Selección de prensa nacional

Costes sociales de la crisis

La retórica pregunta que hoy se formula El Paí­s en su suplemento dominical sobre economí­a, «¿desparecerán las clases medias?», se dirige bajo su apariencia apocalí­ptica a un punto muy concreto que en realidad no parece sino al final de la editorial que plantea sobre este tema: «si la austeridad no se aplica sobre bases sociales más amplias, el ajuste va a durar más de lo que suponen el Gobierno y los agentes sociales».

¿A qué se está refiriendo El País con esta “austeridad” que debe alicarse sobre bases sociales más amplias? Uno estaría inclinado a pensar que, por fin, los pensadores del Grupo Prisa han caído en la cuenta de la necesidad de reducir los gastos del Estado eliminando los tan costosos como numerosos ejemplos de despilfarro, gastos superfluos, innecesario y suntuosos que recorren las administraciones de arriba abajo. Pero aunque, efectivamente, algo de esto parece intuirse en algunos de sus planteamientos, no es ahí donde se dirigen sus argumentos. Rebajar las condiciones de vida de los trabajadores en sectores regulados por el Estado y de los funcionarios parece ser la receta que se desprende de ellos. El editorial parte de un hecho cierto, la existencia de un mercado de trabajo dual, con trabajadores protegidos por normas estrictas de indemnización y derechos adquiridos y “otro” universo laboral cada vez más amplio formado por los trabajadores en precario, con contratos temporales o parciales, bajas retribuciones y sin derechos de ningún tipo. Lástima que al editorialista se le haya olvidado recordar quién fue el autor de las reformas que crearon ese mercado dual (los gobiernos de Felipe González) bajo el argumento de que era necesario acabar con las rigideces de un mercado de trabajo “franquista” para dinamizar la creación de empleo. Reforma y argumentos que, por cierto, El País hizo suyos y defendió a capa y espada en aquellos momentos. Editorial. El País COSTES SOCIALES DE LA CRISIS Desde principios de la década de los noventa, la sociedad española viene conformándose como la resultante de un mercado de trabajo dual. En ese mercado se distingue cada vez con mayor nitidez un conjunto de trabajadores y asalariados que disponen de contratos fijos, protegidos por normas estrictas de indemnización y derechos legales adquiridos frente a un universo laboral cada vez más amplio de trabajadores a tiempo parcial, frecuentemente precario, que impide por su propia naturaleza fragmentaria el aprendizaje del oficio o profesión, con niveles muy bajos de retribución -los mileuristas- y sin derechos acumulados. En este mercado dual, el volumen de trabajadores con contratos permanentes tiende a disminuir en beneficio de la contratación temporal o parcial. Este fenómeno, agudizado por la presión competitiva de países con mercados de trabajo sin derechos y con salarios próximos a la miseria, ha exacerbado las hipótesis sociológicas de que a medio plazo la contratación fija en los mercados occidentales quedará reducida a un grupo exiguo de privilegiados, atareados en labores de cierta complejidad, mientras que el volumen mayor de trabajo, de menor calificación, es servido por la mayor parte de la población asalariada a través de contratos irrisorios y sin derechos. La recesión económica agudiza estos temores. El desempleo de larga duración, el número creciente de parados y la creciente resistencia que muestran las empresas a la contratación fija o temporal parecen reforzar la tesis de que la clase media, formada en estructuras laborales de estabilidad, tenderá a desaparecer o a reducir su tamaño. Pero no es seguro que la estructura laboral vigente o las consecuencias de esta recesión destructiva empujen hacia un mundo dividido en unos pocos privilegiados y una mayoría de mileuristas. En primer lugar, porque algunas sociedades han conseguido conjurar parcialmente esa fatal división y son las que con mayor tenacidad han apostado por invertir en educación de calidad y han desarrollado economías con más valor añadido. Y después, porque es inevitable una reforma del mercado de trabajo. Esa reforma debería reforzar la estabilidad del empleo y los derechos de los trabajadores y descartar una precarización del empleo para competir con los mercados asiáticos; sencillamente, porque no es posible competir en una carrera cuya meta final es la eliminación de cualquier compromiso legal o retributivo. Así no se sostiene una economía desarrollada. Mientras llega el cambio laboral, que bien podría empezar a debatirse sobre el modelo de contrato único y estable con costes de indemnización y despido proporcionales a los años trabajados, la sociedad española está pagando de forma muy desigual las facturas de la recesión. La base social que soporta el paro y las reducciones de renta se limita a los trabajadores de empresas privadas de sectores que no están protegidos por la regulación. Ni las actividades reguladas -el ejemplo más conocido es la electricidad- ni el funcionariado parecen afectados por esta crisis. Tampoco se tiene constancia de que las comunidades autónomas, con gastos de estructura muy altos, o los ayuntamientos se apliquen con fervor a elaborar planes de reducción de costes. Si la austeridad no se aplica sobre bases sociales más amplias, el ajuste va a durar más de lo que suponen el Gobierno y los agentes sociales. EL PAÍS. 31-5-2009 Opinión. El Mundo LOS VOTANTES DEL PP RECLAMARÁN PRIMARIAS SI PIERDEN Victoria Prego En este sondeo de Sigma Dos para EL MUNDO hay dos preguntas cuyas respuestas apuntan a posibles conflictos futuros, sobre todo en el interior del principal partido de la oposición. Lo que se plantea aquí a los ciudadanos es qué debería hacer cada uno de los dos grandes líderes si su partido perdiera las europeas. Y lo interesante es saber qué contestan los seguidores, militantes y votantes de ese partido, porque son ellos los que otorgan la solidez, la fuerza y la proyección de futuro a cada uno de los liderazgos. Preguntados los ciudadanos sobre lo que debería hacer Zapatero si pierde estos comicios, la respuesta mayoritaria en el cómputo general está más o menos repartida. El 37,6% cree que debería continuar con su actividad política en la segura convicción de que aquí, aunque parezca otra cosa, no se están jugando unas elecciones generales. Esa mayoría se repite en todos los segmentos en que se descompone la respuesta de los consultados: género, edad e incluso posición ideológica, con la obligada excepción de los votantes del PP. Es verdad que, en el cómputo general, aparece un porcentaje nada desdeñable, un 26,3%, que pide que en caso de derrota el presidente convoque elecciones anticipadas. Y otro 24,7%, que no es poco, que cree que en esa hipótesis Zapatero debería someterse a una cuestión de confianza. Pero ¿qué piensan los suyos? Los suyos piensan por aplastante mayoría del 61,7% que lo que hay que hacer es seguir gobernando. Y entre los suyos hay que contar en este caso a los votantes de IU que, en asuntos como éste, tienen un comportamiento muy sucursalista del PSOE: ya sabemos que la izquierda no es una casa, pero sí es una causa común. Lo llamativo llega cuando la misma pregunta se hace sobre una supuesta derrota electoral del PP. Y aquí empezamos registrando en el cómputo general una mayoría (35,1%) algo menor que la de Zapatero, pero muy similar, que sostiene que la vida política debe seguir y que las fuerzas se miden de verdad en las generales. Pero es que el siguiente porcentaje es el de quienes piden que Rajoy convoque unas primarias en el seno de su partido. Estas respuestas suman el 28,3% en el cómputo general, que es casi la tercera parte de los consultados. Porcentaje que aumenta directamente al 30% entre los ciudadanos más jóvenes (de 18 a 29 años) y al 33,8% entre los jóvenes pero ya no tanto (entre 30y 44 años). ¿Y qué opinan los suyos? Los suyos resultan ser mucho más implacables con Rajoy de lo que lo son los votantes socialistas. Nos encontramos una mayoría de nada menos que del 40,3% que dice que si el PP no gana estos comicios, hay que convocar primarias. Dicho en otros términos: hay que buscar otro líder. Ciertamente, aparece ahí un 31% de votantes populares que sostienen que su líder favorito debe seguir adelante y continuar su actividad política. Pero es que, junto al 40% que, en caso de derrota, pediría primarias hay un 21,5% que lo que quiere es que Rajoy presente su dimisión como presidente del PP y es de suponer que también como candidato a las próximas elecciones generales. Como 40 más 21 suman 61, resulta que el porcentaje de quienes dentro del partido están callados pero dispuestos a pedir explicaciones si llegara una derrota no prevista es de una dimensión muy considerable. Y no perdamos de vista que los votantes del PP valoran a Mayor Oreja por encima del propio Rajoy (al primero le dan un 6,56 y al segundo un 6,14). Esto no es más que un sondeo, pero sirve para atisbar una cierta disposición general en el interior del PP mucho más próxima a la confianza critica y fácilmente revisable que a la confianza entusiasta y creadora que es imprescindible para que un partido alcance la victoria. Estas respuestas sugieren que aquéllos que en el seno de la dirección del PP y, previsiblemente, entre su base electoral estuvieron dispuestos a pasar factura a Rajoy si se perdían las elecciones en Galicia no han guardado del todo el hacha de guerra y la vuelven a tener limpia y engrasada por si lo de Estrasburgo no sale todo lo bien que el partido necesita. Rajoy cuenta, o eso parece, con muchos apoyos. Pero se ve que son apoyos a plazos. EL MUNDO. 31-5-2009 Opinión. Diario de Cádiz NO TOPAMOS CON LA IGLESIA José Aguilar AL Gobierno le están fallando esta vez todos los recursos ideológicos desplegados para movilizar a un electorado progresista desmotivado o escéptico gracias al señuelo de que viene la derecha ultramontana. Le dio resultado en las elecciones generales de 2008, pero ahora está por ver. Entre otras cosas, porque el 7-J no está en juego el poder en España. ¡Y mira que le han puesto entusiasmo! Los vídeos y mítines socialistas no pueden ser más clarificadoramente simples: la crisis es culpa de los especuladores que, por supuesto, son de derechas; la pareja Bush-Aznar no son pasado, sino acechante peligro; el PP quiere el despido libre y la bajada de las pensiones; los obispos rechazan que las chicas tengan autonomía para abortar o hacerse con la píldora y, además, son comprensivos con los curas pederastas, etcétera. Aunque el Partido Popular colabora en la campaña socialista colocando al frente de su candidatura a un conservador rudo y neto (Mayor Oreja), la pretendida construcción de un imaginario colectivo que haga huir despavoridos a los electores más moderados y refugiarse al cobijo del socialismo transformador, impoluto y vanguardista está siendo dificultosa. La razón es que el enemigo no acaba de entrar al trapo y que la crisis de los cuatro millones de parados es demasiado pavorosa como para ser endosada sin más al capitalismo norteamericano sin que el intelecto sufra. Bush y Aznar están lejanos y todo lo que Zapatero reniega ahora del ladrillo, el cemento, la falta de competitividad y de formación lo ha estado fomentando él (cinco años ya). Un modelo que no se convierte en sostenible de un día para otro y por decreto posmitinero. Ya digo, el enemigo no comparece. Como ha señalado Enric Juliana, la Iglesia católica, que ha contribuido lo suyo a anteriores victoria socialistas, está de lo más discreta. Por más zanahorias que le pongan delante, no pica. A los obispos les han sacado el aborto a los dieciséis, la píldora poscoital sin receta, el cura carca del vídeo, los abusos de Irlanda… y nada, apenas unas declaraciones del cardenal Cañizares que reiteran lo obvio, que según él el aborto es un asesinato. Pero ni manifestaciones, ni homilías, ni actos en defensa de la familia ni pastoral fijando posiciones ante las elecciones del domingo. Con la Iglesia no hemos topado, pues. Así no hay manera de vestir el muñeco del maniqueísmo. Montaje fallido. Querían hacernos creer que estábamos ante la batalla final entre el progreso y la reacción y lo único que está en juego son unos cuantos eurodiputados de los veintitantos que sacarán PSOE y PP. Querían liderar un cordón sanitario contra el trío de las Azores (Bush-Aznar-Blair) y se les escapó que ellos apoyan que siga al frente de la Unión Europea Durao Barroso: el anfitrión de las Azores. DIARIO DE CÁDIZ. 31-5-2009 Opinión. Correo de Andalucía LA BURBUJA NO HA EXPLOTADO M. Rodríguez-Piñero La burbuja, la inmobiliaria, no ha explotado. Bueno, sí lo ha hecho, llevándose por delante muchas cosas. Algunos se han quedado tranquilos, pensando que la deflagración la ha hecho desaparecer; pero no, sigue estando ahí, afectando a mucha gente, que sufrirá sus consecuencias durante un tiempo que será largo. Se ha creado otra burbuja, un fallo en el tiempo, en la que están todos aquellos atrapados por la primera, la inmobiliaria, y que no han conseguido escapar de ella a pesar de que ésta ha explotado. Siguen en la burbuja quienes, obligados por unos precios enloquecidos, se entramparon más de lo debían, aunque los bancos les convencieran de que podían. Sus problemas, provocados por el pasado, seguirán e hipotecarán su futuro. Siguen en ella todos quiénes, por los precios, tuvieron que adquirir viviendas diminutas, en lugares absurdos, porque era esto todo lo que se podían permitir. Han quedado atados a unas casas que no satisfacen sus necesidades. Siguen allí quiénes no pudieron independizarse entonces porque sus recursos no bastaban para lo que las casas costaban entonces, y que ahora no obtienen créditos para comprar unas casas con unos precios más razonables. La burbuja sigue viva en la costa; ella habrá explotado, pero sus daños al patrimonio natural español no. ¿Quién dinamita ese hotel ilegal que se ha convertido en un icono de los desmanes urbanísticos? Los bloques de apartamentos siguen allí, y aunque estén vacíos la destrucción del paisaje continúa. Nuestras ciudades seguirán siendo horribles e inhumanas. Los ciudadanos atrapados en los atascos de entrada y salida seguirán en la burbuja unas horas al día. La corrupción de los ayuntamientos seguirá saliendo a la luz por mucho tiempo, y quizás la lógica perversa que trae consigo no podamos nunca superarla. Quién se benefició de la burbuja dilapidó lo ganado, y a alguno no le ha quedado nada; quien la sufrió nunca llegó a ganar ninguna cosa, y ni siquiera se verá liberado con su colapso. Tenemos que aprender de lo acaecido, impedir que se repita, imputar responsabilidades y auxiliar a sus víctimas. Tenemos que mejorar, porque si no la próxima vez lo que explote quizás sea el país. CORREO DE ANDALUCÍA. 31-5-2009

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