Visita de Clinton a Japón:

Cultivando el autocontrol nipón

La primera escala del viaje de Hillary Clinton a Asia ha concluido. La secretaria de Estado insistió en que Japón supone «la piedra angular» de la polí­tica de seguridad estadounidense en el área de Asia Pací­fico y que EEUU y Japón, primera y segunda economí­a del mundo, «trabajarán juntos» para hacer frente a las actuales dificultades financieras. Pero más allá de los acuerdos públicos, lo que ha quedado oculto es el verdadero papel que EEUU concede a su relación con el viejo Imperio del Sol naciente.

Según se ha informado, los acuerdos más destacados alcanzados con su homólogo jaonés, Nakasone, han sido: 1º.- El primer ministro japonés, Taro Aso, será el primer líder extranjero en visitar al presidente estadounidense, Barack Obama, en la Casa Blanca, el próximo martes 24 de febrero. Interpretado como muestra de la importancia que EEUU otorga a las relaciones con Japón. 2º.- La recolocación de 8.000 marines estadounidenses actualmente instalados en la isla japonesa de Okinawa y que se desplazarán al territorio estadounidense de Guam. Japón correrá con más de 6.000 millones de dólares de los gastos para la reubicación. 3º.- Sintonía en sus posiciones acerca de Corea del Norte a la que la responsable de la diplomacia de la superpotencia advirtió con la ruptura de las negociaciones. Todo esto en medio de sucesivas declaraciones acerca de la voluntad de caminar juntos para dar respuesta a los desafíos que suponen la crisis económica y el cambio climático.Pero el mar de fondo de la visita ha quedado oculto y nada mejor que descubrirlo de la mano de uno de los más valorados estrategas yanquis, Brzezinski, ex consejero de Carter y actual asesor de Obama. Brzezinski define el papel de Japón como la “paradoja” de la periferia oriental de Eurasia: posee el potencial necesario para ejercer un poder político de primera clase, pero prefiere evitar “la tentación de ejercer un dominio regional actuando, en lugar de ello, bajo la protección estadounidense”. Esto que Brzezinski califica de “perfil político japonés de autocontrol” permite, según nos dice, que “los Estados Unidos desempeñen un papel central en materia de seguridad en el Lejano Oriente”. Para nuestro estratega, “la alianza EE UU-Japón ha sido definida a menudo —correctamente— como la relación bilateral más importante para los Estados Unidos”, no es un jugador geoestratégico, pero dado su evidente potencial para pasar a serlo rápidamente –sobre todo si China o EEUU alteran sus actuales políticas- los EEUU tienen la “obligación de alimentar cuidadosamente la relación bilateral con Japón. Los Estados Unidos no tienen por qué controlar la política exterior japonesa, pero sí deben cultivar muy sutilmente el autocontrol japonés. Cualquier reducción significativa de los vínculos políticos entre Estados Unidos y Japón ejercería un impacto directo sobre la estabilidad de la región”.Es decir, un Japón emasculado política y militarmente resulta imprescindible para la estrategia global norteamericana. Sin embargo, actuando como una auténtica cabeza borradora, ningún medio ha considerado conveniente recordar el origen de la especial relación de los EEUU y Japón y de lo que Brzezinski califica cínicamente de “autocontrol”.El país fue ocupado por las tropas del general Mac Arthur durante 7 años al finalizar la II Guerra Mundial. En este periodo los norteamericanos impusieron una reorganización completa, depurando a los principales cuadros no sólo políticos y militaes; 2.500 ejecutivos de las principales empresas japonesas tuvieron que abandonar sus puestos, se disolvieron las agrupaciones del capitalismo monopolista japonés y se impuso la Constitución que incluía en el artículo noveno, la prohibición a Japón de poseer un Ejército y fuerza militar propia. En la actualidad hay 130 instalaciones militares norteamericanas que incluyen 89 bases y más de 50.000 fuerzas. La mayor parte de las instalaciones están desplegadas en la isla sureña de Okinawa que permaneció ocupada hasta 1972, allí existen hoy 37 bases militares norteamericanas y alrededor de 26 mil fuerzas del ejército norteamericano. La oposición a la presencia norteamericana es fuente de permanentes conflictos ya que la mayoría de la población la rechaza. La visita de Clinton ha incluido una reunión con el líder opositor Ichiro Ozawa, del Partido Democrático de Japón que según los sondeos podría derrocar a la coalición oficialista que gobernó Japón durante la mayor parte de los últimos 50 años. Ozawa defiende una mayor independencia de Tokio frente a Washington, una postura que le generó conflictos con Bush. Mantiene que la política japonesa en temas como el de Afganistán ha de estar más alineada con la ONU que con Washington y al término de la entrevista con Clinton afirmó: "Una relación en la cual uno es subordinado del otro no es buena. Le dije que sólo se convertirá en una alianza con una relación equitativa". La visita de Clinton, siguiendo las indicaciones del maestro, se ha prodigado en el cultivo del “autocontrol japonés” dando muestras de que la relación preferente hacia China no supone el menosprecio de Japón. Sin embargo, los problemas de fondo del correcto anclaje de EEUU en el Lejano Oriente son bastante más complicados que lo que pueda resolverse con gestos diplomáticos. El propio Brzezinski se hace la siguiente pregunta: Puesto que Japón está intentando definir un papel global para sí mismo, ¿cómo deberían los Estados Unidos gestionar las consecuencias para la región de la inevitable reducción del grado de la aceptación de Japón de su estatus de protectorado estadounidense? Este es uno de los retos con los que deberá lidiar la nueva diplomacia de Washington en Asia.

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