Con Obama, arremetida contra América Latina

A dos meses de la llamada Cumbre de las Américas, donde Obama anunció una nueva etapa en la relación con los vecinos del sur, se produjo el golpe de Estado en Honduras, dirigido -como afirmó Hugo Chávez- al eslabón más débil de la Alba. Tal vez otro de los objetivos de las fuerzas de ultraderecha del establishment involucradas fuera desacreditar las expectativas sobre las presumibles buenas intenciones de Obama hacia Latinoamérica, pero si el cuartelazo, como ha trascendido, salió de la base de Soto Cano, con la aprobación del Comando Sur, de funcionarios del Departamento de Estado y con la complicidad del mismí­simo embajador estadunidense Hugo Llorens, ¿no es Barack Obama en su condición de cabeza del Ejecutivo el comandante en jefe de las fuerzas armadas y el superior de la señora Clinton?

AMLAI.- Durante esta rimera década del siglo, los cambios en el continente fueron favorecidos por la expansión económica mundial, que también estimuló el proyecto de integración de América del Sur. Pero la crisis financiera de 2008 provocó una desaceleración del crecimiento y del propio proyecto de integración económica. Y el proyecto de integración política fue afectado de lleno por el nuevo acuerdo militar entre Colombia y Estados Unidos, que autoriza el uso del territorio colombiano por efectivos militares norteamericanos, desde donde podrán controlar el espacio aéreo de Venezuela y de toda América del Sur. Por ello, no es exagerado decir que el futuro de América del Sur, en la primera mitad del siglo XXI, estaría decidiéndose en estos próximos dos años. Y ya es posible mapear las grandes disyuntivas y elecciones que están en el horizonte del continente suramericano. THE WASHINGTON POST.- ¿Acaso Abbas se ha dado cuenta de que los asentamientos son el obstáculo principal para un Estado palestino? Difícilmente: en privado, altos funcionarios palestinos reconocen fácilmente que la cuestión es secundaria. En cambio, lo que los palestinos plantean es producto de los errores de la administración Obama, y también del hecho de que la oportunidad que Obama dijo percibir para llegar a un acuerdo de dos Estados no es tan visible a los líderes de la región. México. La Jornada Con Obama, arremetida contra América Latina Ángel Guerra Cabrera A un año de la elección de Barack Obama el saldo de la política de Estados Unidos hacia América Latina es muy desfavorable para sus pueblos y lejana de las expectativas de un trato más amistoso generadas durante su campaña electoral. Hagamos un somero recuento de los tres asuntos fundamentales que en este año muestran a las claras un rumbo imperial de arremetida contra América Latina. A dos meses de la llamada Cumbre de las Américas, donde Obama anunció una nueva etapa en la relación con los vecinos del sur, se produjo el golpe de Estado en Honduras, dirigido –como afirmó Hugo Chávez– al eslabón más débil de la Alba. Tal vez otro de los objetivos de las fuerzas de ultraderecha del establishment involucradas fuera desacreditar las expectativas sobre las presumibles buenas intenciones de Obama hacia Latinoamérica, pero si el cuartelazo, como ha trascendido, salió de la base de Soto Cano, con la aprobación del Comando Sur, de funcionarios del Departamento de Estado y con la complicidad del mismísimo embajador estadunidense Hugo Llorens, ¿no es Barack Obama en su condición de cabeza del Ejecutivo el comandante en jefe de las fuerzas armadas y el superior de la señora Clinton? Lo cierto es que han pasado más de cuatro meses desde el golpe y las acciones del gobierno de Obama han sido débiles, tardías y contraproducentes al objetivo proclamado de restituir al presidente Zelaya. Con la mediación de su vasallo Óscar Arias, Washington le dio respiración artificial a los golpistas justo en el momento en que quedaron totalmente aislados y repudiados por la ONU, la Unión Europea y hasta por la OEA. Más tarde, en el momento en que el ingreso clandestino de Zelaya al país unido al empuje de la resistencia popular ahondó la crisis política de la dictadura, el Departamento de Estado y la Casa Blanca prosiguieron alimentado un marco negociador que enfatiza en reconocer a la dictadura como actor principal de una solución política, como se ha demostrado en los últimos días. Sus acciones, en suma, han ido encaminadas a socavar la legitimidad del presidente Zelaya y a que, en el mejor de los casos, se le restituya sólo con carácter protocolar y sin tiempo para influir en el resultado de las elecciones del 29 de noviembre, las mismas que Estados Unidos y la OEA pretenden convalidar no importa el clima de represión masiva y ausencia de las más elementales garantías democráticas que las ha precedido. Todo sin tocar un pelo a los golpistas, ni desmantelar la estructura institucional en que se originó el golpe, ni sancionar a los autores de la feroz represión desatada. Todo, en fin, a espaldas del pueblo. Por otro lado tenemos las siete bases militares de Estados Unidos en Colombia y con ellas la cesión adicional a la fuerza aérea de la potencia del norte de siete aeropuertos civiles del país para que también los utilice a su antojo. Como bien dice el documento del Pentágono cuyo facsímil publica la revista colombiana Semana en su última edición, se trata de una oportunidad única para realizar operaciones contra gobiernos antiestadunidenses. Léase Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Nicaragua, El Salvador, Guatemala; no se diga Cuba y, ¿por qué no?, también podrían ser Brasil y Argentina. En fin de cuentas lo que decida Washington según su conveniencia. Es muy certero afirmar que Colombia se ha convertido en una gran base militar yanqui y dada su privilegiada posición geográfica se transforma por eso en una amenaza sin precedente a la libertad y la independencia latinoamericanas que exigirá una gran batalla popular por sacar esas bases. El otro asunto que pone en solfa toda la retórica obamiana de una nueva etapa en el trato con América Latina es el bloqueo a Cuba, que continúa intacto, infamia que el gobierno de Estados Unidos intenta justificar, como se vio en boca de su representante en la ONU Susan Rice después de la condena a la medida genocida por 187 de los 192 estados miembros del organismo. Es penoso el espectáculo de una inteligente mujer afroestadunidense de antecedentes progresistas trasformada en una arrogante vocera del cruel castigo al pueblo cubano, pero en el fondo, como en el caso de Obama, ocurre que quieran o no, al llegar a la Casa Blanca o claudican de sus anteriores ideales o tienen que irse, como ha ocurrido ya con varios de los colaboradores del afroestadunidense. LA JORNADA. 5-11-2009 Ecuador. ALAI América del Sur de cara al futuro José Luis Fiori Después de una década a la izquierda, América del Sur está entrando en una zona de fuerte turbulencia. En este final de 2009, Uruguay podría elegir como presidente de la República, a un hombre del pueblo y ex guerrillero tupamaro, y Chile quizás elija a un billonario arrogante y de derecha, que recuerda mucho al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi. Está la reelección de los presidentes de Bolivia y de Ecuador que se proponen cambiar radicalmente la estructura del Estado y de la propiedad de sus países, con objetivos socialistas, pero sin ruptura revolucionaria. En 2010, habrá elecciones en Colombia y en Brasil, y en 2011, en Perú y en Argentina. Durante esta primera década del siglo, los cambios en el continente fueron favorecidos por la expansión económica mundial, que también estimuló el proyecto de integración de América del Sur. Pero la crisis financiera de 2008 provocó una desaceleración del crecimiento y del propio proyecto de integración económica. Y el proyecto de integración política fue afectado de lleno por el nuevo acuerdo militar entre Colombia y Estados Unidos, que autoriza el uso del territorio colombiano por efectivos militares norteamericanos, desde donde podrán controlar el espacio aéreo de Venezuela y de toda América del Sur. Por ello, no es exagerado decir que el futuro de América del Sur, en la primera mitad del siglo XXI, estaría decidiéndose en estos próximos dos años. Y ya es posible mapear las grandes disyuntivas y elecciones que están en el horizonte del continente suramericano. En primer lugar, desde el punto de vista económico, lo que se debe esperar para después de la crisis es un aumento de la presión de los mercados internacionales y la profundización de la condición periférica y primario-exportadora de la mayoría de los países suramericanos. Incluso si se amplían y se diversifican sus exportaciones en dirección a Asia, y a China, en particular. En esta nueva coyuntura, sólo una voluntad política coherente y continuada podrá mantener en pie el proyecto de integración suramericana. Esto supone una decisión de Estado y una capacidad colectiva de mantener bajo control los conflictos locales, a despecho de los cambios de gobierno. Y supone también, una política conjunta de fortalecimiento del mercado interno de América del Sur, con la reducción de la dependencia regional de las crisis y de las fluctuaciones de los precios internacionales. En este punto, no existe término medio, porque los países dependientes de la exportación de productos primarios, incluso en el caso del petróleo, nunca conseguirán dirigir su propia política macro-económica, y mucho menos todavía, su inserción en la economía mundial. En segundo lugar, desde el punto de vista político, la crisis económica evidenció todavía más las asimetrías y desigualdades nacionales y sociales que están detrás de la heterogeneidad política regional y que explican, en parte, la falta de interés o de entusiasmo de algunos países del continente, por el proyecto sur-americanista. Finalmente, desde el punto de vista de la seguridad continental, el aumento de la presencia militar estadounidenses en Colombia sirve para recordar que América del Sur seguirá por un buen tiempo –y aunque no lo quiera- bajo la “protección” del poder espacial, aéreo y naval de EE UU. Y deberá tener una enorme persistencia y tenacidad para construir un sistema autónomo de seguridad regional, sin producir una carrera armamentista dentro de la propia región. De cualquier forma, una cosa es cierta: el futuro del proyecto suramericano dependerá cada vez más de las elecciones brasileñas, y de la forma que Brasil desarrolle sus relaciones con Estados Unidos. Desde el punto de vista económico, la presión de los mercados internacionales y las nuevos descubrimientos de petróleo en la capa del pre-sal, también están ofreciendo a Brasil, la posibilidad de transformarse en una economía exportadora de alta intensidad, una especie de “periferia de lujo” de las grandes potencias compradoras del mundo, como fueron en su debido tiempo, Australia y Argentina, entre otros. Pero existe la posibilidad de que Brasil escoja otro camino que combine su potencial exportador con una estructura productiva industrial asociada y liderada por una economía más dinámica, como es el caso contemporáneo de Canadá, por ejemplo. Además existe una tercera alternativa, absolutamente nueva para el país, y que apunta de cierta forma, hacia el modelo de la estructura productiva norteamericana: con una industria extensa y sólida, y una enorme capacidad de producción y exportación de alimentos y otros commmodities de alta productividad, incluyendo el petróleo, en el caso brasileño. Por otro lado, en el campo político, después de la hegemonía de las ideas neoliberales y privatistas, y del “cosmopolitismo servil”, en el campo internacional, se está consolidando en Brasil, un nuevo consenso desarrollista, democrático y popular, pero que en este caso, no tiene nada que ver con el socialismo. Las perspectivas futuras de esta coalición de poder, sin embargo, dependerán, en gran medida, de la estrategia internacional de los próximos gobiernos brasileños. Brasil puede transformarse en un “aliado estratégico” de Estados Unidos, de Gran Bretaña y de Francia, con derecho de acceso a una parte de su tecnología de punta, como en el caso de Japón, o el mismo Israel, que accedió a la tecnología atómica militar, con el apoyo de Francia. Pero Brasil también puede elegir un camino propio de afirmación soberana y de expansión de su poder internacional. Y en este caso, si Brasil quisiera cambiar su posición geopolítica, obedeciendo las “reglas del juego” del sistema mundial, tendrá que desarrollar un trabajo extremadamente complejo de administración continua de las relaciones de competencia, conflicto y complementariedad con Estados Unidos, y con las demás potencias, teniendo como norte sus propios intereses económicos y geopolíticos. En una disputa prolongada por la hegemonía de América del Sur, como si fuese una “lucha oriental” con Estados Unidos. Caminando a través de una vereda muy estrecha y durante un tiempo que puede prolongarse por varias décadas. Además de esto, si Brasil quisiera liderar la integración soberana de América del Sur en el mundo, tendrá que inventar una nueva forma de expansión económica y política continental y mundial, sin “destino manifiesto” ni vocación misionera, y sin el imperialismo bélico de las dos grandes potencias anglo sajonas. AGENCIA LATINOAMERICANA DE INFORMACION. 5-11-2009 EEUU. The Washington Post Impasse en Oriente Medio El presidente palestino, Mahmoud Abbas, ha participado en negociaciones de paz con cinco gobiernos israelíes que se negaron a detener la construcción de asentamientos judíos. Sin embargo, Abbas ha rechazado el llamamiento de la administración Obama de iniciar conversaciones con la coalición de centro-derecha de Benjamín Netanyahu, poniendo así uno de los principales objetivos de la política exterior de la administración en espera indefinida. La razón: "Estados Unidos no es capaz de lograr de Israel una congelación de los asentamientos", dijo un comunicado. ¿Acaso Abbas se ha dado cuenta de que los asentamientos son el obstáculo principal para un Estado palestino? Difícilmente: en privado, altos funcionarios palestinos reconocen fácilmente que la cuestión es secundaria. En cambio, lo que los palestinos plantean es producto de los errores de la administración Obama, y también del hecho de que la oportunidad que Obama dijo percibir para llegar a un acuerdo de dos Estados no es tan visible a los líderes de la región. El gobierno sentó las bases en la primavera pasada para este callejón sin salida diplomático al exigir un "freno a la construcción de asentamientos, la ampliación, el crecimiento natural, o cualquier tipo de actividad de asentamiento," como la Secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton dijo. Ningún gobierno israelí ha accedido a tales términos, y la insistencia de la administración pública en ellos sólo sirvió para aumentar la tasa de aprobación del Sr. Netanyahu entre los israelíes, mientras que la de Obama se desplomó a un solo dígito. El gobierno ahora quiere dejar la cuestión de lado y seguir adelante con las conversaciones, los funcionarios dicen que una congelación de los asentamientos nunca fue una condición previa. Pero la Sra. Clinton está teniendo problemas para salir del agujero que ella ayudó a cavar: el fin de semana pasado se elogió como "sin precedentes" una propuesta israelí para limitar el crecimiento de los asentamientos; esta semana, después de las protestas árabes, se dio marcha atrás. El Sr. Abbas se enfrenta a una situación similar. Después de haber adoptado la demanda original de los EEUU como suya, no puede fácilmente dejarla caer. Los líderes árabes podrían proporcionar al Sr. Abbas cobertura política, pero ni ellos ni él parecen compartir la noción de Obama de que ha llegado el momento para un acuerdo. Aparte de la cuestión de los asentamientos, israelíes y palestinos están muy lejos en sus propuestas sobre qué hay que negociar y como progresar rápidamente. Los israelíes observan que el Sr. Abbas ya rechazó una oferta de paz de largo alcance del ex primer ministro israelí, Ehud Olmert. Los palestinos sospechan con razón que el Sr. Netanyahu estaría menos comprometido que el señor Olmert. La hipótesis de trabajo de la administración de Obama ha sido que una diplomacia enérgica por parte de Estados Unidos podría inducir a ambas partes a avanzar rápidamente hacia la paz. De hecho, el progreso en Oriente Medio siempre ha comenzado con las iniciativas de los israelíes hacia los árabes. Por el momento, la idea más prometedora proviene de primer ministro de Abbas, Salam Fayyad, quien se ha comprometido a construir las instituciones de un Estado palestino dentro de los próximos dos años, con o sin conversaciones de paz. Las negociaciones entre los actuales dirigentes israelíes y palestinos podrían proporcionar apoyo indirecto a esa iniciativa, aunque se ha avanzado poco. Pero el gobierno haría bien en centrar sus esfuerzos en el apoyo al Sr. Fayyad. THE WASHINGTON POST. 5-11-2009

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