La Casa Blanca insta a General Motors a que se declare en bancarrota

Cirugí­a de bancarrota para GM

El equipo gubernamental que supervisa al sector del automóvil parece haber tomado una decisión. La Casa Blanca habí­a obligado a dimitir al presidente de la compañí­a, Rick Wagoner, y habí­a dado al nuevo directivo, Fritz Henderson, dos meses para presentar un plan de viabilidad para el gigante del motor. Pero el Tesoro no va a dejar que GM agote ese plazo, y ha instado al consejo de General Motors (GM) a que realice los trabajos preliminares necesarios para declararse en bancarrota el próximo 1 de junio.

La dirección de GM ha insistido en que refieren que pasen el mes y medio que aún tienen hasta la fecha límite fijada por la administración. "Nos quedan 55 días para completar un nuevo plan", dijo su director, Fritz Henderson, pero "nos han pedido que hagamos una reestructuración más profunda y rápida”. El Departamento del Tesoro prepara para GM una “bancarrota quirúrgica”, y ha ordenado a sus servicios jurídicos que preparen las instancias legales para que sea expedita. Si GM no consigue alcanzar un acuerdo –como parece que va a ocurrir- con los tenedores de bonos de la compañía y con el sindicato Unión de Trabajadores del Automóvil (UAW) para obtener el capital necesario para recibir ayudas públicas, convirtiendo 28.000 millones de dólares de deuda en fondos de renta variable, el gigante del automóvil, hace poco el número uno del mundo, se declarará en bancarrota y el bisturí de Geithner lo separará en dos. Con la parte “sana” de General Motors se crearía una nueva compañía. El objetivo que perseguiría el Tesoro con la “GM buena” sería sacarla de la situación de bancarrota en dos o tres semanas utilizando entre 5.000 y 7.000 millones de dólares procedentes de fondos públicos. La parte enferma del gigante se quedaría con los activos más problemáticos: las marcas con menos demanda, plantas fabriles y obligaciones de cobertura de salud. La “GM mala” sería liquidada en el curso de varios años.La hondura y gravedad de la crisis obliga al Estado norteamericano a tomar medidas excepcionales, interviniendo de forma directa y drástica en históricos monopolios norteamericanos. General Motors forma parte, junto a grupos como Chrysler y Ford de los buques insignias de la poderosísima –y mortalmente enferma- industria del automóvil norteamericana. Desde diciembre, GM y Chrysler han recibido 13.400 millones por parte del gobierno que han permitido seguir funcionando a los dos mastodontes. Pero la los gastos de la administración Obama crecen sin cesar, y la Casa Blanca no está dispuesta a tolerar que monopolios moribundos lastren la ya de por sí complicada situación de la superpotencia.

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