«El primer banco del país por tamaño y beneficios acumula tropiezos sonoros, se coloca en el escaparate de los torpes y tiene que dar explicaciones». Esta frase, para referirse al Banco de Santander, era impensable hace unos pocos meses, cuando Emilio Botín exclamaba amenazadoramente. «¿Crisis? ¿Quién está en crisis? El Santander desde luego no». Pero desde entonces, Botín ha acumulado tres sonoros tropiezos: Lehamn Brothers, Madoff y Banif. Ahora acaba de anunciar que necesitará cuatro años -el doble de lo anunciado- para devolver la inversión de los clientes de su fondo inmobiliario. Cuando hasta Botín acumula problemas, quiere decir que algo grave está pasando en la banca española.
Zaatero definió a la banca española como “el sistema financiero más sano del mundo”. Meses después, la salud se ha transformado en síntomas de una grave enfermedad. La evolución de los índices de los grandes bancos españoles en los últimos meses ha sido fulminante. BBVA acumula una caída de su capitalización bursátil del 28,77% en lo que va de año y se deja el 67,4% desde su máximo histórico de febrero de 2007. El Santander pierde durante 2009 un 22,64%, y desde su cota máxima un 61,8%. No le van mejor al resto de bancos. Sólo durante enero y febrero, el Popular ha perdido un 29,55%, Banesto un 24,34%, Banco Pastor un 22,27% y Banco Sabadell un 26,8%. Pérdidas muy superiores al 12% de media del índice DJ Stoxx 600 –que agrupa a los principales bancos europeos-. ¿Qué está pasando en la banca española, que hace pocos meses parecía estar aguantando el tirón de la crisis mucho mejor que sus rivales? Ocurre que los dos áliens internos del sistema financiero español, su elevada exposición a la construcción y su abultadísima deuda exterior, están corroyendo su fortaleza a marchas forzadas. El caso del Santander con Banif es significativo. El fondo inmobiliario se ha visto afectado por la crisis de la construcción, y cuando los inversores han decidido retirar su dinero para colocarlo en destinos más rentables, el Santander no disponía de la liquidez suficiente para devolverlo. Para liquidar el fondo sin dejar un agujero de pérdidas es necesario vender sus activos inmobiliarios a un “precio razonable”, algo imposible con la actual parálisis del mercado de la construcción. Por eso Botín se ha auto concedido un plazo de cuatro años para saldar la deuda con sus clientes. Pero este no es un problema particular de un fondo marginal del Santander. Es el principal punto débil de la banca española, que intentó apropiarse de la mayor parte posible de las ganancias del boom inmobiliario a través del fulgurante incremento de los créditos concedidos al sector de la construcción. Estallada la crisis, constructoras e inmobiliarias quiebran, son incapaces de devolver los créditos, y los bancos se quedan con pisos imposibles de vender en la situación actual. La deuda de las inmobiliarias con los bancos asciende a 300.000 millones de euros, y muy pocas podrán saldarla. En algunos casos, como Sacyr o Acciona, es posible recuperar el dinero vendiendo algunas de las “joyas de la corona” de la economía española, como Repsol o Endesa. Pero en la mayoría de los casos las pérdidas son inevitables. A esto se suma la abultada deuda exterior de la banca española –contraía durante el boom, para abastecer la desorbitada expansión de la construcción-, que asciende a medio billón de euros, y por la que los bancos deben pagar en 2009 vencimientos por valor de 75.557 millones de euros. Pagos que están siendo financiados gracias a la nueva emisión de deuda respaldada por los avales públicos. Es decir, la banca española está trampeando el estallido de sus áliens internos sobre la base de desmantelar sectores estratégicos de la economía nacional como el energético, o alimentándose de multimillonarias subvenciones públicas que todos pagamos. Pero este camino tiene un recorrido irremediablemente limitado. Y después, los Botín y compañía pueden contemplar como la crisis les estalla a ellos en las manos.