Serial "El precio del trono"

Cuando Londres quiso ponerse la corona

El tí­tulo del último libro de Pilar Urbano -«El precio del trono»- lanza una pregunta implí­cita. La respuesta que va la autora es rompedora: «Juan Carlos pagó tres precios. Un sometimiento a Franco durante 27 años, puentear a su padre y doblegarse a Washington». Una respuesta que va tejiendo desde los primeros capí­tulos, en los que Alfonso XIII encadena, desde su exilio en Roma, su trono a un hombre: Franco… y a dos potencias extranjeras, Alemania e Italia. Mientras su hijo, Don Juan, será utilizado por un imperio, Inglaterra.

Una monarquía encadenadaEl libro discurre a través de los recuerdos de Don Juan de Borbón, relatados en un estilo “flashback” durante su travesía ya en 1980 a bordo de la Fragata Asturias para repatriar los restos de su padre. Pilar Urbano nos presenta una monarquía determinada a reinar pero encadenada contra su voluntad a los planes de Franco y, a través de él, a la intervención de las grandes potencias extranjeras sobre España. Los borbones contribuyeron a elevar a Franco en consonancia con los sectores de la oligarquía financiera y terrateniente española que buscaron el cobijo de las potencias más agresivas –la Alemania nazi y la Italia mussolinana- para desarrollarse y alejar el peligro de revolución. Por otro lado, la participación de las “potencias democráticas” para aplastar la España popular y preservar sus intereses, aunque más oculta, no fue menor. Tal conjunción de fuerzas subyacía el extremo grado de concentración de poder que llegó a tener Franco. Todo por Franco…«Alfonso XIII gestionó, con la financiación de Joan March, el apoyo de Mussolini para Franco». Ni el general Sanjurjo, que exigía un referéndum sobre la forma de estado; ni Mola y Queipo de Llano, que querían una dictadura con la bandera tricolor; ni el resto de la cúpula militar, sin mando suficiente, cumplían las condiciones para el putsch que quería Alfonso XIII. “Un golpe de mano rápido, silencioso, por sorpresa. Autoritario, pero sin sangre. Pensaba el Rey que Franco, por su experiencia como jefe del Estado Mayor Central, sabría dirigir perfectamente la toma militar de los puntos clave del poder político (…) Alfonso XIII envió a Franco un millón de pesetas por la causa nacional.” … por la guasa de DiosY, fracasado el golpe express de julio, el General Kindelán (que aparecerá más tarde a las órdenes de Churchill), siguiendo instrucciones del Rey, logró ampliar el cupo de generales monárquicos con derecho a voto en la Junta Militar Central donde se iba a elegir al director de la guerra. La correlación de fuerzas inicialmente favorable a Mola viró y Franco acaparó el mando único de la guerra y del gobierno. Más tarde, se autoproclamó “Jefe del Estado español”, arrogándose, tras la guerra, facultades y privilegios reservadas para la realeza, incluido el acuñar monedas con su efigie de perfil. “Caudillo de España por la guasa de Dios”, bromea Pilar Urbano en una entrevista. Franco “usurpó el trono” que reclamaba Alfonso XIII. Monarquía en stand byEn 1941 Alfonso XIII ha perdido toda esperanza de recuperar el trono a través de Franco y abdica a favor de su hijo Don Juan, a quien Franco ofrece “casa y sueldo” en España a cambio de que se adhiera al Movimiento y espere su turno. Los aristócratas “monárquicos por tradición y franquistas por despensa” tratan de convencer a Don Juan para que acepte, pues una monarquía liberal y parlamentaria como la suya, decantada abiertamente hacia Inglaterra, rompía el equilibrio de poderes y abría una peligrosa puerta de entrada a la influencia de la URSS. Don Juan, se negó a ser comparsa de Franco. “A lo largo de 28 años, ambos hombres dirimieron su pleito por el poder. Franco nunca se dirigió a Don Juan como jefe de la Casa Real (…). Don Juan quería quitar a Franco de su puesto. Y Franco había hecho de su poder personal un dogma vitalicio.” “Hombre de paja”Este período de disputa a distancia por el trono ofrece, contado por Pilar Urbano, los límites reales que tenía la monarquía. Inglaterra alienta la conspiración de los generales pro-monárquicos de Franco pero no para restaurar la monarquía. Sólo para garantizar su no beligerancia contra Inglaterra. Churchill encomendó esta misión, llamada Operación San Miguel y San Jorge, al capitán de corbeta «Alan Hugh Hillgarth, cónsul en Palma de Mallorca y agente del MI6-MI5: ”podrá disponer del dinero que necesite para persuadir a los generales más influyentes en el ánimo de Franco» (…) Búsquese un intermediario, un hombre de paja. Español, por supuesto. Ninguno de los militares captados debe siquiera intuir que nuestro Gobierno está detrás de este asunto (…) Ha de presentarse como una iniciativa española: empresarios, financieros y hombres de negocios españoles, horrorizados con la idea de que Franco meta a su país en otra guerra”. “El hombre de paja” fueron dos. El banquero monárquico mallorquín Juan March y el Capital General de Baleares, Kindelán (monárquico y anglófilo, el mismo que hizo posible el ascenso de Franco en Salamanca). El primero convenció a 30 generales y distribuyó los estipendios que el gobierno inglés ingresaba en el Swiss Bank Corporation de Nueva York. La operación no era menor. A lo largo de 1941 y 1942 Londres dispensó 13 millones de dólares, el equivalente a 24.000 millones de pesetas de 1993. Eso sí, “el Gobierno de Su Majestad no está en esta operación, porque… esta operación no existe, como no ha existido esta conversación” (Churchill). Franco lo sabíaEn la primavera de 1942, “de los ocho capitanes generales con mando en plaza –aseguró el agente británico Hillgarth-, siete respaldan un golpe de mano que eche a Franco (para poner a Don Juan)… pero piden un aval por escrito del Gobierno británico. Y justo eso es lo que de ningún modo podemos hacer” Inglaterra sustentaba a Franco y ese era el escollo que tenía Don Juan. Por eso Franco neutralizaba la actividad conspirativa de los monárquicos con simples entrevistas amenazadoras a los firmantes de los manifiestos. El nuevo escolloFinalmente, los reveses que infligió la URSS a los nazis hicieron temer una ofensiva al sur de Europa (invasión de Gibraltar) y forzaron la entrada de EEUU en la guerra. Los aliados desembarcaron en Marraquech (8 de noviembre de 1942), saltaron a Sicilia, disolvieron el fascio en Italia… Don Juan trata de aprovechar la nueva correlación de fuerzas para trasladarse de Suiza a Portugal y lanzar un nuevo órdago para recuperar el trono. Sin embargo se queda sin el aliento inglés (“charlando ante una taza de té, se decían “muy deseosos de ese paso”; pero a la hora de la verdad no facilitaban ni un aeropuerto ni un pequeño avión.”). EEUU no contempla restaurar la monarquía sino apuntalar a Franco en el poder y desmantela, por ello, la iniciativa británica («“era peligroso que quedara en evidencia la mano larga británica en torno a Don Juan”»). Este giro en la situación coloca a la monarquía contra las cuerdas. Pero este será el tema de la próxima entrega.

Deja una respuesta