El vertiginoso incremento del paro, un 47,1% anual, hasta superar el millón de nuevos desempleados, es una mala noticia para todos. ¿Para todos? ¿Seguro que nadie se beneficia de esta subida del desempleo? Echemos las cuentas, esas que hablan, no sólo del paro, sino también de la plusvalía, la ganancia capitalista producida por el obrero pero que el capital se apropia gratuitamente. Esas cuentas que para la burguesía, como sentenciaba la madre de Bernarda Alba, «no pueden ni deben decirse». Ni siquiera pensarse.
Aunque haya reducido sensiblemente su ritmo de crecimiento, desde el 3,7% en 2007 a una media anual del 1,1% en 2008, el PIB esañol creció durante el último año. El PIB indica el nuevo valor que se ha generado durante el año, la nueva riqueza que antes no existía y que sólo la fuerza de trabajo puede crear. En 2007 el PIB español –es decir la cristalización del tiempo de trabajo del obrero, expresado en dinero- fue de 1.050.595 millones de euros. En 2008, esa cifra ascendió a 1062151,6 millones. Un incremento de 11.556,6 millones de euros, casi dos billones de las antiguas pesetas. Ese nuevo valor añadido generado por la fuerza de trabajo se reparte sólo entre dos comensales. Una parte va a abonar los salarios de los trabajadores, y la otra se la apropia el capitalista, y constituye la plusvalía. Cuanto menos sea una, más disminuye la otra. Y viceversa. Y aquí es donde, al combinar estos datos con el incremento del paro, alcanzamos sorprendentes, y absolutamente silenciadas, conclusiones. Los 1.065.876 nuevos parados han hecho mermar la población asalariada. En 2007 existían 16.876.500 asalariados, y en 2008 esa cifra se ha reducido a 16.308.200. Son, nada menos, que 568.300 asalariados menos. El volumen que el capital debe abonar en salarios –que en 2007 alcanzó los 496.796 millones de euros- también merma. Y si disminuye el total del nuevo valor añadido que revierte en los trabajadores en forma de salario, aumenta el que se apropia el capital, constituyendo la plusvalía. Así de sencillo. Y así de oculto. No es nada nuevo, ajustar la ganancia –intentando mantener, o cuanto menos limitar el decrecimiento de la plusvalía- a través del despido masivo y el incremento del paro es una de las recetas tradicionales de la burguesía en tiempos de crisis. Ocurrió en la crisis del 29, volvió a suceder en la crisis del 73, y está ocurriendo hoy. Y es que, para la burguesía, el único objeto de la producción es revalorizar el capital, incrementando permanentemente la plusvalía arrebatada al obrero. Todo lo que hace está movido por esta obsesión. Durante los años de bonanza, cuando la economía española crecía a ritmos por encima del 3%, la plusvalía se incrementaba ampliando la cantidad de obreros, de brazos que explotar en la construcción, en condiciones precarias o simplemente ilegales –como los trabajadores inmigrantes-. Por eso, en 2007 habían en España 2.585.100 asalariados más que en el año 2000. Y por eso, durante este mismo periodo de tiempo, el PIB creció un 66%, pero mientras el montante pagado en salarios sólo subió un 59,1%, el total de la plusvalía se incrementó un 73,6%. Los salarios perdieron un 4,5% de peso en el PIB –pérdida valorada en 47.276 millones de euros, casi ocho billones de pesetas-, cantidad que ganó el capital como plusvalía. Y, estallada la crisis, ese “ajuste” del capital se traduce en incremento del paro, haciendo que menos gente produzca lo mismo o más, incrementando su productividad, y sobre todo aumentando la plusvalía que la burguesía se embolsa. Por eso los dos últimos trimestres, precisamente cuando la economía española ha entrado en recesión, reduciéndose el PIB, se han acumulado el 60% de todos los nuevos parados del año. Frente a la visión de que el incremento del paro es “culpa de la crisis”, un fenómeno sin sujeto, la realidad es que el criminal tiene nombre y apellidos. Sólo buscan incrementar la plusvalía, aumentar el robo de horas de vida y trabajo, aunque para ellos tengan que condenar a más de un millón de personas al infierno del paro.