Por Adrián Martí­nez

Crisis, recortes y salud mental

De las investigaciones realizadas desde 2000 se desprende el impacto negativo de la misma sobre las condiciones de vida y el bienestar de la ciudadaní­a. En nuestro paí­s las elevadas tasas de paro asociadas a las dificultades inherentes a la vivienda y, en general, a las penurias materiales y económicas, han colocado a un grupo creciente de ciudadanos en situación de desprotección. Varios años después del inicio de la recesión, ciertos estudios realizados en nuestro paí­s describen un empeoramiento de la salud mental y autopercibida.

España se ha convertido en un más que aceptable banco de pruebas para estudiar los efectos de la crisis debida a su crudeza y duración. El desempleo, que en 2006 rondaba el 6% para los hombres y el 11% para las mujeres, alcanza ahora el 21%, habiendo llegando hace tan solo unos pocos meses, a cotas de hasta el 26 %. En 2012, y según el Observatorio de la Realidad Social de Cáritas, había tres millones de personas en situación de pobreza severa. Ese mismo año, los bancos se quedaron con más de 30.000 primeras viviendas por impago de hipotecas. El dato equivalía a una media de 115 desahucios por día hábil. Uno cada 15 minutos. Por otro lado España ha experimentado el mayor incremento en desigualdad económica de la Unión Europea, casi cinco veces mayor que la media de la UE-15, según el Informe de Exclusión y Desarrollo Social de Cáritas y la Fundación Foess. Estos catastróficos datos tienen que ver con la correlación entre la prevalencia de la enfermedad mental y la desigualdad de ingresos lo que sitúa a España ante una posible “epidemia” de trastornos mentales. La profundidad de la crisis padecida y en especial el alcance de los recortes introducidos por nuestro gobierno en el estado del bienestar, en el que la sanidad es un pilar fundamental, ha tenido consecuencias, con frecuencia dramáticas, sobre los principales indicadores sanitarios. «A pesar de que casi todos los países europeos se han visto afectados por la actual situación económica, España entra a formar parte del conjunto de países con peores consecuencias»

. Los años de recesión han pasado factura a los indicadores de prevalencia de enfermedades crónicas. En los últimos tres años (el último informe disponible es de 2012) han aumentado dos puntos porcentuales. Un clarísimo síntoma de la incidencia de la crisis es el número de ingresos hospitalarios por enfermedades mentales, que repuntó en 2013. Las cifras más sorprendentes se encontraron en el aumento de la depresión, la ansiedad y otros trastornos mentales, especialmente en la población de 55 años o más. En el grupo de mayores (75 años o más) el porcentaje de la población que padece dicho problema aumentó en casi 10 puntos porcentuales.

Al mismo tiempo la utilización de medicamentos antidepresivos en nuestro país se ha triplicado en los últimos 10 años, según los datos publicados por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), que analizando dicho consumo destacó que en 2000 el número de dosis por cada mil habitantes y día -por todos los antidepresivos y ansiolíticos conocidos- consumidas fue de 26,5, y en el año 2013 se registraron 79,5 dosis consumidas. El consumo total de estas sustancias durante los citados años supone un incremento del 200% aunque varía dependiendo del tipo de sustancia consumida.

Este mayor uso de los antidepresivos en España también podría explicarse por la mayor detección diagnóstica por parte de los médicos de Atención Primaria, así como por la extensión de las indicaciones terapéuticas autorizadas para los nombrados medicamentos. Sin embargo el desempleo constituye el factor de riesgo más importante para este aumento. Los trabajos publicados antes de la crisis financiera del año 2008 sugieren que las dificultades económicas contribuyen decididamente en el deterioro de la salud mental. El estudio IMPACT, realizado en consultas de Atención Primaria en España, mostró un incremento significativo de los trastornos mentales más frecuentes.

Los trastornos del estado de ánimo aumentaron aproximadamente un 9% entre 2006 y 2010, los trastornos de ansiedad un 8% y los trastornos por abuso de alcohol un 5% en el que las mujeres se llevaron la peor parte en cuanto al aumento de dependencia al alcohol. Hay que destacar, para comparar con años posteriores, que en España el consumo de estas sustancias entre 2000 y 2007 fue similar a la media europea, años inmediatamente anteriores a la recesión. Queda claro, por tanto, que las recesiones económicas ejercen un impacto negativo sobre la salud mental por diversos factores relacionados entre sí, entre los que el desempleo constituye el principal factor de riesgo.

Las diferentes publicaciones que analizan el bienestar afectivo de empleados y desempleados muestran una mayor presencia de sintomatología ansiosa y depresiva entre las personas sin empleo. Al comparar longitudinalmente la transición del empleo al desempleo se observa que repercute de manera clara sobre el bienestar psicológico general, la depresión y la ansiedad. Por lo tanto, el desempleo y los factores asociados están relacionados con una mayor prevalencia de trastornos mentales en general y de depresión en particular. De hecho, y según estudios realizados entre 2006 y 2010, las personas desempleadas presentan un riesgo entre dos y siete veces mayor de padecer depresión. También se evaluó el riesgo asociado a los miembros de la familia del parado y los resultados mostraron que los trastornos mentales tienen una asociación significativa con un familiar desempleado. Existe, por otro lado, un riesgo económico adicional asociado al desempleo de padecer depresión asociada a las dificultades para pagar la hipoteca, que representó un 11,0% de riesgo adicional en la población general.

Por otro lado y a pesar de que casi todos los países europeos se han visto afectados por la actual situación económica, España entra a formar parte del conjunto de países con peores consecuencias, al padecer un especial debilitamiento de su actividad económica. La destrucción de puestos de trabajo, el deterioro de las finanzas públicas, más intenso que otras economías de la Unión Europea y de la zona euro, el aumento de la deuda privada y el abandono o deterioro de las políticas sociales y en especial las sanitarias, han contribuido, entre otras variables, a las cifras que antes mencionábamos.

Sería erróneo, sin embargo, considerar que la recesión ha afectado a todos por igual. Los más perjudicados son los grupos que ya eran más pobres antes de la crisis. España figura entre los países de la OCDE donde los pobres se han empobrecido más y los ricos han notado menos la crisis. En este sentido los más afectados son los hombres de 35 a 44 años y aquellos que tienen entre 45 y 54; los que pertenecen a la clase obrera, cualificados o sin cualificar; aquellos sin educación universitaria y los que actúan como principales sustentadores del hogar Todos afectados doblemente: económicamente, por la pérdida de ingresos en primer lugar, y psicosocialmente por la pérdida de estatus y el papel de sustentador principal del hogar. Diversos autores estiman que el riesgo de padecer una depresión para un varón de 40 años era casi el doble si este estaba desempleado, si había alguien más en la familia en la misma situación y si tenía problemas para pagar la hipoteca.

Las necesarias políticas activas que han de interponerse para proteger a los sectores más vulnerables deben pasar inexcusablemente por la redistribución de la riqueza, la recuperación de la soberanía popular y la creación de un frente amplio social y político. También deben ser analizados todos aquellos problemas económicos que causan sufrimiento ciudadano, en donde los descritos son uno más, desde el punto de vista de los problemas sociales aparejados a la recesión y a los recortes y no desde una cuestión de mero trastorno mental individual medicalizando aún más si cabe, a una ciudadanía que ya es presa fácil de las multinacionales farmacéuticas, entendiendo que a menor desigualdad, menos problemas de salud mental.

Los recortes en Sanidad afectan la salud mental. Sin embargo en muchos entornos asistenciales se ha dejado de contratar a nuevos profesionales al uso, con lo que una plantilla ya infradotada queda totalmente saturada ante el aumento de la demanda. La Asociación Madrileña de Salud Mental (AMSM), en su último informe sobre la salud mental en Madrid, calcula que “se han perdido entre un 5 y un 10 % de profesionales en los servicios de salud mental”. Dato que es asimilable, con las pertinentes matizaciones, al resto de comunidades. Como decía una de las consecuencias del Plan de Salud Mental Madrileño 2010-2014 es que ha aumentado la desigualdad de recursos y de prestaciones entre las distintas áreas sanitarias. Reciben más atención aquellos pacientes que menos la necesitan y se empeora la atención de los pacientes más graves, que requieren intervenciones complejas, prolongadas y multidisciplinares.

Para finalizar, y aunque no hay consenso científico respecto al aumento de los suicidios en España a consecuencia de la crisis económica, una nueva investigación en nuestro país en 2013, realizada en Cataluña y publicada en el British Medical Journal, vinculó los recortes en sanidad y la crisis con un repunte de suicidios e intentos de suicidio. Por comparar British Medical Journal resalta que los sucesos económicos relacionados con la austeridad en Grecia se corresponden con cambios estadísticamente significativos en los mismos. Otro trabajo realizado en 2013 y aparecido también en la citada revista analizó la base de datos de la OMS y del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos sobre suicidios y las cotejó con las cifras de desempleo y el PIB del Fondo Monetario Internacional. Encontraron una correlación entre el incremento en la tasa de suicidios y los altos niveles de desempleo, en especial en aquellos países que partían de una situación previa de poco paro. El número de suicidas creció un 3,3% al año siguiente del crack bancario de 2008, según este estudio realizado en 54 países.

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