Urbizu no se esconde

Contar la verdad

De vez en cuando un director consigue producir, para deleite de todos, una obra capaz de sintetizar pilares ideológicos de hondo calado. Y solo muy de vez en cuando, alguien lo hace mirando hacia delante y enfrentándose a la verdad, aún sin tener que contarla. Este es el caso de Urbizu, y «No habrá paz para los malvados».

Una película enmarcada en la trayectoria de “Todo por la pasta” y “La Caja 507”, que se desenvuelve en la mejor tradición del cine negro, pero con sello propio y los más afilados iconos del mejor cine western. “No habrá paz para los malvados”, es, sin duda, la mejor película española del año, con permiso de Almódovar. No sabemos si la sorpresa en los Goya será tan agradable como lo fue con “Celda 211”, pero lo que es seguro es que el director vasco ha puesto encima de la mesa una película con mucho filo. Santos Trinidad, cuyo nombre trae una triple evocación (un narcotraficante colombiano, un forajido del Oeste, y un personaje de Bolaño), es el protagonista, un duro policía de alma corrompida que abre la película con un terrible crimen en un club de cualquier polígono de Madrid. Desde ese momento, Trinidad emprenderá una carrera por eliminar a un testigo inesperado, guiado aparentemente por buscar la salvación.

«No levanta la bandera de la justicia, sino que enseña al espectador la naturaleza de las cosas»Sin embargo la transformación del personaje se va desarrollando casi sin querer, sin un motor que la justifique más allá de los propios acontecimientos. Es entonces cuando, en medio de una trama terrorista que se sirve del 11-M, Santos Trinidad se convertirá en el forajido del Oeste enfrentado al Marshall y, si hace falta, al Estado y toda la red de Al Qaeda. Y, lo cierto, es que éste es el mayor logro de Urbizu… que no te des cuenta. Sin esconderse detrás de efectos facilones y recursos cliché, nos conduce con ritmo pausado por una intensa trama que obliga a abrir los ojos a cada fotograma y mantener la tensión hasta el final. Hasta el punto de hacerte dudar de todo aquello que se daba por supuesto, y de que, quizás, Trinidad no sea quien el espectador piensa. Algo que nadie debe esperar que quede resuelto al final. Porque, en realidad, no importa. No tiene ninguna relevancia lo que los personajes piensen, su psicología, ni si quiera su pasado, importa lo que está ocurriendo en ese momento y las decisiones que los personajes toman. Es decir, la verdad, juzgable por todos, no la verdad de cada uno.La jueza Chacón, aparece como símbolo de la razón, pero atrapada en esa burocracia del sentido de las cosas. Frente a ella, pero sin saberlo, con ella, Trinidad se tornará todo corazón y voluntad para llegar hasta el final, aunque ello le suponga irse “a tomar por el culo”. Tampoco importa que su leitmotiv sea evitar ser juzgado por el triple crimen, porque ni si quiera esto explica el camino por el que acaba adentrándose. Por el contrario, Urbizu, no nos hace creer en el protagonista como el antihéroe redimido que hace justicia… simplemente toma decisiones ante la realidad que va descubriendo, actuando sin pensar, casi arrastrado por los acontecimientos, pero cogiendo el mando de la historia, y abriendo un abismo entre él y “los poderes fácticos”, el Estado y los terroristas, que, por otra parte, quedan retratados con finura. Una película valiente, de acabado exquisito, de ritmo delicioso por su tempo pausado, pero trepidante por lo que pasa. Un director que demuestra sentirse parte del mundo y la actualidad que vivimos, y que toma partido por el corazón, la voluntad, y la determinación indoblegable de levantarse una y otra vez, hasta llegar al final. No levanta la bandera de la justicia, sino que enseña al espectador la naturaleza de las cosas, como solo puede hacer el buen cine negro, y toma partido por quienes deciden cambiarlas y no permanecer impasibles. Aunque en un juicio moral, oficial u oficioso, nuestro protagonista salga mal parado, Urbizu deja claro que no es la naturaleza de un hombre quien condiciona la historia, sino la realidad que vive y las decisiones que toma ante ella. Un artista necesario, hoy más que nunca, una película justo a tiempo.

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