El Observatorio

CNI: Mortadelo y Filemón

Hace unos meses, cuando estalló el escándalo del espionaje en la comunidad de Madrid, el ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, con acierto e ironí­a, calificó los hechos como propios de «Mortadelo y Filemón». Ahora que una sucesión de escándalos -unos de transfondo más o menos conocido, otros bastante turbios- se ha llevado por delante nada menos que al director del CNI, el jefe de los servicios secretos españoles, se nos intenta hacer creer que, también, en cierta forma, estamos ante un hecho «irrelevante», motivado por «defectos de carácter» del personaje (autoritarismo), querellas intestinas en el Centro (¿entre quiénes?, ¿por qué?), aderezadas con las clásicas denuncias sobre «mal uso» de los fondos públicos, denuncia que en España acompaña (y siempre con razón) a todo caí­do en desgracia. Pero, como se dice en los juicios, ¿es esta la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?

De la historia de los servicios secretos esañoles, desde su fundación de la mano de Carrero Blanco allá a finales de los sesenta, y de sus vínculos genéticos y morganáticos con los servicios secretos norteamericanos (la CIA y otros) se ha escrito ya mucho, se ha revelado ya bastante, aunque quedan en el tintero todavía las “historias” y “los detalles” más escabrosos, esos que se supone necesitan medio siglo o más para revelarse o que, sencillamente, no se aclaran nunca. Entre esos momentos cumbre están la voladura de Carrero Blanco (a cien metros de la Embajada americana y al día siguiente de una trifulca con Kissinger), la selección y entronización de “Isidoro” (Felipe González) al frente del refundado PSOE de Surennes, con la bendición de la socialdemocracia europea (operación “clave” de la transición española, como reconocerá hoy todo hijo de vecino), el “golpe de timón” del 23-F, la vasta operación de “acoso y derribo” de Felipe (tras salirse del “guión” y hacerse demasiado amigo del canciller alemán Kohl) y, por supuesto, ese absoluto “agujero negro” llamado 11-M.En todas esas operaciones, que han ido “rediseñando” la transición española y amoldándola a las necesidades de la “directiva” del club al que pertenecemos, es decir, el club de miembros de la OTAN, la UE y Occidente en general, bajo dirección y mandato de EEUU, en todas esas maniobras de “reajuste” o “reacomodo”, digo, siempre aparecen dos siglas que suelen ir de la mano: el CNI (incluyendo sus anteriores siglas) y la CIA. No hay hasta ahora precedentes “serios” que nos permitan afirmar que ha habido un divorcio entre ellas, aunque ya no estemos en los tiempos en que el personal de la embajada americana se pasaba por los “sótanos” de los servicios secretos españoles repartiendo sobres con dólares para sus empleados. Ni siquiera aquel oscuro episodio en que se “expulsó” al jefe de la estación de la CIA en Madrid por pretender instalar un micrófono en el despacho de Alfonso Guerra, dio pie a una ruptura irreconciliable, sino a una mera pelea familiar, en la que uno se había pasado tres pueblos.La caída de Saiz es, a todas luces, un suceso turbio e inexplicado. El solo hecho de que el desencadenante último de la caída ha sido una campaña mediática organizada y dirigida por Pedro J. Ramírez (director de “El Mundo”) es bastante expresivo de que la cosa va más allá de “conflictos internos” en el CNI. Y las revelaciones de hoy, en “El País”, sobre la intervención del ex general Cassinello (una de las piezas históricas claves del servicio secreto español) para que el gobierno cesara a Saiz, así lo corroboran. Estamos hablando de dos personajes claves de la intervención de EEUU en España en los últimos treinta años.¿Maniobras para deshacerse de un personaje incomódo? ¿Lucha de líneas efectiva dentro del CNI, no entre personas, sino entre “lealtades” a unos u otros servicios secretos? ¿Reacción de EEUU para no perder la hegemonía y el control que ha tenido durante décadas sobre los servicios secretos españoles, ahora que se acentúa su declive internacional? En todo caso algo es seguro: el caso Saiz, a diferencia del de Esperanza Aguirre, no es una broma de cómic… a menos que que Mortadelo y Filemón hayan dejado la TIA y fichado por la CIA.

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