SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Crepúsculo de tecnócratas

En el balneario de Europa no hay gas para calentar las termas. En el sur, la cuarta parte de los jóvenes está parada, la economía sigue al borde de la recesión y manda en el continente el centroderecha, que ha convertido la deuda en ideología. Como los gobiernos no hacen política, la hacen las calles, surge una insurrección. Con la socialdemocracia en el papel de comparsa, hasta el Papa parece de Podemos al lado de la troika.

«El Gobierno de España -dice ahora Gallardón-, lo único que ha hecho es obedecer a la señora Merkel». Mariano Rajoy ha desmontado las familias del PP. Los últimos ministros que ha nombrado -la de Agricultura y el de Justicia- tienen perfil de tecnócrata. El presidente quiere desinflar la rana de la ideología, que tanto se hincha. Entre los murciélagos y las llamas de azufre de La Moncloa, se le aparece Laureano leyéndole Camino y recordándole el crepúsculo de las ideologías.

Contaba Ernesto Giménez Caballero que cuando llegó evadido a Salamanca insinuó a Franco que por qué no inventaba una institución libre de enseñanza católica con tecnócratas laicos. A lo que Franco le respondió: «Ya anda por ahí un curita de aldea con esa idea, búsquelo». El curita se llamaba Donjosemaría, un aragonés de Barbastro que fundó el Opus Dei, el neocapitalismo y el gobierno de los tecnócratas. Los que fueron llamados «vanos fantasmas de niebla y número», aquellos ejecutivos tan vivos de Marsillach, resucitaron en Europa 50 años para imponer la posideología. Pero los muchachos sin esperanza salieron gritando: «No somos mercancía en manos de políticos y banqueros», «Democracia, me gustas porque estás como ausente».

Mientras el bipartidismo va hacia el monopatín, los humillados han iniciado la repolitización. Durante la crisis del euro, se impusieron en Europa gobiernos con banqueros norteamericanos de empleados. Esa tendencia consistente en tratar la política como una caja registradora, tumbar gobiernos elegidos en las urnas -ocurrió en Italia y Grecia- sigue vigente.

En su libro Política, David Runciman dice que los poderes fácticos del universo se preguntan si no sería mejor que nos gobernaran los que entienden de verdad la tecnología. «Los políticos -escribe- son muy duchos en determinadas tareas, como ganar elecciones, manipular a la prensa, forjar coaliciones, maquinar contra sus rivales y apuñalarse por la espalda: la caja de herramientas maquiavélicas al completo; pero llega el momento en que dependen de los expertos».

Dijo James Carville, asesor electoral de Bill Clinton: «Yo pensaba que, de existir la reencarnación, querría volver a la Tierra como presidente o como Papa. Ahora quiero volver encarnado en el mercado de deuda. Así intimidas a todo el mundo». Seguir la voz de la señora Merkel desde el mercado ha evitado la quiebra, pero no evitará la derrota. Los tecnócratas no ganan elecciones. Algunos dirigentes del PP, hartos de la tiranía de la tecnocracia, están pidiendo un nuevo Gobierno de políticos para evitar el crac de las municipales.

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