SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Cómo ha sido 2013 y qué esperar de 2014

Si tuviésemos Gobiernos decentes pondrían los datos sobre la mesa con transparencia para decirnos si la situación económica va bien o mal y para que así sacásemos entre todos conclusiones. Pero no es eso lo que tenemos.

En 2008, Zapatero ya empezó pidiendo patriotismo frente a quienes, en su opinión, solo se dedicaban a sembrar “alarmismo injustificado” cuando advertían de que estábamos en una crisis profunda. Ya hemos visto quién llevaba razón y quién ha sido al final más patriota.

Desde hace unas semanas, Rajoy y todos sus ministros se dedican a convencer a la población de que enseguida se comenzará a crear empleo y actividad económica porque la crisis se ha acabado y nos anuncian que 2014 marcará el inicio de una nueva senda de crecimiento y bienestar.

Vuelven a ser palabras vacías, como las de Zapatero, solo para justificar lo injustificable y para hacer creer que la mejora indiscutible de la que se están beneficiando los grupos de mayor ingreso y poder es general al conjunto de la sociedad y de la economía. Confunden el todo con la parte y lo hacen, además, sin datos que puedan demostrarlo.

Hace unos días publiqué un artículo (Los dos años de Rajoy) en el que mostraba con números que la gestión gubernamental del Partido Popular se debe considerar como muy negativa si se consideran los resultados en casi todos los indicadores económicos. Prácticamente ninguno de ellos registra mejoras respecto a la situación en la que se encontraban a finales de 2011 cuando Rajoy tomó posesión como presidente.

Si no referimos a lo que ha sucedido a lo largo de 2013 la conclusión no es diferente.

El Producto Interior Bruto está estancado. Se nos dice que hemos salido de la recesión porque en el tercer trimestre de 2013 registró un crecimiento del 0,1% respecto al anterior. Pero se trata de un crecimiento tan exiguo que está por debajo de lo que se debería considerar como margen de error y la variación interanual sigue siendo negativa en los tres trimestres de 2013. Solo haciendo una auténtica pirueta se puede decir que hemos salido de la recesión.

Además, los motores de la economía siguen perdiendo fuelle. El consumo de los hogares ha pasado de ser 148.090 millones de euros a finales de 2012 a 147.982 millones a finales del tercer trimestre de 2013 y el consumo total solo lo ha salvado el de las administraciones públicas (lo que indica que el sector privado no tira de la economía y que la austeridad que se pregona es una política completamente equivocada). La inversión también ha bajado, de 49.006 millones de euros a 45.932 millones. Han aumentado levemente las exportaciones (en menor cantidad a medida que ha ido avanzando el año porque la demanda de los países europeos se ha deteriorado) y también las importaciones, y la consecuencia de todo ello es que la renta nacional disponible bruta también ha bajado de 263.572 millones de euros a 241.139 millones.

En suma, pues, la actividad económica se ha reducido o, en el mejor de los casos y solo tras los oportunos retoques estadísticos, se puede decir que está estancada.

El empleo tampoco muestra una evolución que se pueda considerar positiva ni definitivamente mejorada, como también se quiere hacer creer.

A finales del tercer trimestre de 2013 había disminuido el número de activos (lo que permite que pueda registrarse una mejora aparente de la tasa de paro) al pasar de 22,92 millones a finales de 2012 a 22,72 millones. También ha descendido en ese periodo el número de ocupados: de 16,95 millones a 16,82 millones. Han bajado también los ocupados a tiempo completo, de 14,35 millones a 14,23 millones; los asalariados con contrato indefinido, de 10,72 millones a 10,4 millones; y el total de asalariados, de 13,92 millones a 13,74 millones. El número total de parados ha disminuido ligeramente, de 5,96 millones a 5,9 millones pero han aumentado los parados con más de dos años en esta situación, de 1,92 millones a 2,17 millones.

También ha bajado en lo que llevamos de 2013 el índice de comercio al por menor, el índice de producción industrial, la utilización de la capacidad productiva, el indicador de cifra de negocios en la mayoría de las actividades económicas y se prevé que siga produciéndose el cierre de un gran número de empresas y un aumento del número de concursos.

La deuda pública, por último no ha dejado de aumentar y ha pasado de representar el 84,2% del PIB a finales de 2012 al 93,4% al terminar el tercer trimestre de 2013.

La evaluación general que a mi juicio merecen estos datos y otros de más o menos la misma índole y que seguramente serán confirmados cuando se conozcan los datos para el ejercicio completo podrían resumirse en tres ideas principales.

En primer lugar, que es muy aventurado, por no decir que irresponsable y carente de rigor, afirmar que hemos salido de lo peor y que la economía española está ya encaminada hacia la recuperación. Sobre todo, si se tiene en cuenta que en Europa los datos están empeorando y que no puede descartarse en rebrote recesivo en los próximos trimestres.

En segundo lugar, que es cierto que algunos indicadores (como los de destrucción de empleo o incluso el de variación trimestral del PIB) muestran que no se han dado las caídas de momentos anteriores, lo que podría interpretarse como que en 2013 se ha tocado fondo. Pero como eso no va acompañado de muestras significativas de mejoría podría concluirse que lo que más bien ha sucedido es que en este ejercicio quizá hemos vivido los primeros síntomas de una etapa depresiva.

Finalmente, parece también claro que los síntomas de mejoría que se pueden observar en algunos indicadores (entrada de capitales, ciertos gastos de consumo, exportaciones…) más bien reflejan que, de haberse dado efectivamente, la recuperación se corresponde con la de ciertas actividades o grupos de población pero no con en el conjunto de la economía.

De hecho, lo que con toda seguridad está sucediendo, y a expensas de poder comprobarlo cuando se publiquen datos para todo el año y en relación con mayor número de variables, es que una parte relativamente determinante de la actividad económica se ha puesto en movimiento después de bastantes trimestres en atonía. Por un lado, por pura estrategia de salvación; por otra, porque han surtido efecto las medidas gubernamentales orientadas a dar más poder e influencia a los grandes grupos empresariales y a la banca; y, finalmente, porque el discurso del gobierno y de los grandes focos de opinión han logrado convencer a mucha gente de que la situación es mejor y de que se puede acabar ya con el retraimiento y la desconfianza de meses o incluso de años anteriores. No se va a ningún sitio negando lo innegable y lo cierto es que los banqueros, el gobierno y los grandes medios de comunicación han logrado mostrar e incluso convencer a la población de que estamos en una situación de cambio y mejoría aunque ésta no se haya traducido en datos reales efectivamente positivos para la inmensa mayoría de la gente.

Nos encontramos, así, en una situación paradójica: la extraordinaria concentración de la renta y la riqueza que existe en España y que se está agudizando en los últimos seis años de crisis constituye un freno estructural al desarrollo de nuestra economía y más concretamente para que salgamos de la crisis pues, como hemos visto, es la responsable, entre otras cosas, de que el consumo privado se deteriore a pasos de gigante y del deterioro de la actividad productiva. Pero la paradoja consiste en que los grupos de mayor renta y las empresas más dinámicas tienen tanta incidencia en nuestra economía y sociedad que en cuanto han movido pieza han podido dar la impresión de que toda la economía se hubiera transformado.

La cuestión, sin embargo, es que esto solo va a ser flor de un día o un simple espejismo porque los males de la economía siguen sin resolverse. Ni el gasto de las clases altas, ni las entradas de capital principalmente vinculadas a una nueva reventa de activos españoles, ni las exportaciones de menos el 5% de las empresas españolas pueden ser, por mucho que se quiera, motores con fuerza suficiente para hacer que la economía española se ponga de nuevo a caminar con vigor. La deuda (y no solo la pública sino sobre todo la de las empresas) es ya hoy día materialmente imposible de pagar y va a seguir creciendo hasta extenuarnos. También crecerá la morosidad y la atonía del consumo. Las empresas y familias van a seguir sin disponer de financiación suficiente y solo las trampas y favores contables y fiscales podrán evitar que se siga disimulando la insolvencia generalizada de la banca.

La economía española en su conjunto no va a mejorar realmente en 2014 porque siguen sin resolverse prácticamente todos y cada uno de estos problemas que aquí hicieron estallar la crisis con singularidad y especial crudeza. Los grupos de poder se equivocan: no basta con disponer de más privilegios y de más influencia o de más ingresos en manos de pocos (que es lo que viene asegurando el gobierno de Rajoy) para lograr que las economías salgan adelante con equilibrio y sostenibilidad. Es necesario un cambio de rumbo, y no solo a nivel nacional sino en toda Europa, para poder evitar que la economía española entre en 2014 en una fase de depresión con continuos sobresaltos y con cada vez menos capacidad para generar ingresos y distribuirlos con equidad y eficiencia.

Deja una respuesta