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Conjura franco-alemana: el BCE maniobra para hundir a la banca española

Las principales entidades que integran el sistema bancario español no ganan para disgustos.

En este caso, las malas noticias proceden del Banco Central Europeo, llamado a convertirse en supervisor comunitario a partir de noviembre de este año.

La semana pasada aprobó una nueva forma de computar determinadas deducciones del capital que será de aplicación exclusiva en los stress tests que tutela y que están a punto de completarse, y que perjudica notablemente a la banca española y portuguesa.

Según con quien hables es la alargada sombra de esa Alemania que necesita de cabezas de turco para tapar sus propias vergüenzas, o de la agraviada Francia que carece de disposiciones similares a las ahora revocadas, las que se encuentran detrás de una medida insólita destinada únicamente a perjudicar a las instituciones peninsulares.

El despropósito en el que se ha convertido todo este proceso escribe así un nuevo y esperpéntico capítulo.

La sorpresa surgió el jueves 25 cuando el BCE decidió unilateralmente que todos aquellos ajustes que alteraran la solvencia de los analizados, y hubieran sido aprobados por las respectivas regulaciones locales con posterioridad al 1 de enero de 2014, no resultarían de aplicación en el ámbito de su estudio. Algo que afectaba, fundamentalmente, a los activos fiscales diferidos de la banca lusa, cuyo régimen se estableció ya en este ejercicio, y al tratamiento de la participación en otras sociedades financieras y del activo intangible ex fondo de comercio de las firmas nacionales, al haberse producido la adaptación regulatoria a las recomendaciones internacionales sobre tal materia ya entrado el año.

La alteración es sustancial y puede distorsionar la foto de los recursos propios de quienes más gasto tecnológico, de investigación o valor de marca han activado históricamente en España o de los que más participaciones sectoriales ‘significativas’ acumulan.

En efecto, antes de este 31 de enero la norma obligaba a los bancos patrios a deducir íntegramente del cómputo de capital esas partidas. Sin embargo, puesto que Basilea III permitía ir adecuando su deducción al periodo transitorio establecido por la Autoridad Bancaria Europea para que las entidades alcanzaran el nivel mínimo de solvencia por ella establecido, el Banco de España asimiló la recomendación como propia y accedió a que así se hiciera a razón de un 20% anual entre 2014 y 2018 publicando al efecto la Circular 02/2014 (normas VII y XIV).

Fruto de la concesión de esos ajustes graduales es la llamada ratio de core capital phased in.

La acogida fue entusiasta. Un elemento menos de presión.

Alguna cotizada sectorial, de hecho, no dudó en sacar pecho en sus resultados semestrales gracias a la aplicación de este lifting contable a sus recursos propios.

Un espejismo.

Al menos para los test de stress el supervisor comunitario obliga a los nuestros a rehacer sus plantillas de datos a fin de ajustar temporalmente su capital a la nueva realidad normativa, que excluye dicha posibilidad tal y como pudieron corroborar de primera mano Santander y BBVA esta misma semana. Y, pese a que el equipo de Luis Linde está tratando de reaccionar ante lo que considera un atropello, el mensaje que están recibiendo los afectados desde Fráncfort es taxativo: son lentejas; si no quieres alterar las cifras, no te publico y tú mismo. O sea, que ya sabes. Las 48 horas de gracia para hacer alegaciones han servido hasta ahora de bien poco.

Total que, al menos un 40% de las cantidades que figuran en balance por tales conceptos (el cálculo se hace con proyección a cierre de 2016, donde la deducción acumulada sería del 60%), se volatilizarán ahora del capital computable de nuestra banca para los stress tests con un impacto desigual en función del punto de partida. Unos sufrirán más que otros.

Pero ya ni siquiera eso resulta relevante.

Lo sustancial es que, una vez más, las normas se van alterando en función no tanto de la conveniencia para la solidez y estabilidad de los respectivos sistemas financieros, sino del interés político de determinadas naciones que no quieren quedar mal en la foto.

Una vergüenza que vuelve a poner de manifiesto la precariedad del proyecto europeo por más burras que se empeñen algunos en vendernos.

Y que tiene una derivada aún peor: el terrible sentimiento de abandono e indefensión de nuestra banca ante tales tropelías, producidas a instancias de terceros con más poder e influencia en los centros de poder. Porque hacer política, sea desde el Gobierno o desde el BdE, es precisamente esto: defender los intereses nacionales.

No está de más recordarlo.

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