Crisis económica en Argentina

El peso argentino se ha descalabrado frente al dólar, desplomándose en poco tiempo un 20%. El Banco Central Argentino ha tenido que subir los tipos de interés al 60% (el máximo mundial) para intentar contener la hemorragia. En la base de la crisis, el altísimo nivel de endeudamiento exterior y la pleitesía con el capital extranjero promovidos en los últimos 3 años por Mauricio Macri.

Hace pocos meses, comprar un dólar costaba 8 pesos argentinos. Hoy el cambio oscila en torno a 37. La inflación se ha disparado hasta el 30%, el doble de lo previsto y el crecimiento este año será negativo (-1%, según el propio Gobierno). Las autoridades han tratado de frenar la caída de la divisa albiceleste aumentando la tasa de referencia -el tipo de interés oficial al que se presta el dinero a los bancos- hasta el 60%. Es la máxima mundial, con enorme diferencia (el segundo país es Surinam con el 25%). Es el triple incluso que la tasa de Venezuela.

Para tratar de calmar a «los mercados» (es decir, a los grandes capitales extranjeros poseedores de las ingentes cantidades de deuda pública argentina), Mauricio Macri anunció en televisión que había conseguido un adelanto del préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI), pactado en 50.000 millones de dólares… a cambio de acelerar un plan económico que elimine el déficit fiscal, lo cual no puede lograrse sino con draconianos ajustes. Durante toda su legislatura, Macri ha acometido brutales recortes en el gasto público que ahora se multiplicarán, recayendo duramente sobre las clases populares.

Todos los ingredientes para una nueva tormenta perfecta sobre Argentina están sobre la mesa. «Ajustes» y «déficit cero» por orden del FMI son elementos que recuerdan demasiado al cóctel que en 2001 condujo al infausto corralito. Son las políticas de Macri, ejecutadas en los últimos tres años y que han supuesto un giro de 180º con las del kirchnerismo -en todos los terrenos: económico, social, internacional…- las responsables directas de este cóctel, y no ninguna herencia recibida.

Macri llegó al poder -tras una ajustada pugna electoral- en diciembre de 2015, aupado por los sectores más vendepatrias de la oligarquía financiera argentina y con el apoyo de los grandes capitales extranjeros, en especial los de Wall Street. Su Gobierno acometió una «política liberal business friendly», reformas diseñadas para entregar la economía del país al capital extranjero: reformas laborales y de pensiones, facilidades de inversión, paga de 9.300 millones a los fondos buitre extranjeros… Justo el tipo de políticas que afectan al FMI y Washington.

Otro de sus signos de identidad ha sido la de endeudar sin tasa a la economía nacional. El año pasado, Macri llegó a colocar deuda externa por valor de 100.000 millones de dólares, al ultraextenso plazo de 100 años. Y luego pidió más créditos al FMI, como el mencionado de 50.000 millones. El endeudamiento del país se disparó, del 50% del PIB en 2016 hasta el 75% de este año.

Durante un tiempo, la macroeconomía argentina pareció ir hacia delante. Las provincias tenían superávit fiscal, los bancos estaban capitalizados y sanos (gracias al dinero público), el Gobierno buscaba llegar al déficit cero cuanto antes y el problema de liquidez parecía resuelto por el acuerdo con el FMI. Pero todo era un espejismo.

Todo ese edificio de aparente solidez se asentaba en los cimientos de una economía ultraendeudada y dependiente del capital foráneo. El año que viene Argentina debe devolver el equivalente de 25.000 millones de dólares… pero en una divisa argentina que se devalúa cada vez más. Las debilidades se revelaron en toda su magnitud cuando la retirada de estímulos de la Reserva Federal norteamericana hizo apreciar el dólar, depreciando por contra al peso argentino.

Los grandes capitales extranjeros tienen a su merced a Argentina, maniatada de pies y manos gracias al gobierno Macri. Pero apretar demasiado el dogal -aunque económicamente lucrativo- puede ser políticamente desastroso para ellos. Macri no ha dejado de enfrentarse ni una sola semana a un creciente movimiento popular que lucha contra todas y cada una de sus políticas. Su popularidad ya está por debajo del 35% y hay elecciones en un año. EEUU y los grandes capitales se arriesgan a perder a Argentina, el país al que tanto les costó volver a meter en vereda. ¿Qué harán?

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