Conjuras y cuchillas en la Casa Blanca

Trump defenestra al director del FBI, James Comey

Donald Trump ha cesado por sorpresa al director de uno de los aparatos de poder más importantes de Washington, el FBI. James Comey fue en su día elogiado por Trump por reabrir el caso de los correos de Hillary Clinton a sólo una semana de las elecciones, algo que fue decisivo en la remontada del republicano. Sin embargo, la persistencia del director del FBI en continuar las investigaciones sobre las supuestas conexiones entre asesores del entorno próximo del presidente y el gobierno de Rusia -algo que le costó el puesto a Michael Flynn, consejero de seguridad nacional- había puesto el hacha en el cuello de Comey.

La destitución del director del FBI -una de las agencias más importantes de EEUU- es el último episodio de la cada vez más aguda pugna entre los dos sectores de la clase dominante norteamericana, que recorre cada edificio de los aparatos de poder de Washington. Un enfrentamiento en torno a qué línea seguir para gestionar el declive de la superpotencia, y que se expresa en una lucha sin cuartel entre la línea Trump y sus detractores.

James Comey se encontraba en un acto privado con agentes del FBI en Los Ángeles cuando las televisiones de la sala se encendieron con la noticia de que había sido despedido. La Casa Blanca había informado a los medios antes que a él. La tormenta rompía a tronar.

Muy diferente fue el trato que Trump dió a Comey hace pocos meses, cuando lo confirmaba en el puesto con un efusivo abrazo. El republicano recibió con alborozo la «ayuda» del FBI en la campaña, cuando a pocos días de la cita electoral se reabría una investigación contra Hillary Clinton acerca de unos correos comprometedores enviados por ella desde un servidor personal. La cosa no llegó a más, pero las declaraciones de Comey a tres dias de los comicios, diciendo que Clinton había sido «extremadamente negligente» fueron una munición extremadamente dañina contra la demócrata. James Comey es un conocido republicano con una larga carrera. Trabajó para la administración de George W. Bush (llegó a fiscal general adjunto) e hizo campaña a favor de John McCain y Mitt Romney, pero fue Obama el qie lo situó al frente del FBI.

El camino hacia la defenestración ha sido recorrido en los últimos 100 días. En ellos, el FBI ha estrechado el cerco sobre el entorno de Trump por contactos con el Kremlin, antes y después de las elecciones: se sospecha que Rusia habría ayudado a la campaña de Trump, esperando beneficiarse de que el republicano iniciara un acercamiento a Moscú y retirara las sanciones. Lo que algunos llaman ‘Rusiagate’ se cobró la cabeza de uno de los colaboradores más preciados del presidente, el general Michael Flynn, que negó haberse reunido con el embajador ruso cuando existían pruebas de ello. La dimisión de Flynn como consejero de seguridad nacional fue la primera andanada del sector de la clase dominante norteamericana opuesto a Trump, por sabotear y minar su mandato.«La destitución del director del FBI es el último episodio de la cada vez más aguda pugna entre dos sectores de clase que recorre cada edificio de los aparatos de poder de Washington.»

Las investigaciones del FBI dijeron que el propio Trump «no estaba siendo investigado», pero siguieron estrechando el cerco sobre los hombres del presidente. Aunque la Casa Blanca ha basado la sorpresiva decisión en recomendaciones del Departamento de Justicia, a través del fiscal general Jeff Sessions, crecen las sospechas de que la decisión se tomó mucho antes de producirse. Medios como el Wall Street Journal han revelado que en enero Trump cenó privadamente con el exjefe del FBI y le exigió lealtad, algo a lo que se negó Comey. A partir de ahí, y tras el asunto de Flynn y la negativa del FBI a poner freno a las investigaciones, Trump habría encargado a Sessions que encontrara razones para largar a Comey.

Si se llega a probar que Trump ha destituido a Comey para detener la investigación del ‘Rusiagate’ -prevaricación a todas luces- la tormenta podría devenir en huracán de cuchillos. Algunos en los pasillos de Washington ya hablan -recordando a lo que le pasó a Nixon- de impeachment.

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