas de soberanía alimentaria, también en Venezuela o Ecuador. También en Brasil y otros países ha pasado a ser un artículo de la propia Constitución. E incluso en países como el nuestro se trabaja por potenciar los mercados locales, agro-ecológicos, de trabajo conjunto entre productores y consumidores, de relación directa y conocimiento para recuperar un modelo de alimentación que la gran distribución se ha cargado por completo.