La UE permite a Alemania saltarse en lí­mite del déficit que exige a España

Con cartas marcadas, también yo podrí­a ganar la partida

«Que haya competencia», repiten los gurús del capitalismo. Y podrí­a estar de acuerdo con ellos. Siempre y cuando, las grandes potencias no jueguen con cartas marcadas. En respuesta a las advertencias de que la «austeridad a ultranza» frena el crecimiento, la UE ha reaccionado, anunciando que permitirá no contabilizar como déficit público la inversión productiva. El único problema es que ha añadido la cláusula de que los paí­ses que quieran beneficiarse de esta enmienda, deberán tener «las cuentas públicas en orden». Traducido a un lenguaje vulgar, Alemania podrá beneficiarse de esta medida pero España no. Y luego Merkel se atreverá a venir a España a decir que «trabajamos poco y cobramos mucho».

Hace sólo unos pocos días, Mariano Rajoy concedía una entrevista al Financial Times, la biblia del gran capital norteamericano en Europa. En ella, solicitaba a la UE que, puesto que España “había hecho los deberes” –es decir, su gobierno se había plegado a ejecutar el grueso de los recortes que Washington y Berlín exigían-, Bruselas debía de habilitar medidas que no solo obligarán a reducir el déficit –un corsé que asfixia a cualquiera- sino que también permitieran fomentar el crecimiento económico. España no es, ni nunca será, un protectorado alemán, por mucho que lo intente Merkel


Pues bien, la respuesta de la Comisión Europea a esta petición española ha sido la de permitir que algunos países dejen de contabilizar la inversión como déficit público.


Una medida que estimula en crecimiento, sí, pero que Bruselas sólo permite a los países que “estén al corriente de sus obligaciones contables”.


Lo que reduce el grupo de países de la UE a siete… Y entre los grandes Estados, sólo Alemania sale beneficiada.
Es decir, a las grandes potencias –las que, como Alemania, se benefician de su control sobre la economía y la política europea para exprimir a países como España-… a esos, la UE sí que les permite invertir para poder crecer.


Pero a los países como España –que estamos condenados a destinar nuestros recursos, no a crecer y reducir el paro,  o incrementar nuestra inversión en sanidad y pensiones… sino a destinarlo única y exclusivamente a pagar las deudas con la gran banca extranjera-… a esos –que somos nosotros-, la UE no les permite invertir un solo euro.


No es extraño que, ante tal dictadura germana, incluso el gobierno de Rajoy se haya rebelado. Negándose a dar su voto al nuevo presidente del Eurogrupo, un tal Dijsselbloem, socialdemócrata danés pero sobre todo vasallo de Berlín.


Y no es un gesto superfluo. Es la primera vez que un presidente del Eurogrupo no es elegido por unanimidad.


El representante del gobierno español quiso explicar en una rueda de prensa pública que el veto representaba una protesta formal al hecho que “España esté injustamente infrarepresentada en las instituciones de la UE”.


Alemania quiere convertir, de la mano de Merkel, a España en poco menos que un protectorado germano, degradado al mismo nivel que Grecia o Portugal.


Tan desmesurada es esta pretensión, que incluso el gobierno de Rajoy se ha visto obligado a manifestar su negativa.


España no es, ni nunca lo será, un protectorado alemán. Hitler lo intentó y, a pesar de atreverse a bombardear Guernika, no lo consiguió. Tampoco lo logrará Merkel, aunque ahora utilice los más sofisticados métodos que le proporcionan los mandatos de BCE o de la Comisión Europea.

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