La revista literaria Quimera publica en su número de febrero un dossier de enorme interés y valor sobre quien es, sin duda, uno de los narradores más prolíficos y prodigiosos de nuestro tiempo y uno de los que más interrogantes plantea sobre el estatuto actual de la ficción: el argentino César Aira. Su último libro, «Las aventuras de Barbaverde» (Mondadori, 2008) es un buen ejemplo de ese constante desafío y de ese afán por desbordar los límites de la ficción y colocar en un brete al lector.
César Aira no es sólo una singular exceción en el mundo de las letras hispanas, sino en el espacio mucho más amplio de la literatura universal. En sus libros puede ocurrir cualquier cosa. Y en los cerca de 60 ó 70 que ya lleva escritos y publicados, ya ha ocurrido casi de todo.No obstante, en el último: “Las aventuras de Barbaverde” (Mondadori, 2008) el lector tendrá que ampliar aún más el campo de su imaginación para dar cabida a un enorme salmón cósmico que amenaza con destruir el mundo, rayos capaces de transformar objetos, números mágicos que abren agujeros en el universo, balas supermorfina o un Presente que parece extinguirse sin que el superhéroe Barbaverde pueda evitarlo.Las cuatro “aventuras” que finalmente conforman esta nueva novela de Aira (y que quizá encuentren continuación en el futuro) deben entenderse como cuatro historietas de un cómic fantástico. Hay un superhéroe (el legendario profesor Barbaverde), hay un rival malvado que quiere hacerse con el poder (el loco y maligno profesor Frasca) y también, como en Superman, hay un periodista (Aldo Sabor) y una chica bonita (la fotógrafa Karina), que ponen el contrapunto romántico a la temible batalla entre el Bien y el Mal.Fiel a su lema de que “en la ficción todo está permitido”, César Aira se deja arrastrar libremente por su desbordante fantasía, eludiendo como alma que lleva el diablo los lugares comunes y trillados en que el lector pudiera sentirse “tranquilo y a salvo” (“De hecho, dice Aira, cuando las cosas van saliendo previsibles, doy un giro inmediato”) y utilizando, con dosis precisas, un humor inteligente, una mirada ácida y una prosa transparente, alejada de experimentalismos u oscuros juegos de palabra.Narrador sin fin, Aira desbroza terrenos nuevos y amplia con cada libro el campo de la ficción.