Los bancos se quedan con las inmobiliarias

Consuma subprimes españolas

Siguiendo las recomendaciones del ministro de Industria, Miguel Sebastián, los bancos se están dedicando a consumir ingentes cantidades de productos españoles. En concreto préstamos subprime made in Spain. Es decir, las multimillonarias deudas de las grandes inmobiliarias

Si la banca esañola hubiera tenido que provisionar como fallidos todos los préstamos concedidos a inmobiliarias, constructoras y promotoras que se han declarado en quiebra, y por tanto son insolventes para pagar las deudas contraídas, sus beneficios de 2008 difícilmente hubieran deslumbrado como lo han hecho a sus colegas europeos. A comienzos de los años 90 era relativamente habitual que cada gran banco tuviera su inmobiliaria. Urbis era propiedad de Banesto, Colonial de La Caixa, el Banco Sabadell tenía a Landscape, el BBVA a Metrovacesa y el Santander a Dragados. Cuando el boom inmobiliario se disparó, y a medida que nuevas fortunas procedentes del ladrillo hacían su aparición en escena, la banca rápidamente comprendió que tenía un doble negocio a la vista. El primero, vender a precios estratosféricos sus divisiones inmobiliarias a las nuevas oligarquías regionales del ladrillo, ansiosas de salir de sus reinos de taifas y dispuestas a pagar cualquier precio por dar el salto al mercado nacional. El segundo, convertirse en sus prestamistas y de este modo sacar una suculenta tajada del pastel inmobiliario sin necesidad de mancharse las manos de cemento. Pero como descubrió la sabiduría popular mucho antes de Newton, todo lo que sube, tarde o temprano ha de bajar. Y el estallido de la burbuja inmobiliaria ha dejado una buena parte de los cientos de miles de millones de euros que la banca tenía prestados al sector convertidos en deudas incobrables. En buena lógica, la banca hubiera debido provisionar como pérdidas estos crédito fallidos, o parte de ellos. Con lo que habrían tenido que ampliar capital y reducir beneficios para cuadrar los balances y mantener los ratios. Pero esta gente funciona con otra lógica. Y el Estado ampara que se apliquen otra ley. Han intercambiado deuda por activos (suelo urbanizable, promociones y viviendas) o por acciones de las mismas inmobiliarias. Pero no al precio que dicta hoy el mercado, sino al que tenían hace años, en pleno boom e inflación de precios de suelos y viviendas. De no haberlo hecho así, habrían tenido que provisionar igualmente pérdidas. El resultado final es que el sector bancario se ha transformado, en apenas unos meses, en la mayor inmobiliaria del país. El Santander, a través de Altamira Santander Real Estate, se ha quedado ya con 2.700 millones de euros en activos inmobiliarios. El Popular con Aliseda, La Caixa con Servihabitat XXI, el Pastor con GTE, Cajamadrid con Infodirección, el Sabadell con Solvia, Banesto con Promodomus o BBVA con Anida son otros tantos ejemplos. Pero esta solución, tan conveniente para tapar agujeros bancarios, tiene perversos efectos encadenados. Por un lado, está impidiendo que el precio de la vivienda nueva caiga hasta su valor real. Que los expertos calculan está entre un 30 y un 40% por debajo del actual. Pero si la banca vendiera a estos precios, tendría unas pérdidas iguales a esa depreciación. Consecuencia, no sólo mantienen artificialmente elevado el stock de viviendas construidas, sino que al hacerlo están retrasando por años el inicio de la recuperación del sector, con el consiguiente alargamiento del desempleo. Un gobierno que defendiera los intereses de la nación y de la mayoría de sus ciudadanos, en vez de dedicar dinero a la construcción de nuevas viviendas protegidas en un mercado sobresaturado, obligaría a bancos e inmobiliarias a sacar a la venta las viviendas vacías, ajustadas a su valor real de mercado. ¿Qué eso significa asumir pérdidas o no sacar la ganancia calculada? Después del festín que se han dado todos estos años, no es creíble que tengan motivos para quejarse.

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