Como una consigna, todos los medios repitieron la misma cantinela tras las manifestaciones del 12-M: los «indignados» tienen menos apoyo que cuando nacieron hace un año. Pero cuando la gente ha podido hablar, la realidad ha sustituido a la propaganda. La primera encuesta publicada demuestra que ha crecido el apoyo social al 15-M. Es la confirmación del éxito de las movilizaciones.
Las cifras de la encuesta de Demoscopia recogida para El País no dejan lugar a dudas.
El 68% de los encuestados manifiesta tener “más bien simpatía” hacia el 15-M. Tres veces más de los que expresan “más bien rechazo” –apenas el 22%-.
Son 17 puntos más de apoyo que el 10 de mayo, dos días antes del comienzo de las movilizaciones que han conmemorado el primer aniversario del 15-M.
Más contundente es incluso el porcentaje de quienes consideran que “los indignados tienen razón en las cosas que dicen y por las que protestan”. Son un 78%, por apenas un 14% los que considera que “el 15-M no tiene razón en lo que dice”.
Incluso entre los votantes del PP son mayoría quienes dan la razón a los “indignados” –un 58%-. Desmontando el mito de que “la derecha está en contra del 15-M”. Las cúpulas del PP lo atacan, pero sus bases de votantes simpatizan con la indignación que ha recorrido las principales plazas españolas.
La amplia mayoría quiere que el 15-M continúe. Bien transformado en un partido político –el 36%-, o como asociación independiente –el 15%- o corriente de opinión –el 16%-.
Es un grado de apoyo que triplica la asistencia a las manifestaciones o multiplica por ocho la cifra de quienes han participado en alguna de las asambleas del 15-M.
El director de la encuesta manifiesta que “el 15-M es la punta del iceberg, quizá lo más importante para muchos es que se ha convertido en un punto de referencia, en una exteriorización de su enfado”.
Efectivamente, el 15-M ha permitido sacar a la luz el rechazo a los recortes y al bipartidismo que antes permanecía oculto. Pero se ha convertido en mucho más. Ha irrumpido como punta de lanza de la rebelión, agrupando a los sectores más conscientes y combativos, los que aspiran, no ya a una reforma sino a una ruptura del régimen actual, ese que permite dar bocados a la sanidad, la educación o las pensiones, mientras se dilapidan miles de millones en rescatar a los bancos.
Su revitalización con las nuevas movilizaciones, la ampliación de su grado de apoyo y simpatía en la sociedad española, es una buena noticia para todos los que nos negamos a aceptar el futuro que nos prepara Merkel o el FMI.