El pasado sábado, 11 de abril, fallecía en su casa de Gijón Corín Tellado, la escritora más prolífica de la lengua castellana y, según los datos de la Unesco, la más leída después de Cervantes. Tenía 82 años, y una obra compuesta por alrededor de 4.000 novelitas, varios miles de relatos y varias novelas, escritas a lo largo de 53 años. A los 19, en 1946, publicó «Atrevida apuesta», y enseguida se convirtió en la autora más popular de un género que dominó y exprimió hasta la extenuación: la llamada «literatura rosa», de amor o romántica, que se convirtió durante décadas en el maná literario de millones de lectoras (y lectores) en España y América. Esta forma de «cultura popular» jamás le fue reconocida por el llamado «mundo de la cultura» español. Tuvieron que ser escritores como Vargas Llosa o Cabrera Infante los que reconocieran el valor de su aportación.
"Corín Tellado -dice Vargas Llosa- fue un fenómeno social y cultural extraordinario. Hizo leer a gente que jamás lo hubiera hecho, ersonas a las que permitió soñar… Conectó con la gente simple y llegó a un público muy amplio. Pocos autores habrán tenido tanto público… Con esas novelitas ligeras daba a sus lectoras esa ración de fantasía e irracionalidad sin la que los seres humanos no podemos vivir… Fue la creadora de una literatura menor y popular, sin pretensiones intelectuales, dirigida a un público humilde y poco informado… Era una fabuladora nata, sin una gran formación, pero con una gran intuición romántica que iba al compás de los tiempos".En 1951, la revista cubana "Vanidades" contrató a Corín Tellado para que escribiera dos relatos al mes. El corrector de pruebas de la revista era entonces Guillermo Cabrera Infante, el que llegaría a ser uno de los mayores escritores cubanos y de la lengua española, y un amante sin complejos de todos los géneros de la cultura popular. Cabrera Infante definió a Corín Tellado como "la inocente pornógrafa, aunque ni era tan pornógrafa ni tan inocente". No obstante, no iba tan desacertado: a partir de 1979, y con el seudónimo de Ada Miller, Corín Tellado publicó 26 novela eróticas de bolsillo.También el escritor venezolano Boris Izaguirre (como Vargas Llosa o Cabrera Infante) se prestó a entrevistarla en calidad del verdadero fenómeno cultural de masas que llegó a ser en Hispanoamérica. Como a aquellos, también a él le incomoda "la sensación de que a pesar de ser el nombre más asociado a la escritura que generaciones y generaciones de latinoamericanos hemos conocido, el mundo literario siempre levantó murallas para impedirle el acceso". Izaguirre recuerda que "en mi casa de Caracas, nuestra tata aprendió a leer con estas novelas de Corín Tellado publicadas mensualmente en la revista "Variedades". Y fue ese milagro, el que mi tata abandonara el analfabetismo, lo que me llevó a leerlas también". "Pronto descubrí -continúa diciendo- que Corín Tellado escribía siempre sobre amores imposibles, mujeres engañadas por hombres peligrosos, aunque también planteaba, a su manera, conflictos contemporáneos… Comprendo que mi tata encontraba en ellas una universalidad del sentimiento que sus obras manejan sin ningún pudor y que muchas veces se le ha intentado encarcelar en la desdeñosa palabra "cursi". Cuando nos conocimos en esa entrevista radial, se sonrió mirándome a los ojos: "No es que lo cursi sea malo, es que la gente le tiene miedo".La obra de Corín Tellado surca todas las emocionas humanas y todos los matices y vericuetos de esas emociones. En una época en que las mujeres sólo podían amar a Dios y casarse para procrear, Corín Tellado abrió una ventana a las esperanzas y los sueños de muchas mujeres: como ella dijo una vez, "Alguien tenía que hacer las historias de amor". Con el paso de los años, sus mujeres comenzarían a enfrentarse al aborto, a ser madres solteras, adúlteras, se besarían sobre el papel con más de un hombre o se enfrentarían a la frigidez. Y, a partir de un momento determinado, sus novelitas dejarían de tener un obligado final feliz. Hasta llegó a escribir novela erótica. Nunca tuvo pretensiones literarias, pero sí una técnica narrativa propia, una estructura de composición y una idea muy clara de lo que quería: sus novelitas jamás pasaban de 76 páginas. La suya fue una forma de "cultura popular" con un éxito prodigioso. Merece el respeto y la consideración que en España el mundillo cultural siempre le negó, pero que esos otros españoles (los Vargas Llosa, Cabrera Infante e Izaguirre, con el oído más fino y más atento a la cultura popular y a su valor) sí le supieron reconocer, tanto en vida como ahora que ha muerto.