La noticia es antigua. De allá por el 2013. E Israel, ahora mismo, es noticia por otros crímenes que conocemos de sobra. Sin embargo, la esterilización forzosa es como la historia interminable. Se repite incansablemente y con el mismo patrón. Es la violencia sexual y reproductiva ejercida por el Estado. ¿Contra quién? Preferiblemente mujeres, pobres y/o de una minoría racial. Es decir, el sector más vulnerable, las víctimas perfectas.
Las etíopes judías pertenecen a la comunidad Beta Jerusalén. Durante la Guerra Civil Etíope, una gran mayoría emigró a Israel. Pero para ello, en los campos de refugiados, a las mujeres se las obligaba y se les amenazaba con que no podrían emigrar sin inyectarles Depo-Provera. Hablamos de un anticonceptivo donde actualmente, Pfizer, la multinacional productora, se enfrenta en EEUU a una demanda colectiva por sus efectos secundarios. Entre ellos provoca tumores cerebrales.
Pero a ellas tampoco les informaban de lo que les inyectaban. Simplemente dejaron de tener hijos negros en un Israel racista hasta la médula. Así de simple. Un control de la natalidad selectiva para judíos de segunda categoría.
Pero el patrón viene de lejos. Y no sólo contra mujeres. Tras la Primera Guerra Mundial, y antes que la Alemania nazi, que también, en EEUU se puso en marcha un programa de eugenesia para mejorar la especie humana. Con la Ley de Esterilización se autorizó este procedimiento forzado para los «socialmente inadecuados». Pero si eras mujer latina, afroamericana o indígena, tenías muchas papeletas para la castración. O siendo reclusa, como casos denunciados en California ya en el siglo XXI.
O en Suecia, donde esta práctica duró hasta el 2013, y además del patrón mujer y pobre, para realizar un cambio de sexo, obligatoriamente debías esterilizarte. O en el Perú de Fujimori en los años 90, donde 270.000 mujeres y 22.000 hombres, la mayoría de ellos provenientes de comunidades indígenas quechua y de familias con pocos recursos económicos, fueron esterilizados a la fuerza entre 1996 y 2001. O en Canadá a las mujeres indígenas. O en Groenlandia, por Dinamarca a las mujeres inuit. O en la India. O en México.
La lista es larga. Y seguramente más actual de lo que creemos.

