China: superpotencia energética

«Dado que la energí­a está vinculada a muchos aspectos de la economí­a mundial, y puesto que están creciendo las dudas sobre la disponibilidad futura de petróleo y otros combustibles vitales, las decisiones que China tome con respecto a su cartera de energí­a tendrán consecuencias de largo alcance. Como jugador lí­der en el mercado mundial de energí­a, China determinará significativamente no sólo los precios que se pagan por los combustibles crí­ticos, sino también el tipo de sistemas de energí­a en los que habrá que confiar.»

El hecho de que China haya suerado a Estados Unidos como el mayor y más importante consumidor mundial de energía obliga a cambiar radicalmente la política global, así como el predominio en la energía que tuvo una vez Estados Unidos. Sin duda, esto, a su vez, altera el curso de las relaciones sino-estadounidenses, por no hablar de los asuntos mundiales. La sed china de energía también podría dar lugar con la suficiente rapidez a la fricción y el conflicto con Estados Unidos, especialmente en la competencia mundial por las fuentes cada vez más escasas de importación de petróleo. En su creciente demanda de energía, China está utilizando más petróleo, lo que sólo puede conducir a una mayor participación política económica, y algún día posiblemente incluso militar, en las regiones productoras de petróleo – que durante mucho tiempo Washington ha considerado como un mercado privado de la energía (ASIA TIMES) Hong Kong. Asia Times China: superpotencia energética Michael Klare Si quiere saber en qué dirección está soplando el viento mundialmente (o el sol o la quema de carbón), mire a China. Esa es la noticia para nuestro futuro energético y para el futuro de las políticas de gran potencia en el planeta Tierra. Washington ya lo está observando con ansiedad. Rara vez una simple entrevista de prensa dijo más acerca de los cambios de poder mundial que tienen lugar en nuestro mundo. El 20 de julio, el economista jefe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Fatih Birol, dijo al Wall Street Journal que China había superado a Estados Unidos para convertirse en el consumidor de energía numero uno del mundo. Se puede leer este desarrollo de muchas maneras: como prueba de la continua destreza industrial de China, de la recesión prolongada en Estados Unidos, de la creciente popularidad de los automóviles en China, o incluso de una mayor eficiencia energética de Estados Unidos en comparación con la de China. Todas estas observaciones son válidas, pero en todas ellas se pierde el punto principal: al convertirse en el mayor consumidor mundial de energía, China también se convertirá en un actor internacional cada vez más dominante y marcará así el ritmo en la configuración de nuestro futuro global. Dado que la energía está vinculada a muchos aspectos de la economía mundial, y puesto que están creciendo las dudas sobre la disponibilidad futura de petróleo y otros combustibles vitales, las decisiones que China tome con respecto a su cartera de energía tendrán consecuencias de largo alcance. Como jugador líder en el mercado mundial de energía, China determinará significativamente no sólo los precios que se pagan por los combustibles críticos, sino también el tipo de sistemas de energía en los que habrá que confiar. Más importante aún, las decisiones de China en sus preferencias de energía determinarán en gran medida si China y los Estados Unidos pueden evitar verse envueltos en una lucha mundial por el petróleo importado y si el mundo se librará de un cambio climático catastrófico. Cómo ascender a la preeminencia mundial No se puede realmente apreciar la importancia de las nuevas energías en la prominencia de China si primero no se comprende el papel que la energía jugó en la preeminencia mundial de Estados Unidos. Que la región noreste de los jóvenes Estados Unidos estuviera bien dotada de energía hidráulica y carbón fue fundamental para la temprana industrialización del país, así como a la eventual victoria del Norte en la Guerra Civil. Fue el descubrimiento de petróleo en el oeste de Pensilvania en 1859, sin embargo, lo que convirtió a EEUU en un actor decisivo en la escena mundial. La extracción de petróleo y las exportaciones impulsaron la prosperidad de América en el siglo XX –en un momento en que el país era el principal productor del planeta–, la época en que se gestó el ascenso de sus grandes corporaciones. Nunca hay que olvidar que la primera gran corporación transnacional –la Standard Oil Company de John D Rockefeller– estuvo fundada en la explotación y exportación del petróleo de América. La legislación antimonopolio rompería la Standard Oil en 1911, pero dos de sus descendientes más grandes, la Standard Oil de Nueva York y la Standard Oil de Nueva Jersey, se fusionaron posteriormente en lo que hoy es la empresa cotizada en bolsa más rica del mundo, ExxonMobil. Otro descendiente, la Standard Oil de California, se convirtió en Chevron – hoy en día la tercera corporación americana más rica. El petróleo también jugó un papel clave en el surgimiento de los Estados Unidos como poder militar preeminente del mundo. Este país suministró la mayor parte del petróleo consumido por las fuerzas aliadas, tanto en la Primera Guerra Mundial como en la Segunda Guerra Mundial. Entre las grandes potencias de la época, solo EEUU era autosuficientes en petróleo, lo que significaba que podía desplegar ejércitos masivos en Europa y Asia y dominar a los bien equipados (pero hambrientos de petróleo) ejércitos alemán y japonés. Pocos se dan cuenta de esto hoy, pero para los arquitectos de la victoria de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, incluyendo al presidente Franklin D. Roosevelt, fue la dotación superior de la nación en petróleo, no la bomba atómica, lo que resultó decisivo. Después de haber creado una economía y unas fuerzas armadas a partir del petróleo, los líderes estadounidenses se vieron obligados a emplear medidas cada vez más costosas y desesperadas para asegurarse poseer siempre un suministro adecuado de energía. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las reservas nacionales ya empezaban a disminuir, una sucesión de presidentes idearon una estrategia global basada en asegurar el acceso estadounidense al petróleo extranjero. Para empezar, Arabia Saudita y los otros reinos del Golfo Pérsico fueron elegidos para servir de "estaciones de servicio en el extranjero" para las refinerías de EEUU y sus fuerzas militares. Las compañías petroleras estadounidenses, especialmente los descendientes de la Standard Oil, fueron ayudados para establecer una presencia importante en estos países. En gran medida, de hecho, las grandes declaraciones estratégicas de después de la guerra –la Doctrina Truman, la Doctrina Eisenhower, la Doctrina Nixon, y, especialmente, la Doctrina Carter– estaban todas vinculadas a la protección de estas estaciones de "relleno". Hoy en día, el petróleo también juega un papel fundamental en los planes globales y las acciones de Washington. El Departamento de Estado, por ejemplo, aún mantiene una elaborada, costosa y muy profunda capacidad militar en el Golfo Pérsico para garantizar su "seguridad" y la "seguridad" de las exportaciones de petróleo de la región. También ha extendido su alcance militar hasta otras principales regiones productoras de petróleo como la cuenca del Mar Caspio y el oeste de África. La necesidad de mantener lazos de amistad y relaciones militares con los proveedores clave, como Kuwait, Nigeria y Arabia Saudita sigue dominando la política exterior de EEUU. Del mismo modo, en un mundo en calentamiento, está siendo impulsado un creciente interés estadounidense en el deshielo del Ártico por el deseo de explotar las reservas de hidrocarburos de la región polar. ¿Planeta carbón? El hecho de que China haya superado a Estados Unidos como el mayor y más importante consumidor mundial de energía obliga a cambiar radicalmente la política global, así como el predominio en la energía que tuvo una vez Estados Unidos. Sin duda, esto, a su vez, altera el curso de las relaciones sino-estadounidenses, por no hablar de los asuntos mundiales. Con la experiencia estadounidense en mente, ¿qué podemos esperar de China? Para empezar, basta una lectura de las páginas económicas de la prensa para no tener duda de que los líderes chinos ven la energía como la preocupación posiblemente más grande del país y han dedicado considerables recursos y planificación para la adquisición de suministros adecuados en el futuro. Al abordar esta tarea, los líderes se enfrentan a dos retos fundamentales: asegurar la energía suficiente para satisfacer la demanda cada vez mayor y decidir en qué combustibles deben confiar para cumplir estos requisitos. De cómo China responda a estos retos tendrá repercusiones notables en el escenario global. Según las proyecciones más recientes del Departamento de Energía de EEUU (DOE), el consumo de energía de China crecerá un 133% entre 2007 y 2035 –, es decir, desde 78 billones de unidades térmicas británicas (BTU) a 182 billones. Piénselo de esta manera: los 104 billones de BTU que China de algún modo tendrá que añadir a su suministro de energía durante el próximo cuarto de siglo es igual al consumo total de energía de Europa y Oriente Medio en 2007. Explotar y canalizar tanto petróleo, gas natural y otros combustibles a China, sin duda, va a ser el mayor desafío económico e industrial que enfrenta Beijing – y en ese desafío reside la posibilidad real de fricción y conflicto. Aunque la mayor parte de las reservas de energía del país siguen siendo gastados en el propio país, lo que gasta en combustibles importados (petróleo, carbón, gas natural y uranio) y equipos de energía (refinerías, centrales eléctricas, y los reactores nucleares) determinará significativamente el precio global de estos elementos – un papel que, hasta ahora, ha sido ocupado en gran medida por Estados Unidos. Más importante, sin embargo, serán las decisiones que China tome sobre los tipos de energía en los que va a confiar. Si los líderes chinos siguen sus inclinaciones naturales, sin duda, evitarán la dependencia de combustibles importados por completo, dada la vulnerabilidad que la dependencia externa de energía otorga a un país, por las interrupciones de suministro desde el extranjero o, en el caso chino, un posible bloqueo naval de EEUU (si , por ejemplo, estalla un prolongado conflicto sobre Taiwán). Li Junfeng, un alto funcionario de energía de China, fue citado recientemente diciendo, "El suministro de energía debe provenir de donde usted puede colocar el pie" – es decir, de fuentes nacionales. China posee un tipo de combustible en abundancia: el carbón. Según las proyecciones más recientes del Departamento de Energía, el carbón seguirá representan un estimado del 62% de la oferta neta de energía de China en 2035, sólo ligeramente menor que en la actualidad. Una fuerte dependencia del carbón, sin embargo, agravará los problemas ambientales del país, debilitando a su economía, con costos como el cuidado de la salud. Además, gracias al carbón, China es actualmente el principal emisor del mundo que altera el clima con dióxido de carbono. De acuerdo con el Departamento de Energía, la participación de China en las emisiones globales de dióxido de carbono aumentará desde el 19,6% de 2005, cuando apenas iba detrás del 21,1% de EEUU, de 21,1%, al 31,4% en 2035, fecha en que se elevarán sus emisiones netas sobre el resto de países. Mientras Pekín se niegue a reducir de forma significativa su dependencia del carbón, habrá que hacer caso omiso de su retórica en las negociaciones sobre el calentamiento global. Sencillamente, no será capaz de tomar medidas verdaderamente significativas para abordar el cambio climático. De esta manera, también se alterará la faz del planeta. Recientemente, los líderes del país parecen haberse hecho mucho más sensibles a los riesgos de la excesiva dependencia del carbón. Un énfasis masivo se ha puesto ahora en el desarrollo de sistemas de energías renovables, especialmente la eólica y la solar. En la actualidad, China se ha convertido en el principal productor mundial de aerogeneradores y paneles solares, y ya ha comenzado a exportar su tecnología a Estados Unidos. (Algunos economistas y los sindicatos, de hecho, afirman que China está injustamente subsidiando sus exportaciones de energía renovable en violación de las normas de la Organización Mundial del Comercio). El énfasis cada vez mayor de China en materia de energías renovables sería una buena noticia si diera lugar a reducciones sustanciales en el uso del carbón. Al mismo tiempo, la habilidad del país para sobresalir en estas técnicas podrían introducirlo en la vanguardia de una revolución tecnológica, al igual que el dominio estadounidense de la tecnología del petróleo a principios del siglo XX lo impulsó a las primeras filas de las potencias mundiales. Si Estados Unidos se queda a la zaga, podría encontrarse con que el ritmo de su declive como potencia mundial se acelera. ¿De quién son los saudíes? La sed china de energía también podría dar lugar con la suficiente rapidez a la fricción y el conflicto con Estados Unidos, especialmente en la competencia mundial por las fuentes cada vez más escasas de importación de petróleo. En su creciente demanda de energía, China está utilizando más petróleo, lo que sólo puede conducir a una mayor participación política económica, y algún día posiblemente incluso militar, en las regiones productoras de petróleo – que durante mucho tiempo Washington ha considerado como un mercado privado de la energía de Estados Unidos. Tan recientemente como en 1995, China consumía sólo alrededor de 3,4 millones de barriles de petróleo por día – un quinto de la cantidad utilizada por Estados Unidos, el mayor consumidor del mundo, y dos tercios de la cantidad quemada por el Japón, el número dos. Dado que China bombeaba 2,9 millones de barriles por día desde su ámbito interno ese año, su carga de importación fue de apenas 500.000 barriles por día en un momento en los EEUU importaba 9,4 millones de barriles y Japón 5,3 millones de barriles. Para 2009, el consumo de China es ya el segundo del mundo con 8,6 millones de barriles por día, aunque sigue estando muy por debajo los de 18,7 millones de barriles de Estados Unidos. Con unos 3,8 millones de barriles por día, sin embargo, la producción nacional no ha ido a la par con el aumento del consumo – un problema al que ya se enfrentó EEUU durante la Guerra Fría. China está importando 4,8 millones de barriles por día, mucho más que Japón (que en realidad ha reducido su dependencia del petróleo) y casi la mitad que Estados Unidos. En las próximas décadas, es seguro que estos números sólo van a empeorar. De acuerdo con el Departamento de Energía, China superará a EEUU como el mayor importador mundial de petróleo, con un estimado de 10,6 millones de barriles por día, en algún momento alrededor de 2030. (Algunos expertos creen que este cambio podría producirse mucho antes.) Cualquiera que sea el año, los líderes de China ya están inmersos en la misma situación "comprometida" en el largo plazo a la que se enfrentan sus contrapartes estadounidenses, dependientes como están de una sustancia vital que sólo puede ser adquirida a un puñado de productores poco fiables en zonas de crisis crónica y conflictos. En la actualidad, China obtiene la mayor parte de su petróleo importado de Arabia Saudita, Irán, Angola, Omán, Sudán, Kuwait, Rusia, Kazajstán, Libia y Venezuela. Deseoso de asegurar la fiabilidad del flujo de petróleo de estos países, Pekín ha establecido estrechos vínculos con sus líderes, en algunos casos, proporcionándoles asistencia económica y militar significativa. Este es exactamente el camino que una vez adoptó Washington – y con algunos de estos mismos países. Controladas por el Estado, las empresas energéticas de China también han forjado "asociaciones estratégicas" con empresas homólogas en dichos países y en algunos casos han adquirido también el derecho a desarrollar grandes yacimientos de petróleo. Especialmente sorprendente ha sido la manera en que Beijing ha tratado de socavar la influencia de EEUU en Arabia Saudita y otros productores de petróleo cruciales del Golfo Pérsico. En 2009, China por primera vez importó más petróleo de Arabia que EEUU, un cambio geopolítico de gran importancia dada la historia de las relaciones Estados Unidos-Arabia. A pesar de no competir con Washington cuando se trata de ayuda militar, Pekín ha enviado a sus máximos dirigentes para cortejar a Riad, con la promesa de apoyar las aspiraciones de Arabia sin la exigencia de derechos humanos o la retórica a favor de la democracia con que suele asociarse la política exterior estadounidense. Gran parte de esto debe sonar muy familiar. Después de todo, Estados Unidos cortejó una vez a los sauditas de una manera similar, cuando Washington comenzó a ver el reino como su estación de servicio en el extranjero y lo convirtió en un protectorado militar no oficial. En 1945, mientras la Segunda Guerra Mundial todavía hacía estragos, el presidente Roosevelt hizo un viaje especial para reunirse con el rey Abdul Aziz de Arabia Saudita y establecer un marco de seguridad para disponer de petróleo que persiste hasta nuestros días. No es sorprendente que los líderes estadounidenses no vean (o tengan cuidado en reconocer) la analogía, sino que altos funcionarios observen con recelo la forma en que China caza furtivamente en el terreno de EEUU en Arabia Saudita y otros Estados petroleros, retratando estos movimientos como antagónicos. Como la dependencia de China respecto a estos proveedores en el extranjero va creciendo, es probable que refuerce sus vínculos con sus líderes, produciendo otras tensiones en el ámbito político internacional. Ya, la renuencia de Pekín de poner en peligro su relación con la vital energía que le proporciona Irán ha frustrado los esfuerzos de EEUU de imponer nuevas y duras sanciones económicas a ese país como una forma de forzarlo a abandonar sus actividades de enriquecimiento de uranio. Del mismo modo, el reciente préstamo de China de 20 mil millones de dólares a la industria petrolera venezolana ha impulsado al presidente Hugo Chávez en momentos en que su popularidad interna estaba cayendo, y con ella su capacidad de contrarrestar las políticas de EEUU se estaba debilitando. Los chinos también han mantenido relaciones amistosas con el presidente Omar Hassan Ahmad al-Bashir de Sudán, a pesar de los esfuerzos de EEUU para retratarlo como un paria internacional por su presunto papel en la supervisión de las masacres en Darfur. Diplomacia de armas por petróleo en un planeta peligroso En la actualidad, los esfuerzos de China para reforzar sus lazos con sus proveedores extranjeros de petróleo han producido una fricción geopolítica con los Estados Unidos. Hay un riesgo de conflicto sino-estadounidense mucho más grave si entramos en una era de "petróleo escaso" y la oferta mundial de petróleo fácilmente accesible disminuye rápidamente. De acuerdo con el Departamento de Energía, la oferta mundial de petróleo y otros líquidos derivados del petróleo en 2035 será de 110,6 millones de barriles por día – una cantidad suficiente para satisfacer la demanda mundial anticipada en ese momento. Muchos geólogos del petróleo creen, sin embargo, que la producción mundial de petróleo alcanzará un nivel máximo de extracción muy por debajo de 100 millones de barriles por día en 2015 y empezará a declinar a partir de entonces. Además, el petróleo que queda cada vez más se encuentra en lugares de difícil acceso o en regiones muy inestables. Si estas predicciones fueran correctas, Estados Unidos y China –los dos mayores importadores de petróleo del mundo– podrían quedar atrapados en una disputa de grandes potencias de suma cero por el acceso a los suministros decrecientes de petróleo exportable. Qué puede pasar en estas circunstancias es, por supuesto, imposible de predecir, sobre todo porque las posibilidades de conflicto abundan. Si ambos países continúan por el camino actual – armando a sus proveedores protegidos en un intento desesperado de obtener una ventaja a largo plazo– los fuertemente armados petro-Estados también pueden llegar a ser cada vez más temerosos de, o avaros de, sus (igualmente bien equipados) vecinos. A medida que EEUU y China despliegan un número creciente de asesores militares e instructores en esos países, la próxima etapa podría incluir la participación mutua en guerras locales y conflictos fronterizos. Ni Pekín ni Washington desean esa participación, pero la lógica de la diplomacia de armas por petróleo hace que este riesgo sea inevitable. No es difícil, entonces, remitirse a la foto de un momento futuro, cuando Estados Unidos y China estén enfrascados en una lucha global por los suministros de petróleo que queden en el mundo. De hecho, muchos oficiales en Washington creen que ese choque es casi inevitable. "El enfoque a corto plazo de China en la preparación para contingencias en el Estrecho de Taiwán … es un motor importante de su modernización [militar]", señaló el Departamento de Defensa en la edición de 2008 de su informe anual El Poder Militar de la República Popular de China. "Sin embargo, el análisis de las adquisiciones militares de China y el pensamiento estratégico sugieren que Beijing también está desarrollando capacidades para su uso en otras contingencias, como un conflicto sobre los recursos…" El conflicto por las reservas de petróleo del planeta no es, sin embargo, el único camino que la nueva posición de China en la energía podría abrir. Es posible imaginar un futuro en el que China y Estados Unidos cooperen en la búsqueda de alternativas al petróleo, lo que eliminaría la necesidad de canalizar sumas masivas en las carreras de armamentos navales y militares. El presidente Barack Obama y su homólogo chino, Hu Jintao, parecieron entrever esa posibilidad cuando acordaron en noviembre pasado, durante una cumbre económica en Beijing, colaborar en el desarrollo de combustibles alternativos y sistemas de transporte. En este punto, sólo una cosa está clara: cuanto mayor sea la dependencia de China del petróleo importado, mayor es el riesgo de fricción y conflicto con Estados Unidos, que se basa en los mismos proveedores, cada vez más problemáticos, de energía. Cuanto mayor sea su dependencia del carbón, menos cómodo será nuestro planeta. Cuanto mayor sea su énfasis en los combustibles alternativos, más probable es que esto pueda hacer que el siglo XXI sea el del dominio de China. En este punto, cómo China va a repartir sus necesidades de energía entre los distintos combustibles candidatos sigue siendo una incógnita. Cualquiera que sea su elección, sin embargo, las decisiones de China sobre la energía, sacudirán al mundo. ASIA TIMES. 21-9-2010

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