El papel de China como emergente

China y su protagonismo global

La intensa diplomacia china en medio de la crisis económica refleja la creciente influencia que según algunos subraya el momento para que China asuma el papel de potencia global. Muchos observadores chinos piensan que los males que acosan a las naciones ricas de Occidente ayudarán a Pekí­n a ganar un mayor protagonismo global, pero esas expectativas van atadas a advertencias de que China no deberí­a exagerar su poder -por encima de todo, a no imaginar desbancar el dominio de Estados Unidos o del dólar muy pronto.

«El liderazgo está absolutamente consciente de que Estados Unidos continuará dominando ese a la crisis financiera», dijo Zheng Yongnian, director del Instituto del Este Asiático de la Universidad Nacional de Singapur, que viaja frecuentemente a China. «China sí­ ve oportunidades de intensificar su avance, pero aún está lejos de convertirse en una súper potencia», agregó.Esa cautela se mostró, cuando el presidente chino Hu Jintao visito Rusia para la primera cumbre de las naciones «BRIC», que integran Brasil, Rusia, India y China. Los cuatro paí­ses de rápido crecimiento discutieron maneras de reducir la dependencia de Estados Unidos, pero es Moscú, no Pekí­n, el que ha llevado la voz cantante en lo que respecta a diversificarse de los bonos del Gobierno estadounidense y hacer del yuan chino una moneda de reserva global.Cuando el secretario del Tesoro estadounidense estuvo en Pekí­n para tranquilizar a sus anfitriones sobre la seguridad de sus enormes reservas en dólares, los lí­deres chinos dejaron en claro, también, que ellos deseaban ver una fuerte economí­a en Estados Unidos. China, no obstante, sabe bien que han cambiado las reglas de juego. Su creciente emergencia choca contra su arraigada preferencia por un papel internacional mudo. La fila de gobiernos extranjeros que acuden a Pekí­n para un impulso económico ha generado preguntas sobre como deberí­a China usar sus enormes ahorros y el continuado crecimiento durante la caí­da económica global para avanzar hacia metas nacionales más amplias. «Inicialmente hubo alguna incertidumbre sobre el impacto estratégico de la crisis financiera», dijo Yan Xuetong, un prominente experto de relaciones internacionales de la Universidad Tsinghua en Pekí­n. «Pero ahora estamos viendo claramente que la crisis impulsará el estatus internacional de China (…) Con paí­ses pidiendo a China su dinero se ha descubierto que su influencia internacional también se ha expandido».La discusión es también en torno a los lí­mites correctos de las ambiciones de China. El rechazo de la compañí­a china Chinalco de vincularse a la multinacional minera Rio Tinto destacó las dificultades que enfrenta Pekí­n para ampliar su alcance. Algunos nacionalistas dicen que la caí­da económica marca el fin de la preeminencia estadounidense. Pero la mayor de analistas cercanos al Gobierno enfatiza que China permanece vinculada al enorme mercado estadounidense y que no tiene la fortaleza para desafiar a Washington.Pekí­n espera impulsar la seguridad económica y de recursos, la influencia regional y un alcance diplomático sin irritar a Estados Unidos y sus aliados, dice Zheng. «China continuará subiendo la escalera», dice. «Pero no quiere cambios revolucionarios en el sistema internacional».En lugar de ello, China avanza en una estrategia más oblicua, expandir su red de salvamento económico bilateral e internacional a naciones «El centro de China para contrarrestar la crisis estará en sus vecinos regionales», dijo Qin Yaqing, vicepresidente de la Universidad de Asuntos Extranjeros de China en Pekí­n y un asesor del Gobierno.En el punto alto de la turbulencia financiera global el pasado septiembre, el primer ministro Wen Jiabao dijo que la mayor contribución china al mundo serí­a asegurar que su propia economí­a siga creciendo.»Hubo un intenso debate en torno a si China tomarí­a un rostro diplomático más proactivo en el mundo. Con la crisis se ha convertido en una necesidad», dijo Gregory Chin, un experto en polí­tica exterior china en la Universidad York de Canadá.»Ya no podí­an continuar sosteniendo la vieja estrategia de Deng Xiaoping de mantener un bajo perfil».La primera incursión de Pekí­n en asistencia directa en la crisis se produjo en diciembre, cuando abrió con Corea del Sur su lí­nea de swaps monetarios. Para fines de marzo habí­a extendido swaps cambiarios a cinco otras naciones desde Indonesia a Argentina, por un total de 650.000 millones de yuanes (95.000 millones de dólares). China también ha comprometido casi la mitad de esa cantidad en negociaciones de préstamos por petróleo desde febrero, otorgando créditos por 45.000 millones de dólares a Rusia, Brasil, Venezuela y Angola a cambio de abastecimiento petrolero a largo plazo. Además de esas negociaciones bilaterales, China también se ha comprometido a invertir 50.000 millones de dólares en bonos especiales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y ha ofrecido 38.400 millones de dólares a un fondo regional de liquidez de Asianes en probl.Todo ese dinero puede ayudar a negociar y en última instancia convertirse en influencia polí­tica, han dicho expertos chinos y ex funcionarios. «China pueda ahora aplicar sus reservas (extranjeras) mientras las economí­as occidentales están débiles e imposibilitadas de extender ayuda a otros paí­ses en situación desesperada, y por lo tanto pueda ganar socios», escribió recientemente Zhen Bingxi, ex diplomático chino en Washington, en la revista china International Studies.También se ha registrado un más ambiguo diálogo en cí­rculos de polí­tica exterior china sobre un «G-2″, donde Pekí­n y Washington trabajarí­an como capitanes conjuntos del crecimiento internacional y redactando reglas. Por ahora, no obstante, es probable que Pekí­n se mantenga cauto de abrazar estrechamente a Washington, incluso si se presenta la oportunidad. Pekí­n ve el poder estadounidense lesionado pero aún demasiado dominante ara igualarlo. El dictamen de Deng es mantener un bajo perfil aun tiene cierto peso.En un artí­culo publicado en Mayo en el» Diario del Pueblo», los analistas chinos siguen insistiendo en que es ilusoria la pretensión de que «dos paí­ses o dos grupos de potencias» puedan resolver todos los problemas globales. Además de estar en contra de las tendencias fundamentales del mundo hacia la multipolaridad y el multilateralismo, que es además el diseño geopolí­tico preferido por los pueblos del mundo. Un número cada vez mayor de paí­ses han emprendido el camino de su emergencia económica, de momento se ve claramente en los llamados BRIC, pero otros como Indonesia o Turquí­a podrí­an seguir su camino -y por tanto también, tarde o temprano, polí­tica, diplomática y, en último término, militar- en el tablero mundial. La emergencia de estos paí­ses en ví­as de desarrollo es una tendencia irreversible «que cambiará la fisonomí­a del mundo en el siglo XXI». El mundo está cambiando profunda y aceleradamente en otra dirección, haciendo crecer entre los pueblos la conciencia de que nadie tiene la potestad de arrogarse la decisión de los asuntos mundiales, sino que éstos deben ser decididos en común «por todos los paí­ses del planeta, sin distinción de grandes o pequeños, poderosos o débiles, ricos o pobres». Esta posición, radicalmente antihegemonista y antiimperialista es la que explí­citamente asumen los dirigentes chinos. Lo que les hace incompatibles con cualquier alternativa que pretenda configurar una hegemoní­a chino-norteamericana.

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