EEUU impone un tope salarial a los ejecutivos

¿Cuánto le gustarí­a que ganara un banquero?

No lo ha hecho ningún gobierno de extrema izquierda ni nadie que pudiera ser tildado de «populista» si estuviéramos hablando de un paí­s de Sudamérica. Han sido Obama y su Secretario del Tesoro, el presidente de la superpotencia imperialista, del sostén del orden capitalista mundial, el que ha decidido tomar la medida drástica de recortar los megamillonarios y obscenos sueldos de los ejecutivos de los bancos y monopolios rescatados por el gobierno de la tempestad financiera.

Desués de un terremoto salen las ratas de todas las cloacas. Mientras el sistema financiero norteamericano, sostenido sobre una imposible burbuja de capital ficticio, se mantuvo montado en un caballo desbocado de beneficios, nadie se pegunto exactamente cuánto cobraban sus ejecutivos y directivos. Y seguramente tampoco hubiera levantado ampolla alguna. “Si hacen ganar mucho dinero y toman decisiones arriesgadas, es justo que ganen mucho”, hubieran respondido la mayor parte de los ciudadanos norteamericanos hace un par de años.Pero después de la hecatombe de septiembre con epicentro en Lehman Brothers, los ciudadanos norteamericanos han visto como una cantidad inimaginable de millones de dólares han viajado directamente del bolsillo del contribuyente a los abismos sin fondo de los agujeros financieros dejados por firmas hasta ese momento absolutamente fiables. Pero no sólo eso: la temperatura de la opinión pública subió varios grados al saberse que los ejecutivos de la Aseguradora AIG –la que había recibido con mucha diferencia más dinero del rescate- , los mismos individuos que habían construido una torre de babel de hipotecas basura y activos tóxicos… se repartían miles de millones de dólares en primas, tal y como estaba estipulado en sus contratos. Y no eran los únicos: los directivos de Merrill Lynch se dividieron el botín millonario del rescate como buenos hermanos y sin reparar en gastos. Otras entidades financieras, muy higiénicas y preocupadas por su imagen, destinaron millones de dólares a cambiar por completo el mobiliario de sus rascacielos o a llenar de mármol de Carrara los urinarios de los jefazos.Para el flamante nuevo presidente norteamericano esto era veneno para la taquilla, y tomó medidas contundentes. Hace dos meses, en medio del escándalo, ya anunció que el gobierno se encargaría de recuperar los millones de las primas con una carga impositiva de hasta el 90% para estos caraduras. Pero Obama y su secretario del Tesoro no estaban dispuestos a tolerar que casos como éstos pusieran en tela de juicio el rescate bancario –justificado con gesto compungido al grito de “sabemos que no es justo, pero si no lo hacemos será el fin”-. Así que decidieron que era el momento de imponer un tope salarial –se habló de 500.000$ al año- a los ejecutivos de aquellas entidades que hubieran recibido o fueran a recibir dinero federal.Dicho y hecho. Obama y Geithner han delegado la fascinante tarea de fijar en concreto la retribución de cada ejecutivo a un famoso abogado llamado Kenneth R. Feinberg. Este letrado, conocido por el público por haber establecido las compensaciones de las víctimas del 11-S, tendrá poderes absolutos para decidir cuantos ceros tendrá el salario de oligarcas tan poderosos como Kenneth D. Lewis, presidente ejecutivo de Bank of America; Vikram S. Pandit, mandamás de Citigroup, y Fritz Henderson, presidente ejecutivo de General Motors. Feinberg decidirá sobre el sueldazo de otros 25 ejecutivos de las siete principales empresas del país y diseñará un sistema de compensación para los directivos de las otras 80 compañias que han recibido dinero del contribuyente. Sin quitar mérito a la iniciativa de Obama superstar, y sin restar importancia a una medida que puede y debe exportarse a otros países donde el Estado ha entregado toneladas de dinero público a las entidades financieras, les revelaré que todo esto tiene un truco: la Casa Blanca no ha limitado los beneficios de esas entidades financieras –lo que sí iría contra la naturaleza del capitalismo- sino sólo los salarios y primas de sus directivos en tiempos de crisis.Y como guinda un detalle: el abogado Feinberg, para más y mejor fama, lo hará gratis: no cobrará ni un céntimo. Lo cual es meritorio sólo según se mire… ¿Cuántos ciudadanos conocen ustedes que pagarían por tener la oportunidad de fijar un tope al salario del presidente del banco al que le pagan la hipoteca?.

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