Arantxa Echevarría, directora

Chinas

Arantxa Echevarría ofrece una mirada distinta con la que comprender nuestros barrios y a quienes viven en ellos. No es solo la comunidad china, es toda la sociedad

Un día, una trabajadora del mundo audiovisual, entró en un bazar a comprar algo de cena, casi de madrugada. Aquello se convirtió en costumbre porque siempre salía tarde del trabajo y entabló amistad con la pareja que regentaba el establecimiento. Una noche, la mujer le pidió ayuda para entender un papel que tenía su hija en la mochila. Era una carta a los Reyes Magos. Y cuando la cineasta le dijo lo que era, aquella madre se negó a comprarle un regalo, porque no se lo había ganado. “Tiene que trabajar más en el bazar”.

La historia sigue, pero ocurrió en realidad y la cineasta la convirtió en película.

Nos conocimos en la entrega de premios de la Federación de Lesbianas, Gays, Trans y Bisexuales (FELTGBIQ+), los ‘Pluma y Látigo’. Nos intercambiamos el contacto y no habíamos vuelto a hablar.

Arantxa Echevarría, directora de otra extraordinaria y atrevida película, como ‘Carmen y Lola’, me pide que le llame a las nueve de la mañana. Está rodando su nueva película y solo tiene un hueco a esa hora.

Chinas recibió cuatro nominaciones a los Goya. Hay que verla.

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¿Cómo te ha cambiado rodar una historia que nace de algo que te pasó a ti?

Un montón. Quería darme respuestas como mujer blanca con muchas oportunidades y con las cosas medianamente casi hechas. Yo soy una privilegiada y no todo el mundo lo es. No todo el tiempo somos conscientes de ello. Las películas, los libros, la cultura… tienen que recordarte que nuestra situación es de privilegio y que no todo el mundo está en la misma situación. Es el viaje personal como ‘protagonista’ de la película, en cierta manera.

También hay un viaje como directora y como creadora al conocer de primera mano todas estas necesidades identitarias. Empecé con una historia mía y se acabó transformando en una historia de otros, que sucedió a través de los castings, de internarme en la comunidad china, de conocerles de primera mano, de cambiar el guion a medida que me iban contando cosas que yo daba por supuesto, con todas las ideas preconcebidas del mundo que son esa imagen de poder que tenemos los blancos.

Es un viaje que ha hecho todo el equipo, que ha tenido que ver cómo van cambiando los roles. Recuerdo a Teresa Mora, la encargada de vestuario, con un desconocimiento absoluto de la comunidad china, que ha acabado con grandes amigos dentro de la comunidad.

Ese viaje lo hace también el espectador.

¿Cómo ha sido el proceso de entrar en la comunidad china?, ¿qué ha sido lo más difícil?

La directora Arantxa Echevarria, en una escena de ‘Chinas’

Al principio pensaba que el idioma, pero tuve mucha ayuda de Shiro, que es una artista performance y una ideóloga de la diáspora china, y de Yue, que es una psicóloga que había sido, además, mediadora social en Usera. Al final resultó la parte más sencilla.

Lo más difícil resultó cuando en el casting les pido que improvisen y se ponen a hablar en chino. Pensé ‘¿cómo voy a dirigir yo esto?, ¿cómo voy a saber que están actuando bien?, que están las emociones que yo quiero… pero hay una cosa intercultural que es la emoción y de pronto, como a las cuatro horas me dije ‘sí, puedo hacerlo’. Porque escuchaba a una señora y no sabía qué había dicho, pero sabía que había mucha verdad. Y me explicaba Shiro lo que había contado y era así.

Hubo momentos en los que sabía que faltaba, sin saber chino.

Por ejemplo, escribí que Claudia era una adolescente españolizada, que llegaba a casa enfadada y que gritaba. Pero resulta que no gritaban por el concepto de respeto hacia los mayores. Tuve que cambiar el tono. La realidad es mucho más interesante.

No sabía qué había dicho, pero sabía que había mucha verdad”

Sueles convertir una parte de tus películas en un documental o al revés…

Es que me parece interesantísimo intentar que el espectador olvide que está viendo una película. Además vengo del documental, y lucho por una luz y una puesta en escena naturalista. Como la escena de la cena. Yo estaba sentada con ellos, dándole la mano a Xinyi, a la actriz, por debajo de la mesa, porque estaba muy nerviosa hablando de cosas que también eran muy suyas. Es el reto de ficcionar la verdad para que parezca que es verdad.

Pues a mi, la escena de Xinyi y Julio, hablando en el centro comercial me parece sencilla pero increíble.

Me alegra que te hayas dado cuenta. Yo quería rodar en un centro comercial que se llama Isla Azul, y no podíamos cerrarlo. Todos los sábados y domingos los adolescentes van allí, a cerrarse en un sitio a ligar. No van a un parque, sino allí. Por eso me empeñé y cambiamos hasta la luz, porque no es el bazar o la calle, es esa cosa que tienen los centros comerciales, esta cosa artificial de relacionarse la gente. Se trata de que nadie se dé cuenta pero hay algo que filmicamente has cambiado. Es el instante en el que hay un momento de intimidad, una expresa que no quiere lo que le están dando y el otro que les está obligando a estar allí. Son los únicos que pueden hablar con libertad entre ellos.

Es ‘Chinas’ y no ‘Chinos’. El papel de las mujeres es especial en tus películas, como en ‘Carmen y Lola’

Es verdad que los personajes masculinos en mis películas acaban un poco desenfocados, pero es el universo femenino que me resulta más sencillo. En la película hay cuatro generaciones de mujeres y resulta que la abuela que está en China tiene un poder absoluto. Algo que pasa en la realidad con los migrantes, ya no solo con los chinos.

La hija adolescente quiere ser como los demás, y la pequeña conseguirá algo más porque ya ha tenido una hermana que se ha peleado por ella. La que más pena me da es la madre. Sabe perfectamente que su vida es esto, el bazar, trabajar, sus hijas no le comprenden y la abuela le recrimina que no está educándolas bien. Es la única que no va a tener ninguna evolución. Es el personaje que más quiero por eso, porque la veo abocada a estar en una tienda, sin hablar el idioma, pensando que nadie la quiere…

Resulta que no gritaban por el concepto de respeto hacia los mayores”

Ser mujer es complicado pero ser mujer china, migrante, ya ni te cuento. Además la sociedad china es bastante machista. La niña tiene que tener una relación con alguien de su origen y hay que entenderlo. Si su marido no habla chino, ¿cómo se entienden luego con él?. Quería reflejar cómo China sigue tirando de los españoles chinos a pesar de la distancia y de la lejanía.

Es una constante en tus historias, lo de las relaciones entre las mujeres para abrirse paso.

Sí, para mí la sororidad es algo fundamental. No hay mucha diferencia entre una mujer de clase media baja española, con una mujer de clase media baja china, mexicana, alemana… todas tenemos los mismos problemas. Vivimos en una sociedad que sigue siendo un patriarcado, que todavía nos queda muchísima evolución. Nos falta mucho camino para la igualdad. Da igual de qué tipo de mujer hables. En Irán no pueden conducir pero aquí no podemos tener el mismo sueldo que un hombre, teniendo el mismo puesto de trabajo.

Desde el mundo occidental tenemos que dar la cara por las otras mujeres que no tienen ni voz ni tienen altavoces. Me ha pasado en muchos coloquios que muchas madres españolas se sentían identificadas con la madre china, porque su hija les dice que no tiene por qué ser limpiadora del hogar. Incluso recuerdo perfectamente una abogada que se levantó en un debate y me dijo que da igual que la madre sea china, que todas las madres tenemos el mismo problema de comunicación.

Tenemos que seguir reivindicando y trabajando duro, porque todo lo conseguido se puede perder en un momento. Necesitamos más leyes que apoyen todos estos movimientos de igualdad, porque las leyes sí que crean costumbre. Por ejemplo, la ley del matrimonio homosexual permitió que quien quisiera ir con su pareja del mismo sexo por la calle, pudiera hacerlo sin miedo. La ley ha creado un hábito social y cultural que hasta la persona más retrógada tiene que respetar.

El reto de ficcionar la verdad para que parezca que es verdad”

Esto es un tsunami que tiene que estar avalado por leyes para que nadie pueda decir que no tengo los derechos. Ahora, en Francia, el aborto ha ido a la Constitución. Esto es algo maravilloso. Va a llegar un momento en que a los países donde las mujeres no tienen absolutamente ningún derecho se les caiga la cara de vergüenza.

¿Por qué quisiste incluir la historia de una pareja que adopta a una niña china?

Lo que le pasa a un adolescente chino de segunda generación es que lo primero que le preguntan es, ¿y tú de dónde eres? y te dice, de Alcorcón, y siguen, ya, ya, sí, pero ¿de dónde?, español, y siguen, pero ¿de dónde?… pues los adoptados es exactamente lo mismo. Ser adoptado de otra raza implica que cuando vas con ocho añitos de la mano con tu madre al parque a jugar, todo el mundo sabe que no es tu madre de verdad. Tú sabes que has sido rechazado por una madre biológica que es tu madre de verdad, y siempre he pensado qué se siente siendo un ser pequeñito que todavía no tiene las emociones organizadas.

Me interesa todo ese mundo identitario y el juicio de valor cuando viene una niña china nueva al colegio. Piensan que es mejor ponerla con la otra niña china, que seguro que tienen mucho en común, pero no tienen absolutamente nada que ver. La otra es una niña de bazar, con unos padres que no hablan el idioma y con falta de comunicación. Quería ver a esas dos niñas y cómo tendrían su relación. Siempre dudé de que al final se hicieran amigas, pero pensé, ¿cómo se van a hacer amigas?. Me di cuenta de que tenía las mismas miradas de prejuicios de fuera. Lucía, la niña china, es igual que Susana, que es su amiga rubia de gafas, y no tiene absolutamente nada que ver con Xian que es una niña de clase alta y con una educación diferente. Quería hablar de eso, poner en situación que no todos somos iguales aunque en nuestro aspecto, nuestra apariencia exterior siempre pueda llevarnos a algún engaño.

La niña china es igual que su amiga rubia de gafas”

¿Estás rodando la historia de la primera mujer policía infiltrada en ETA?

Sí. Me interesan mucho las historias y no tienen por qué ser todas las mismas historias, ¿no?. Se va a llamar ‘La infiltrada’ y es un thriller desde el punto de vista de una mujer policía. Y siendo vasca, la verdad, había cosas que me tocaban mucho, porque es la época de ETA, dentro de un comando terrorista. Imagina una tía que sale de la Academia de Ávila de Policía con 20 años y acabó con 30 años saliendo de ETA. Estuvo casi 8 o 9 años infiltrada, fingiendo. Tienes tu primer novio, te pegas tus fiestas… esta mujer estuvo fingiendo durante todo ese tiempo para participar en un comando. A mí eso me fascinó. ¿Quién pone en pausa su vida para mentir constantemente 24 horas al día y llegar a ese nivel de infiltración? Y claro, me pareció una película psicológica. Otra vez a hablar de una mujer y otra vez a hablar de la falsa identidad, de la identidad fingida, de qué eres, de qué representas.

Te gustan los retos difíciles.

Sí, pero yo creo que eso es algo muy del ser humano, ¿no? Lo he hecho porque he podido escribir el guion. Es un proyecto que me vino de fuera, de las productoras. Y solo me contaron la historia de la infiltrada. Y dije, si puedo hacer yo el guión, sí. La historia es mía y de Amelia Mora. Claro, si la escribo, la película es mía, es mi historia. Podría se un thriller estilo Calparsoro, pero no si la hago yo. Voy a estar al lado de la protagonista todo el tiempo y voy a ver el mundo a través de sus ojos. Lógicamente contar una historia así me parece un reto claro, pero hay que tirarse a la piscina, si no no hay manera de cambiar las cosas.

Metámonos para hacernos necesarias, imprescindibles”

¿Las mujeres cineastas os estáis abriendo paso especialmente en los últimos años?

Yo creo que siempre ha habido grandes directoras, lo que pasa es que no había oportunidades. Y ahora, por fin se ha abierto un camino porque desde el Ministerio de Cultura se aprobó una ley en la que si una mujer era directora, guionista, o directora de fotografía, o técnico, la productora, a la hora de pedir subvenciones, tenía más probabilidades de conseguirlas. Los productores empezaron a mirar alrededor y decían ¿dónde están las directoras? Pues estábamos, pero perdidas en los cortos, perdidas en los documentales, en las cosas con poco dinero porque nadie confiaba en nosotras. El espectador estaba un poco cansado del mismo cine español que se estaba produciendo, y de pronto hay una nueva mirada. Además, como no hemos tenido voz, es una mirada que estaba muy oculta y ha funcionado fenomenal en taquilla.

Por eso siempre hablo de las leyes. Ahora mismo estamos arriba y sobre todo estamos demostrando que sí que funciona. Ya no solo en taquillas, sino en Berlín, en Cannes… se están haciendo cosas de calidad, y encima funciona para el público, porque ahora que no está yendo la gente al cine, sabes que hay un público honesto, que va a ver el cine de autor.

Es un momento bonito, pero no olvidemos que esto puede desaparecer. Siempre estoy, con todas las otras compañeras del cine, diciendo, ahora, vamos, vamos, venga… que hay un huequito, metámonos para hacernos necesarias, imprescindibles, y ya, si se van las leyes, que la gente esté deseando ver nuestras pelis. Y ahí estamos, que no paramos de trabajar.

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