Sobre el fin de ETA

Contra el fascismo no cabe el olvido

La banda terrorista ETA ha anunciado su inminente disolución, que debería materializarse el próximo verano. Su negro terror fascista hace mucho que fue derrotado por la rebelión ciudadana. Pero ahora que se aproxima el tiempo post-ETA, se abre un nuevo frente, que ya se está jugando y que será decisivo: la batalla por el relato de los años en los que ETA y el nacionalismo etnicista impusieron un régimen de miedo y barbarie. Muchos hablan ya de que «el precio para la paz y la reconciliación es el olvido».

Ante la proximidad del fin definitivo de ETA, que de verificarse finalmente es una excelente noticia que debemos festejar todos los demócratas y antifascistas, se multiplican las voces que insisten en la necesidad de olvidar, de pasar página, de hacer borrón y cuenta nueva, para que pueda haber «reconciliación, paz y concordia entre los vascos». Estas voces nos advierten que “la paz y la memoria vivirán eternamente enemistadas” y nos aconsejan la desmemoria y los pelillos a la mar como la «única opción inteligente».

El fin de ETA está demarcando dos líneas, dos caminos. Dos maneras de actuar y dos bases de principios. Una exige olvido para perdonar. Y la otra exige vacunar a toda la sociedad ante las negras prácticas y los ponzoñosos principios de los que los crímenes de ETA son solo su manifestación más sangrante.

Como muestra un botón. En la comunidad francesa de Baiona, el alcalde del municipio y presidente de la Mancomunidad de Iparralde, Jean René Etchegaray -con el apoyo de colectivos vascos como el Foro Social- ha querido levantar un monumento, una «escultura del desarme», que en sus palabras debe suponer «la apología de la paz, la unidad y la reconciliación». La escultura representa al hacha de ETA boca abajo, cual tronco de árbol, y de la que brota una copa de árbol. El monumento ha levantado la más enérgica indignación entre las víctimas de ETA.

Hace ahora un año, la banda terrorista entregaba lo que se supone que es su arsenal: 120 armas de fuego, tres toneladas de explosivos, y miles de detonadores y munición. En las últimas semanas, coincidiendo con el Aberri Eguna, ETA publicaba en el diario Gara un comunicado anunciando para el verano su completa disolución, al haber acabado su «ciclo y función».

¿Su «ciclo y función»?. Qué obscenamente técnica, aséptica y pulcra manera de referirse a 829 asesinados, a los miles de heridos de los cientos de atentados; como si la sangre de todos ellos no les goteara en las manos. Qué abyecta forma de hablar de los coches-bomba, de los Hipercores o las casas-cuartel, como si los cuerpos destrozados fueran una coma en una frase, o un signo en una ecuación. Qué cobarde guisa de referirse a las amenazas, a las extorsiones, a los cientos de miles de exiliados, a la socialización del terror, a imponer el miedo y la intimidación cotidiana como instrumento político. Qué rosa manera de hablar de sus pardas camisas. Qué manera tan blanca y perfumada de hablar del más negro y hediondo nazifascismo.«ETA ha sido derrotada, pero su veneno ideológico, su ponzoñosa base de principios sigue viva y circulando. Lo que se abre ahora es otra batalla: la batalla del relato»

No hay el más mínimo atisbo de autocrítica en la misiva del Gara. Pero no importa: ETA está derrotada desde hace mucho. Total e irreversiblemente. No «lo deja». No es «fruto de una reflexión». No: se les ha quebrado el espinazo. ¿Quién? ¿las acciones policiales?. También, pero sobre todo la gente, saliendo a la calle tras cada atentado, perdiendo el miedo y levantando manos blancas. En toda España pero sobre todo en Euskadi, donde los valientes de la rebelión democrática condujeron a ETA a su abismo.

ETA ha sido derrotada, pero su veneno ideológico, la ponzoñosa base de principios que defiende que “el fin justifica los medios”, sigue viva y circulando. Por eso esto no ha acabado. Lo que se abre ahora es otra batalla: la batalla del relato, la batalla de la memoria o de la tergiversación de la historia.

Considerar las últimas décadas en Euskadi como un conflicto entre dos partes, donde ha habido violencias entre dos bandos es una visión sesgada y farisea. Se corresponde naturalmente a buscar la paz y la reconciliación entre los contendientes, barriendo cualquier obstáculo como la incómoda memoria.

Por el contrario, considerar los cuarenta años de ETA como los de un régimen fascista, construido sobre que unos -la banda terrorista y su entorno de camisas pardas- administraban el miedo y los muertos, y otros -los jelkides del nacionalismo más étnico y aranista- gestionaban el terror para amedrentar a los no nacionalistas y mantenerse en el poder autonómico… lleva a la necesidad de cerrar este capítulo de la historia vasca sacando anticuerpos del horror.

¿Alguien se imagina que tras el horror nazi, los que reconstruyeron Alemania hubieran ordenado olvido a cambio de paz? ¿No era necesario que el conjunto de la sociedad alemana, que había respirado, tolerado o compartido durante décadas el nazismo, el racismo, el etnicismo, la delación, el culto a la autoridad… vomitara hasta las entrañas esos obscenos principios fascistas? ¿No era necesario grabar a fuego en la conciencia de la sociedad el «nunca más»? ¿No era necesario vacunar a las siguientes generaciones?

Vayamos a los cuarenta años del régimen fascista de Franco. ¿Quién levanta la bandera del olvido, quién obstaculiza las leyes de la memoria histórica, quién equipara continuamente a las víctimas y los victimarios del golpe de Estado del 36, de la cruenta Guerra Civil, del tiránico régimen franquista? ¿El olvido es una bandera progresista o profundamente reaccionaria?

«Yo nunca tuve la intención de ofender a nadie, a ninguna víctima. En absoluto. ¡Con todo lo que han pasado!» ha dicho una y otra vez Koldobika Jauregi, autor de la escultura de Baiona. «Todo lo contrario. Lo que representa es que toda la historia de terror ha terminado», dice.

“De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno” decía Dante en la Divina Comedia. ¿Qué les parecería una escultura floral del yugo y las flechas, como alegoría de que los símbolos del fascismo franquista se han transformado en algo inofensivo? ¿Y un monumento colorido de la esvástica, símbolo de que el gris de la Wehrmacht y la muerte de los hornos crematorios… se ha convertido en vida? ¿Agradaría u ofendería a las víctimas? ¿Sería una ofrenda a la reconciliación o una invitación a la banalización del fascismo?

La promoción de la amnesia histórica es siempre interesada y reaccionaria. Es preciso que la batalla del relato sea ganada por los antifascistas. Que la memoria del abyecto terror de ETA y la inmediata e inapelable repulsión por los obscenos principios nazis de sus palabras, pensamientos y actos sean patrimonio común de toda la sociedad vasca.

Solo entonces ETA y el régimen nazifascista y etnicista se habrán ido al vertedero de la historia para no volver.

3 comentarios sobre “Contra el fascismo no cabe el olvido”

  • Totalmente de acuerdo con el artículo y con LLepol. Terrorismo es fascismo y el fascismo se denuncia, se combate, se derrota y se purga, pero nunca se olvida, ni mucho menos se concilia con él. Esta batalla la hemos ganado los que defendemos y creemos en la democracia. Ahora hay que exigir responsabilidades a las cabezas dirigentes que se han valdo de él para llevar adelante sus fines políticos: la ex cúpula del PNV, es decir, Arzallus, Ibarretxe, Egibar, Atutxa, …

  • Este artículo se merece no un 10, sino un 100. Me ha parecido excelente y los argumentos y explicaciones no me dejan la mas minima duda de que da de pleno en la cuestion de la disolución de ETA.

Deja una respuesta