Segunda huelga general en Francia en dos meses.

«¿Como vamos a escuchar a la chusma?»

A medida que se agrava la crisis, a Nicolás Sarkozy le crecen los enanos. Después de la huelga general del 29 de enero, que lanzó a las calles francesas a unos dos millones de trabajadores, el presidente se vio obligado a tirar de presupuesto y desembolsar 2600 millones de euros en un plan social. «Totalmente insuficiente», le han respondido las centrales sindicales, que buscan repetir y ampliar el golpe contra la polí­tica económica del Eliseo. Pero la presión de los trabajadores y de la izquierda oficial -que ha corrido ha ponerse tras la pancarta- no es la única preocupación del presidente. Sus archienemigos dentro de su propio partido, la gaullista UMP, están utilizando la munición polí­tica que les suministra el descontento popular para atentar contra Sarkozy.

Es la segunda convocatoria de huelga en lo que va de año, y las ocho centrales sindicales convocantes del aro esperan superar las cifras de manifestantes del 29 de enero en las más de 200 marchas organizadas por todo el país. Aquel día los sindicatos dieron 2,5 millones de manifestantes y el gobierno un millón. El seguimiento se prevee masivo principalmente en el sector público, seriamente atacado por los recortes del gobierno. Las estimaciones sindicales se ven refrendadas por varias encuestas, como la del instituto Ifop, de acuerdo con el cual un 78 por ciento de los franceses consideran justificada esta protesta, un porcentaje no alcanzado en diez años. Las clases medias y la pequeña y mediana empresa están cada vez más inquietas ante la situación y la actuación del Eliseo. Tras el paro de finales de enero, el ejecutivo de François Fillón puso encima de la mesa un plan social de 2600 millones de euros, que ha distado mucho de aplacar los ánimos. Los sindicatos quieren conseguir en primer lugar medidas simbólicas de "justicia social" como la supresión del "escudo fiscal" que limita la presión fiscal al 50 por ciento de los ingresos de los contribuyentes más ricos. La opinión pública ha constatado como la protección fiscal ha beneficiado a los más ricos. La prensa ha publicado cómo 834 oligarcas “contribuyentes” con un patrimonio de más de 15,5 millones de euros, se han repartido un cheque del Estado de 307 millones, al mismo tiempo que los tabloides sacan mapas de Francia indicando los puestos de trabajo que se pierden al mes en cada departamento. Los sindicatos exigen también que la intervención estatal esté en función de la protección del empleo y la redistribución de la riqueza. Insisten en que las ayudas estatales a las empresas sean selectivas: que vayan condicionadas a contrapartidas en términos de empleo y de salarios, así como en dar un empujón al poder adquisitivo de los asalariados con menos recursos. Es lógico que los sindicatos y la izquierda exijan esto. Pero lo que no entraba en los planes de Sarkozy es que tales medidas fueran propuestas en la Asamblea Nacional… por miembros de su propio partido. En la UMP el actual presidente tiene una buena caterva de enemigos jurados, como el anterior primer ministro –y delfín de Chirac- Dominique de Villepin, erigido en la principal voz disidente de los gaullistas. Pero sea por oportunismo o por visión política, el caso es que René Couanau, diputado de la UMP, propuso ayer en el hemiciclo “en nombre de la justicia social", la suspensión temporal del escudo fiscal, y aumentar los impuestos para las rentas más altas: gravar con un 5% a los que tengan una renta superior a los 300.000 euros, y un 5% más a cada fracción de 65.000 que supere esa cantidad. La propuesta –que no saldrá adelante- sorprendió a la izquierda, pero naturalmente la apoyó. Maria Antonieta exclamó: “¿Cómo vamos a escuchar a la chusma, que huele tan mal?", sólo unos meses antes de que su linda y nacarada testa rodara por el patíbulo. También Sarkozy trata de hacer oídos sordos a la voz de los trabajadores, pero en la batalla de la opinión pública no es un asunto baladí para el presidente más polémico y mediático de la historia reciente de Francia. Sus enemigos lo saben, y sueñan con que quizá dentro de un tiempo los pasos de la chusma lleguen a las puertas del Eliseo pidiendo su cabeza.

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