El Observatorio

Carta a la ministra de Cultura

Estimada ministra de Cultura: aunque me encuentro entre todos aquellos que piensan que, en una sociedad burguesa, como la nuestra, la cultura, la verdadera cultura, debe mantenerse lo más alejada posible del poder (tanto del poder económico como del poder polí­tico), única forma de que pueda ser verdaderamente libre e independiente, verdaderamente crí­tica y de vanguardia, no por ello dejo de creer que un ministerio de cultura de España tiene o puede tener algo que aportar al panorama cultural de un paí­s, que no sólo da alarmantes signos de recesión económica sino también preocupantes señales de parálisis creativa.

Pero ara ello es preciso, y lo digo sin ambages, dar un giro de 180 grados a una gestión cultural que, ministro tras ministro, y año tras año, se disuelve en la absoluta inanidad. Si a los españoles se les preguntara, a bote pronto, que enumeraran los diez grandes logros de los cinco últimos ministros de cultura, sin duda pondrían cara de chinos. No creo que más de un uno por mil de la población recuerde siquiera el nombre de esos cinco ministros.No quiero decir que no se haya hecho nada. Pero el único enfoque que recuerdo y que creo que es destacable es el de renovar los "envases expositivos" de la cultura ya existente (los grandes museos, los nuevos museos, los palacios de la ópera, …) y, por otro lado, galardonar a los creadores (normalmente de más de 50, 60 ó 70 años) ya absolutamente consagrados, con premios de toda guisa y de todo calado (y casi siempre a autores de la propia "cuerda" ideológica). Y al decir esto, quiero añadir, para que se me entienda, que no sólo no censuro, sino que aplaudo la renovación y ampliación del Museo del Prado, la reconstrucción del Liceo de Barcelona o la concesión del premio Cervantes de literatura a escritores como Sánchez Ferlosio o Juan Marsé.Pero el enfoque y la mirada de un ministerio de Cultura no puede ceñirse exclusivamente al pasado. Si quiere ser realmente útil al país, y a la cultura, debe tratar también de mejorar los caminos de acceso de los españoles a la cultura (a la que se hace aquí y a la que se hace en todo el mundo) y también los caminos de acceso de los nuevos creadores al público. Volviendo constantemente la mirada del público hacia el pasado, el Ministerio, queriéndolo o sin querer, se convierte en un obstáculo para la renovación cultural que tanta falta hace, y que tiene que ser expresión ya, no de las viejas querellas sempiternas, sino de la nueva sociedad que ha nacido en el último decenio: una sociedad mestiza, en la que los mil y un senderos de la nueva inmigración están creando el fermento de la cultura del futuro.Ni qué decir tiene que, para mejorar el acceso de los españoles al mundo cultural, a los productos culturales, usted tendrá que empezar por envainarse su agresiva postura contra las descargas de internet, que ya le han costado un agrio recibimiento por parte de los internautas. O poner límites a la agresiva política de recaudación de la SGAE, convertida en verdadera policía fiscal del mal llamado (y cada vez más impopular) "mundo de la cultura", un mundo del que todos recordamos su otrora compromiso con la gratuidad de la cultura y ahora vemos lanzarse avaramente en pos del botín que recauda y distribuye la SGAE. No sé si en Francia este modelo funcionará, pero le aseguro que aquí será un completo fracaso. Y más vale que no se "emperre" en imponerlo, porque le garantizo que perderá.Tampoco la "cultura de la subvención" ayudará a mejorar el panorama cultural, sólo ayudará a generar una pléyade de "artistas subsidiados" que es lo peor que le puede pasar a cualquier cultura, es la antesala de su defunción, el montaje de una fábrica de personajes adocenados y vacuos que simplemente servirán para alimentar el circo televisivo una temporada. Es hora de que todos sepan que para escribir una gran novela, un buen guión de cine, una gran obra de teatro, pintar un cuadro o crear una escultura, hacer buena musica y crear grandes canciones, no hace falta ser "funcionario del Estado". Es más, que es mucho mejor que no lo sea.Lo que necesitamos no es "una cultura de Estado", como la que dominantemente se hace en Francia (y contra la que se hace, lógicamente, una brillante "contracultura" como respuesta), sino un espacio de libertad creativa mayor y más amplio, donde lo nuevo llegue rápidamente al público y donde el necesario equilibrio entre el pasado y el futuro no desequilibre la barca siempre hacia el lado del pasado. Dejo para otro día la cuestión que sin duda le ha llevado al ministerio (el cine) y le deseo suerte, que le va a hacer falta.

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