Cine

Coraline, tradición y vanguardia

Muñecas de unos 25 centí­metros, animadas manualmente fotograma a fotograma -es decir, tomando 24 fotografí­as para cada segundo de pelí­cula-, a través de la antigua técnica de animación denominada stop motion. Pese a esto, el efecto visual logrado es sorprendente, dando en todo momento la sensación de estar ante un producto elaborado con sofisticadas técnicas informáticas. Su director, Henry Selick -el que fuera director artí­stico de Pesadilla Antes de Navidad-, defiende a ultranza las técnicas artesanales frente a la impersonalidad de la informática, impuesta en ocasiones por cuestiones de productividad. Una apuesta arriesgada por un proceso extremadamente minucioso, porque en el mejor de los dí­as Henry Selick y su equipo no rodaron más de dos segundos de pelí­cula. Pero que nadie piense que «Los mundos de Coraline» es una sucesión de estampas bellas, porque se sorprenderá de la madurez de su guión.

Un juego de muñecas dirigido a los adultos, esto es en esencia Los mundos de Coraline. Un guión adatado del relato escrito por Neil Gaiman, reconocido autor británico caracterizado por sus oscuros universos plagados de profundas reflexiones, que en este caso se llena de colorido, calidez e incluso de referentes extraidos de la historia del arte, como la pintura de Degas, para relatar la historia de esta niña de 11 años que sólo reclama más atención por parte de sus padres. Los mundos de Coralina ha sido un ejemplo de persistencia, una apuesta firme por un modelo de cine, y en concreto de animación. 10 años han llevado la elaboración del proyecto, si incluimos el proceso de financiación y preproducción, y 20 meses el rodaje, aproximadamente 5 veces más que cualquier película de “imagen real”. Sin duda el precedente más inmediato había sido el de la cinta de culto Pesadilla antes de Navidad. Una película que se trataba del primer largometraje realizado en stop motion – para no iniciados, es la técnica con la que se elaboraban las animaciones hechas con muñecos de plastilina, moviéndolos manualmente y fotografiándolos-, financiada por una gran productora (Disney), arrasó tanto en la taquilla como en el omnipresente merchandising, y su coste fue realmente barato. Sin embargo, el éxito de esta producción, liderada casi por completo por el propio Henry Selick, fue agridulce. La fama se la llevó Tim Burton; el dinero, los estudios Disney, y el futuro de esta animación que Selick tanto ama se lo arrebató la llegada del CGI, las imágenes generadas por ordenador. Un año después del éxito de “Pesadilla…”, entraba en escena lo que entonces era un pequeño estudio informático llamado Píxar, con la producción Toy Story, y la animación por ordenador dominó el mercado hasta nuestros días. Sin duda una apuesta firme y a contra corriente de este autor independiente, que ha tenido que recaudar financiación en todos los rincones, para sumarla a un duro y prolongado trabajo, y así ver hecha realidad esta pequeña obra de arte. Una película de animación dirigida más a los padres que a los hijos cargada de belleza artística y literaria a lo largo de todo su metraje, que muy probablemente se convertirá en un referente del género.

Deja una respuesta